
Por: Luciano Revoredo
Mauricio Fernandini, que pasó de los sets de televisión y los concursos de marinera norteña a la páginas policiales y los titulares de corrupción, ha vuelto a captar la atención pública. Tras diez meses en el penal Miguel Castro Castro y una liberación bajo estrictas condiciones, el exconductor de Canal N ha anunciado que impartirá clases de marinera, un giro inesperado que suma un nuevo capítulo a su controvertida historia. A continuación, un recuento completo de su caso: desde su detención por presuntos nexos con una red de sobornos hasta su actual reinvención como profesor de baile.
El 4 de agosto de 2023, Fernandini fue detenido en el marco de una investigación liderada por el Equipo Especial de Fiscales contra la Corrupción del Poder (EFICCOP). La fiscalía lo señaló como un engranaje clave en una trama de corrupción vinculada al Fondo MiVivienda durante el gobierno de Pedro Castillo. Según la acusación, el periodista actuó como intermediario entre la empresaria Sada Goray, de Marka Group, y Salatiel Marrufo, exjefe de asesores del Ministerio de Vivienda, en una red que habría movido más de S/5 millones en sobornos para beneficiar proyectos inmobiliarios.
El caso se centró en reuniones organizadas en el departamento de Fernandini en San Isidro, por las que cobró S/10,000 mensuales durante seis meses. Además, se le atribuyó haber recibido un “bono de éxito” que oscila entre S/60,000 y USD 80,000, según distintas fuentes, así como un total de S/150,000 por sus gestiones. La fiscalía lo acusó de colusión agravada, lavado de activos y pertenencia a una organización criminal, delitos que podrían costarle hasta 16 años de cárcel.
Fernandini inicialmente negó las imputaciones, pero luego optó por la confesión sincera, admitiendo que facilitó encuentros a pedido de su prima, Pilar Tijero, entre agosto y septiembre de 2021.
Sin embargo, su colaboración no alcanzó el nivel de eficacia requerido por la fiscalía, pues no aportó datos cruciales sobre la estructura interna de la red. Como agravante, se le cuestionó la transferencia de siete propiedades a su hermana antes de su arresto, un movimiento interpretado como un intento de eludir embargos.
Tras casi un año tras las rejas, Fernandini recuperó su libertad el 29 de mayo de 2024. La Quinta Sala Penal de Apelaciones Nacional revocó la prisión preventiva de 30 meses impuesta en 2023 y la cambió por comparecencia con restricciones. La decisión, tomada por mayoría con los votos de los jueces Jhonny Contreras y María Felices (Sonia Torre votó en contra), se basó supuestamente en la ausencia de peligro procesal: el periodista habrìa demostrado arraigo domiciliario y económico a critererio de la mayoá de la sala, y un certificado médico acreditó que su hermana, con retardo mental leve, dependía de él.
Bajo este nuevo régimen, Fernandini debía cumplir condiciones estrictas: pagar una caución de S/30,000, presentarse cada 15 días al juzgado, abstenerse de contactar a 16 personas vinculadas al caso –como Goray, Marrufo y el exministro Geiner Alvarado– y no salir fuer de la ciudad de su domicilio sin permiso judicial. El incumplimiento de estas reglas podría devolverlo a prisión.
Aunque está libre, Fernandini no ha sido absuelto. Su caso sigue en etapa de investigación preparatoria, y la confesión sincera podría atenuar una eventual condena. Expertos estiman que, de ser hallado culpable de colusión agravada, enfrentaría entre 15 y 16 años de prisión; sin embargo, su defensa ha sugerido reclasificar el delito como tráfico de influencias, lo que podría reducir la pena a unos 4 años suspendidos. Hasta ahora, no hay sentencia definitiva, y el desenlace dependerá de la resolución judicial en los próximos meses.
En un giro que pocos anticiparon, Mauricio Fernandini ha decidido dejar atrás las sombras del escándalo para subirse a la pista de baile. Esta semana, anunció que impartirá clases de marinera norteña para adultos mayores. La noticia ha generado reacciones mixtas: algunos lo ven como un intento de reinventarse tras el desprestigio, mientras otros lo interpretan como una provocación frente a un sistema judicial que aún no lo ha juzgado plenamente.
Fernandini, conocido por su carisma frente a las cámaras, parece apostar por una nueva imagen pública. Sin embargo, el contraste entre su pasado reciente y esta iniciativa no pasa desapercibido.
Mientras la justicia peruana sigue dando pasos lentos –o, mejor dicho, zapateos descoordinados– en su caso, él opta por enseñar pañuelos y pasos al compás, como si el ritmo de la marinera pudiera borrar las huellas de un proceso penal que aún no encuentra su compás final y más aún sus presuntas impliaciones en un caso criminal.
Y así, en un país donde los corruptos parecen danzar entre la impunidad y el castigo, Fernandini nos invita a todos a un curso de marinera. Quizás, con un poco de suerte, la justicia aprenda a seguir el ritmo… aunque sea con dos pies izquierdos.