Política

LA PERMANENTE CAPACIDAD INMORAL DE VIZCARRA

Por: Dante Bobadilla

Martín Vizcarra encaja perfectamente en el perfil del tradicional líder de la izquierda latinoamericana de los últimos tiempos: un tipo rústico y chabacano que trata de compensar sus limitaciones intelectuales con un verbo excesivo, recargado de anuncios fabulosos a base de consignas patrióticas y frases de cliché, sin decir ni hacer nada concreto al final. A eso hay que sumarle su vocación por la mentira. Vizcarra es un embustero de talla mayor que ya superó ampliamente a Toledo. Toda su gestión se ha sustentado en la mentira y el show permanente, desde sus grandiosos ofrecimientos de obras fabulosas y su lucha anticorrupción, hasta sus falsas disculpas por el escándalo de los audios de la vergüenza, que revelan cabalmente la clase de sujeto que tenemos en palacio de gobierno.

El típico disfraz de luchador anticorrupción le sirvió a Vizcarra para justificar sus bravatas de dictador contra el Congreso y su descarada interferencia en el Ministerio Público y el Poder Judicial, mientras se llenaba la boca con falsas declaraciones de respeto a la Constitución, la separación de poderes, la independencia de las instituciones y bla bla bla. Todo era mentira. Puro floro para las tribunas, al estilo de un dictador socialista del siglo XXI. Su único interés era cerrar el Congreso porque tenía una mayoría que la mafia caviar detestaba. De paso aprovechó para perpetrar unas reformas cargadas de demagogia, destinadas a golpear a la clase política para ganarse el aplauso de la gente, pero que perjudican a la democracia y los partidos; reformas que llegaron a palacio por encargo de la casta caviar, cuyo único interés es destruir a los partidos y llevar al país al caos político para quedarse como la única opción viable de gobierno desde sus ONG.

En más de dos años de gestión Vizcarra no tiene absolutamente nada que mostrar. Si no fuera por la pandemia seguiría vendiendo el humo de sus reformas políticas y de su lucha contra la corrupción. La pandemia lo obligó a cambiar de libreto. Su primer reflejo fue rodearse de comunistas para organizar la lucha contra la pandemia y montó su show diario con mensajes sin contenido. Luego descubrimos que la prioridad fue luchar contra el machismo y el patriarcado. Paralizó toda la actividad económica sin restricciones y organizó el reparto de dinero a los sectores más vulnerables, pero resultó que el Ministerio de Inclusión Social no sabe dónde están estos sectores ni cómo llegar a ellos.

Vizcarra está en el primer lugar del ranking mundial de los peores gestores de la pandemia. Es decir, es el más incompetente del mundo. Sin embargo, acá le han salvado de la vacancia con el argumento de que es indispensable. Pese a todo Vizcarra no baja la cabeza ni pide perdón. Al contrario, sigue engañando a la gente inaugurando plantas de oxígeno compradas por el sector privado. Vizcarra es el protegido de la izquierda, los medios y la mafia caviar en pleno. En primer lugar, porque Vizcarra no ha tenido empacho en aliarse con la mafia caviar para gobernar, habida cuenta que carecía de equipos, partido y bancada. El pobre llegó a la presidencia con una mano adelante y otra atrás. Consciente de sus limitaciones mentales para gobernar un país enorme y complejo como el Perú, llamó a sus compinches moqueguanos y dejó que la casta caviar ya instalada en el Estado desde los tiempos de Ollanta y Nadine se hiciera cargo. Así pues, Vizcarra se convirtió en el tonto útil que la izquierda necesitaba para ejecutar su agenda política.

Viizcarra no tiene idea de lo que es gobernar ni le interesa. Todo lo que quiere es vivir su momento de gloria y aprovecharse del cargo hasta donde le sea posible. En plena crisis sanitaria, mientras miles de peruanos morían sin recibir ayuda en hospitales saturados y aquejados de toda clase de carencias, Vizcarra se preocupaba por ocultar sus cochinadas palaciegas. El mismo caradura que salió en un mensaje televisivo a nivel nacional negando su intervención en los contratos de Richard Swing, afirmando con total cinismo y voz engolada que a los cargos públicos se llega por méritos, asegurando con hipocresía absoluta que en su gobierno no se aplica el tarjetazo, luego corría a organizar con su personal de confianza la estrategia para engañar a los fiscales y alterar las pruebas documentarias. Ese es el sinvergüenza que tenemos de presidente.

Y por último, el patán tuvo la desfachatez de acudir al Congreso sin corbata, a leer un papel en el que su abogado le resumió un mensaje que era una oda al cinismo. El epílogo de esta tragedia nacional fue aún peor, pues en el Congreso hubo 78 cómplices que votaron a favor de mantener a este impresentable en el cargo y 15 cobardes sin opinión. Faena completa de la desgracia que es en estos tiempos la política nacional, muy bien representada por quien ostenta el más alto cargo de la nación por pura casualidad.

 

 

 

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