
Por: Federico Prieto Celi
La Comisión de la Mujer y Familia del Congreso aprobó en su sesión del lunes 5 de octubre un texto inconstitucional, con el objetivo de promover la paridad del reparto de puestos importantes en el Gobierno entre el hombre y la mujer. El texto podría ser aprobado inmediatamente por el pleno del parlamento y el poder ejecutivo debería, en ese caso, aprobar un reglamento en menos de 30 días.
El proyecto es inconstitucional porque el parágrafo dos del artículo dos de la carta magna dice: Toda persona tiene derecho a la igualdad ante la ley. Nadie debe ser discriminado por motivo de origen, raza, sexo, idioma, religión, opinión, condición económica o de cualquiera otra índole.
Así como se quiere decir que, si los ministros son 19, haya tantas mujeres como hombres, ¿qué se hace cuando el número total es impar, como es el caso? ¿Se excluye al primer ministro, que podría ser, alternativamente, hombre y mujer? ¿Se sortea entre un hombre y una mujer el cargo que queda?
Es tan absurda la propuesta que solo un Congreso como este puede pensarlo. Porque, ¿qué hacemos con el cargo de presidente de la República? ¿Todos los candidatos deberán ser varones una vez y mujeres la siguiente? Como hasta ahora todos los jefes del Estado en los doscientos años de República han sido hombres, en las elecciones de abril próximo tendrían que ser mujeres. Las elecciones serían, por ejemplo: Verónica Mendoza contra Keiko Fujimori, en primera y última vuelta, porque son esas dos mujeres las que pueden sacar más votos. Si hasta ahora el pueblo ha discriminado a las mujeres, ahora tendría que discriminar a los hombres, lo cual es una estupidez.
Cada vez queda más claro que las leyes que tratan de defender a la mujer normalmente la perjudican. A los congresistas deberían darles clases de anatomía fisiología, psicología y antropología, para que tengan mayor conocimiento de cómo es un varón y cómo es una mujer. El varón es más racional, la mujer más afectiva. Eso no quiere decir que la mujer no sea racional ni que el hombre no sea afectivo. Es cuestión de grados, de manifestaciones, de aportes de equilibro y complementariedad entre el hombre y la mujer, para hacer más eficiente el matrimonio y la sociedad. El matrimonio no es solamente la relación conyugal para procrear, es fundamentalmente el unir dos personas en una institución vital en la que se ayudan y perfeccionan un varón y una mujer. Por eso son géneros distintos. Una frase tautológica y gratuita parece necesaria, aunque lo dicho sea obvio: el varón es masculino, la mujer es femenina.
Cuando estamos entrando en un proceso electoral, cuando sufrimos una crisis de salud y otra de economía; cuando los partidos políticos, que estaban en ropa interior, se están poniendo sus mejores galas, cuando la gente harta de sus actuales mandatarios gubernativos y parlamentarios están pensando en el próximo lustro, la iniciativa que comentamos es como echar leña al fuego, agua al mar. Una inmensa estupidez.