La columna del Director

NUESTRA POSICIÓN FRENTE A LOS EXCESOS DE ALGUNOS OBISPOS

Por: Luciano Revoredo

En más de una ocasión hemos denunciado en estas páginas los errores doctrinarios, así como los abusos y deformaciones en la liturgia y los abusos que cometen algunas autoridades de la iglesia en el Perú. Concretamente hemos denunciado en más de una ocasión a Monseñor Carlos Castillo y al Cardenal Barreto. Al respecto cabe mencionar que no nos anima otra cosa que el amor a la Iglesia.

Han llegado a nuestros oídos los lamentos de algunos buenos católicos que piensan que hacemos un perjuicio a la Iglesia al levantar nuestra voz. A ellos responderemos con las duras palabras de Santa Catalina de Siena: ¡Ah, basta de silencio!, gritad con cien mil lenguas. Yo veo que, por haber callado, el mundo está podrido. La Esposa de Cristo ha perdido su color…

Conviene señalar que no guardamos ninguna animadversión a título personal con ningún pastor, pero está claro que por ejemplo Monseñor Castillo viene haciendo un terrible daño a la iglesia peruana. ¿Es lícito callar ante esto? ¿Debemos ser cómplices de lo que está pasando? O podemos asegurar  parafraseando a León XIII que los más taimados enemigos han llenado de amargura a la Iglesia, esposa del Cordero Inmaculado y han puesto sus manos impías sobre todo lo que para Ella es más querido. Y actuar en concordancia con esa certeza. Pienso que eso nos corresponde.

Curiosamente quienes nos critican por nuestra actitud de salir al paso en defensa de la iglesia, suelen ser buenas personas, incluso conservadores militantes que se niegan a ver la verdad basándose en una falsa obediencia.

Estos moderados no quieren ver la realidad, porque los obligaría a salir de su comodidad de católicos de sacristía. Pero como la vida no es así. Hay que dar el combate abiertamente. Lamentablemente muchos de estos católicos moderados y obedientes se niegan a reconocer la magnitud de la crisis. O la reconocen a media voz, al interior de sus cómodos cenáculos, mientras besan la mano de quien demuele la iglesia. Y nos instan a la corrección fraterna. Su ingenuidad es tal que produce ternura.

Tenemos que ser obedientes y disciplinados miembros de la iglesia militante. Pero la obediencia no es otra cosa que el deber de cumplir la voluntad de Dios y su enseñanza. La obediencia no puede ser ciega ni incondicional a ninguna autoridad humana.

Cuando vemos pastores y obispos que traicionan a Cristo, que abandonan a su pueblo, que optan por posturas políticas, levantamos nuestra voz, pues como también dijo Santa Catalina «…han tomado la condición de la mosca, que es tan bruto animal, que poniéndose sobre la cosa dulce y aromática, no se cuida de ella, sino que de allí parte a posarse sobre las cosas repugnantes e inmundas».

2 Comentarios

  1. Sr. Revoredo, tomando en consideración la cantidad de firmantes por el restablecimiento de la Santa Misa, creo que combate, en la práctica, a solas. No cabe duda que su combate es el de la fe. Pero al parecer, Cristo ya lo sabía y por eso preguntó en el Evangelio, si encontraría la fe sobre la tierra a su vuelta. Confío en que los más cercanos a Ud mantengan esa fe, que haya sacerdotes fieles entre sus conocidos, porque la catacumba está a las puertas, y el martirio no se va hacer esperar

    1. Mons. Castillo parece tener la misión de destruir lo que queda de la Iglesia en el Perú. Da vergüenza cómo usa la liturgia para entregarla a manos de su ideología marxistoide hablando de “jovenes y jovenas” o pidiendo por desaparecidos que nunca desaparecieron. El es coresponsable de las muertes en las marchas pues en vez de decir junto con Jesús “Deteneos, dejad eso!” Lc. 22,51, legitimó la protesta que terminó en violencia.

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