Política

¡AL RESCATE DEL BIEN COMÚN!

Por: Alfredo Gildemeister

Para muchos, hablar del bien común puede parecer una pérdida de tiempo pues no lo entienden o en todo caso, no le encuentran sentido. Para otros se trataría de una especie de tema filosófico o inclusive teológico, siendo para algunos hasta un concepto medio esotérico. Esto demuestra que no tienen la más mínima idea de lo que es el bien común, su significado y, especialmente, de su enorme importancia. Hace un tiempo, el profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Harvard, Adrian Vermeule, al criticar el “originalismo” como sistema de interpretación constitucional, propuso una nueva concepción del principio del bien común, moderna y actualizada, que, sin perder su esencia y caracteres como principio, se renueva y adapta a los tiempos actuales. Vermeule lo denominó “el constitucionalismo del bien común” el cual “debería basarse en los principios de que el gobierno ayuda a dirigir a las personas, las asociaciones y la sociedad en general hacia el bien común, y esa regla fuerte en el interés de alcanzar el bien común es completamente legítimo”. De allí señala que la jurisprudencia no debe estar limitada por la letra de la ley y, por lo tanto, no se limita a la mera interpretación de la ley o la Constitución, por lo que “el constitucionalismo del bien común no es positivismo legal, lo que significa que no está vinculado a instrumentos escritos particulares de derecho civil ni a la voluntad de los legisladores que los crearon”. De allí que el Derecho no se limite a la ley escrita como la limitaba Kelsen, sino va mucho mas lejos que eso. Vermeule propone una visión en que los bienes del individuo están subordinados a los bienes de la naturaleza humana y la comunidad humana.

Pero ¿En qué consiste el bien común? Lo primero que debemos tener claro es que el fin del Estado es el bien común de la sociedad civil. De allí que cuando un Estado pierde de vista este fin último, comienza el camino de su deterioro. En ese momento es cuando se inician los conflictos sociales, actos de violencia, revoluciones, etc. llegándose inclusive a la desaparición del propio Estado como se pudo apreciar hace unas décadas con la desaparición de la Unión Soviética o recientemente con la difícil situación que se vive en países como Venezuela y Nicaragua. De allí que lo segundo es tener bien claro lo que conlleva el bien común. En general pues, se define al bien común como el conjunto de medios y condiciones vitales y morales o espirituales, que todo Estado debe de procurar a sus miembros para que cada persona pueda alcanzar su realización personal. De un lado tenemos el denominado bien común objetivo, el cual comprende toda una serie de bienes materiales cuya posesión posibilitará al hombre su realización como persona como es el caso de la salud, educación, vivienda, alimentación, vestido, seguridad, etc. De otro lado tenemos el bien común subjetivo, como el conjunto de bienes intangibles como son el respeto irrestricto a los derechos fundamentales, las libertades en todas sus acepciones, la dignidad de la familia como lo es el derecho a fundar, mantener y educar una familia, así mismo, todo el conjunto de bienes culturales, el culto religioso, etc.

Cualquier Estado -y el gobierno correspondiente- tiene pues el deber y la obligación de trabajar para el logro de este objetivo que es el bien común, de acuerdo con sus posibilidades económicas, ´presupuestarias, etc., de crear las condiciones adecuadas para el logro del bien común, tanto de tipo objetivo como subjetivo. Volviendo al profesor Vermeule, al impulsar el constitucionalismo del bien común como alternativa a las teorías legales de derechas y de izquierdas, Vermeule sostiene que la ley no está para garantizar el máximo de autonomía frente al poder del Estado ni para limitarse a conciliar intereses contrapuestos entre las personas. Va más allá. Su razón de ser es garantizar que los gobernantes tienen el poder necesario para gobernar bien, lo cual significa el conducir a su propio bien a cada una de las personas que conforman la sociedad civil. Por tanto, el Estado puede legislar sobre asuntos morales puesto que “toda legislación se basa necesariamente en alguna concepción sustantiva de la moral y la promoción de la moral es una función esencial y legítima de la autoridad”.

En todo caso, queda claro que la meta del bien común es esencial para todo buen gobierno al constituir la finalidad de todo Estado. Sin embargo, en el caso del actual gobierno peruano, cuando a un gobierno -y a las demás instituciones y poderes del Estado- no le interesa el bien común, sino coloca como meta suprema el bien particular o intereses personales de los individuos que conforman dicho gobierno y esto debido a la corrupción, que atenta contra el bien común, pues éste pasa a un segundo o tercer lugar, siendo lo prioritario los intereses personales del gobernante de turno, de sus ministros, ciertos congresistas, fiscales, jueces y otros funcionarios públicos, además de ciertos políticos del momento, que actúan de manera corrupta para el logro de sus objetivos y ambiciones personales, todo esto perjudica a la mayoría, esto es, a cada miembro de la sociedad civil. Además de la corrupción, también debemos mencionar la imposición de ideologías totalitarias como el marxismo leninismo, el chavismo castrismo, etc. que se anteponen al bien común, perjudicando a cada miembro de la sociedad civil, empobreciéndola cada día más y llevándola a una gran miseria física y espiritual, mas no a su realización y felicidad personal.

De allí que en el Perú urge rescatar el bien común del olvido, salvarlo de la miseria de la corrupción de un Estado que ya hizo metástasis y de la ideologización de la sociedad civil. La historia lo demuestra. Si al actual Estado peruano y al gobierno de Castillo, no le interesa para nada el bien común (promover inversiones, desarrollar la minería, generar confianza, seguridad y trabajo, reducir la pobreza y el costo de vida, dar salud y buena educación, etc.), sino sus egoístas intereses personales, robos, licitaciones a dedo, etc. tarde o temprano ese gobierno caerá y el Estado se derrumbará como ha pasado con tantos Estados en la historia de la humanidad, perjudicando a todos los peruanos. Es cuestión de tiempo. Por tanto, iniciemos una cruzada para rescatar y salvaguardar el bien común, principio y razón de ser de todo Estado y de todo gobierno. De lo contrario, será cuestión de tiempo que el Estado peruano se derrumbe y se sumerja en una crisis que solo Dios sabe si saldrá adelante. ¡Despierta Perú!

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