Política

LA REBELIÓN DE LAS MASAS

Por: Alfredo Gildemeister

Lo acontecido en las últimas semanas en el Perú, y me refiero a la diversidad de marchas, protestas, violencias e incluso vandalismo, me hizo recordar obviamente las marchas violentas acontecidas no más de un año atrás, en diversas ciudades de Chile, así como en otros países de América Latina como Bolivia, Argentina o Colombia, y que continúan ocurriendo, al menos en Chile y ahora han comenzado a darse en el Perú. Sin embargo, en esta oportunidad las marchas de protesta, con el agregado de violencia y vandalismo, no son solo patrimonio de América Latina. Lo hemos visto hace algunos meses en Estados Unidos, e inclusive en la vieja Europa en países como Francia, Bélgica, Inglaterra y España, por solo mencionar algunas naciones europeas, con el agregado ocurrir quema de iglesias, destrucción e incendio de centros comerciales y de bienes públicos, etc. Hoy pareciera que el turno le tocó al Perú y -sin entrar al tema político- hemos podido apreciar como -y continua apreciándose- la masa de personas protestando mediante marchas, personas especialmente muy jóvenes, han ido siendo convocadas, organizadas y dirigidas, por no decir manipuladas y utilizadas, por diversos factores como ciertos grupos políticos de extrema izquierda o el propio gobierno saliente en crisis, con el apoyo de gran parte de los medios de comunicación, todo lo cual le ha dado vida a un nuevo poder en el Perú que se suma a los poderes ya existentes. En este caso ese nuevo poder es el de las masas.

Todos estos acontecimientos recientemente vividos, me trajo a la memoria un viejo libro de la biblioteca de mi padre que siempre él solía revisar. Se trata de “La rebelión de las masas” del filósofo español José Ortega y Gasset, obra publicada en 1937, en donde su primer capítulo comienza con esta frase, si bien aplicable a la Europa de finales de los años veinte, es perfectamente aplicable al Perú hoy: “Hay un hecho que, para bien o para mal, es el más importante en la vida pública… de la hora presente. Este hecho es el advenimiento de las masas al pleno poderío social”. Como alguna vez lo comentara, es un hecho que hoy las masas dominan, opinan, nacen, crecen, consumen, aman, se reproducen y no desaparecen, sino que se transforman en otras masas que –del mismo modo- nacen, crecen, se reproducen y… se repite el mismo ciclo.

Hoy las masas imponen su voluntad, imponen modas, costumbres, música, literatura, el “pensamiento único” político, farándula, crímenes, etc. hacen desaparecer al individuo, a la persona. Es una masa abstracta, pero con cierta personalidad. Lo dominan todo. De esto los medios de comunicación y los gobernantes saben bastante. ¿Y eso por qué? Pues porque quien domine o manipule a las masas, tiene el poder. Eso ya lo sabían los grandes líderes en el mundo como César, Napoleón, Hitler e inclusive Gandhi. Las masas imponen su voluntad, a las buenas o a las malas. Imponen, por ejemplo, cierta programación en los medios de comunicación y de la televisión, por ejemplo, imponiendo una programación de acuerdo a lo que ella demanda: mediocridad, baja calidad o simplemente basura (farándula, morbo, erotismo, crímenes, etc.). Es lo que hoy se denomina “rating”. Lo mismo ocurre en las encuestas sobre toda una diversidad de temas. Las masas imponen su opinión, puntos de vista, pareceres, gustos, etc.; y se piensa erradamente que, si lo dicen las masas, ergo, eso es bueno, ergo eso constituye una Verdad sine qua nom en el sentido pleno de la palabra. Es así que las masas imponen su ética o moral, es decir, señalan lo que es bueno y lo que es malo, lo que está bien y lo que está mal. Lo demás no existe. Se confunde pues la opinión de las masas con lo que, para los intereses de algunos, es ético o moral, esto es, con lo que es conveniente, pero en realidad ¿Para quién? Para las mismas masas y para los grupos de poder que las manipulan. En este juego, el individuo no cuenta. La persona humana pierde.

Sin embargo, existe un pequeño detalle. Las masas por lo general se equivocan. Y así lo demuestra la historia de la humanidad en general. En el Perú, por ejemplo, las masas imponen su agenda política: “pseudonoticias”, desinformación, escándalos, acusaciones, sospechas, farándula, demagogias, intrigas, entretenimientos, etc. terminando muchos hechos delictivos en la impunidad o en el simple olvido, dejando espacio para otros escándalos cíclicos, los cuales siempre convienen a ciertos intereses incluyendo a los gobernantes de turno, perjudicando muchas veces inclusive ¡a las mismas masas!

Lo que se impone es lo que le gusta a las masas y eso un gobernante lo sabe muy bien. Hay que dar a las masas lo que les gusta y lo que piden. “Panis et circenses” decían los romanos, ¡Y vaya que los emperadores romanos sabían de masas! Las manejaban a la perfección con pan y circo, como si se tratase de una bella mujer, adulándola, engriéndola, diciéndole al oído lo que quiere oír, comprándole cosas y pasándola bien sin entrar a cuestiones de fondo, pues las masas nunca profundizan, se quedan en la superficie, en la cáscara, se dejan llevar, son manipulables y también manipulan. Son peligrosas cuando se descontrolan.

El Perú no es ajeno a esto. Diversos acontecimientos o “conflictos sociales” ocurridos en los últimos años, como el de Conga, Tía María, etc. y los más de doscientos conflictos sociales aún sin resolver, nos demuestran cómo las masas han impuesto su “parecer”, al margen del grave perjuicio económico ocasionado al país. Pero es no interesa. Las masas imponen su punto de vista y se aprovecha de la debilidad -y por qué no decir cobardía- de ciertos gobiernos. A modo de ejemplo, solo en el caso Conga, las masas impusieron su parecer, frenando no sólo una importante inversión sino muchísimas otras, casi paralizando la región de Cajamarca, dejando a más de 30 mil familias sin trabajo. Pero así son las masas. Eso no les interesa, pese a que les perjudica. La masa por lo general no piensa, hace creer que piensa, pero por lo general, se deja llevar.

En el Perú no es la primera vez que las masas intervienen en su historia devorando a sus hijos. Las masas de alguna manera tienen vida propia, llegando inclusive a deponer o imponer presidentes, al igual que reyes y reinas en la Europa medieval y moderna. Definitivamente las masas como los huracanes – por diversas razones – nacen y crecen, se multiplican y se disuelven. Las masas son apasionadas, actúan, aman, odian, opinan, te aplauden hoy y mañana te destruyen. Los políticos bien lo saben. Lo que no hay que olvidar es que las masas las conforman personas, esto es, seres humanos que viven, sienten, tienen alma y corazón. De allí que un gobierno cuando se dirige a las masas, nunca debe olvidar que fundamentalmente se dirige a personas, a cada uno de los corazones de los seres humanos que conforman esa masa, la cual siempre estará dirigida, para bien o para mal, por sus propios cabecillas. Las masas nunca actúan solas, aunque así lo parezcan. Las masas son una realidad viviente. Concluyo con palabras de Ortega y Gasset, palabras que bien podrían aplicarse a lo que vivimos hoy en el Perú: “Esta crisis ha sobrevenido más de una vez en la historia. Su fisonomía y sus consecuencias son conocidas. También se conoce su nombre. Se llama la rebelión de las masas”. Cualquier parecido con la realidad… no es mera coincidencia, es la realidad… es la rebelión de las masas.

 

1 comentario

  1. Claramente, se ha diluido en la masa al infame #clubdelaconstrucción del que ya nadie habla, todos esos dueños del Perú han pasado piola y ahora pueden seguir haciendo lo que hacían sin molestias. Las rrss los han convenientemente “olvidado”. Nos toca ponerlos nuevamente en circulación. Que no puedan descansar y seguir adueñándose y medrando el Perú.

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