Por: María Ximena Rondón
Esta semana me topé con un tema muy interesante que ha suscitado muchas dudas y contradicciones en algunos países donde han surgido movimientos católicos que optan por seguir un estilo de vida radical e imponen una regla a las mujeres interesadas en pertenecer a estos: solo se puede usar falda.
Uno de los argumentos que se utilizan para “convencer” a las mujeres es que los pantalones aportan “masculinidad” a la personalidad y se basan en interpretaciones erróneas de la Biblia.
Asimismo, existe un patrón común en estos movimientos laicos donde la palabra de “los altos mandos y/o fundadores”, en ese afán de radicalismo, debe ser considerada como si de una ley se tratara y que se les debe “obedecer”.
Esta obediencia a una “autoridad” sobre la vestimenta corresponde quizás a una congregación religiosa o a laicas consagradas, quienes hacen votos de castidad, pobreza y obediencia. Sin embargo, en la vida cotidiana de una mujer laica (soltera o casada) seguir estas normas al pie de la letra, puede resultar no-práctico e incluso perjudicarla en su propio hogar.
Daremos un ejemplo real: una familia que perteneció a una comunidad católica “radical”, donde las mujeres tenían que usar falda, invitó al fundador a cenar a su casa. Cuando este llegó, se fijó en la vestimenta de las mujeres y notó que una de las hijas estaba usando un par de jeans. Ella estaba bien arreglada, sin ropa sensual (tentativa) ni con un maquillaje estrambótico, pero el usar jeans le valió una mirada y un comentario de desaprobación del fundador delante de sus padres y en su propia casa. Esto supone una violación de los límites del hogar y de la propia autoridad de los padres de familia sobre sus hijos.
Esta actitud controladora respecto a la falda hace sentir a las mujeres como si fueran unas “pecadoras” y da pie a que empiecen a rechazar más cosas como el uso de accesorios, maquillajes y otros artículos.
Además, en ningún versículo de la Biblia se indica que las mujeres estén obligadas a utilizar falda para ser 100% femeninas y que usar pantalón es un pecado mortal. Incluso, una corre el riesgo de convertirse en una jueza de las demás mujeres y pensar que no son lo suficientemente femeninas y que quizás viven en una zona pecaminosa.
Recordemos que uno de los principios de la religión católica es que Dios le brinda un libre albedrío al ser humano. La libertad de una persona no debe estar condicionada a seres imperfectos que llegan a perpetrar un abuso de autoridad por la vestimenta de las mujeres. Incluso, el usar falda no es una garantía para alcanzar la santidad, sino las acciones y seguir los mandamientos y normas de la Iglesia, no los caprichos radicalistas.
Si una mujer católica quiere ser más femenina, lo primero que debe hacer es utilizar su libre albedrío e informarse. Por ejemplo, hay libros interesantes sobre el tema: “La Mujer Sacerdotal”- Jo Croissant, “Feminidad pura”- Cristalina Evert y “La Mujer, Su Naturaleza y Misión”- Edith Stein.
Leer y desarrollar un pensamiento crítico hará que una salga del “uso falda y luego existo”. Y quizás es algo que las comunidades y movimientos laicos deberían considerar.
Lo que se debería promover es la elegancia y los modales. Hay muchas influencers sobre etiqueta y elegancia en las redes sociales que tienen un contenido muy acertado. Hay canales en YouTube donde muestran cómo combinar la ropa, incluyendo la falda y pantalón, para verse elegantes.
Pues, de qué le sirve a una mujer utilizar una falda si carece de elegancia y modales. Sin olvidar su coherencia de vida con lo que cree.
La feminidad es una actitud de vida que trasciende usar una falda. Esta es una invitación a las mujeres católicas para que se cuestionen, investiguen y descubran todas las virtudes de la elegancia, la gracia y el buen comportamiento. Todas son libres de hacerlo.