Política

PREMIER CON LAS HORAS CONTADAS

Por: Fernando Valdivia Correa

Mirtha Vásquez Chuquilin llegó a la PCM luego del desastre (en mayúscula) provocado en reiteradas ocasiones por su predecesor Guido Bellido, quien en sus últimas apariciones televisivas se atrevió incluso a faltar el respeto al mandatario. Al ingresar, encontró como suele decirse la “valla bastante baja”. En apariencia, pues creyó que asumir tan importante cargo la convertiría en la principal, y acaso la única, consejera presidencial. Cuan equivocada estuvo. El primer escollo se dio en la quincena de octubre pasado y tuvo que ver con la presencia de Ricardo Belmont convertido de palabra en Asesor palaciego, de boca del propio Castillo. Como era de esperar, la verborrea del “hermanón” hizo que literalmente botase espuma al referirse a la Premier, tildándola de “caviar” y que si por él fuera jamás la hubiera designado en el puesto. A la yugular y sin anestesia. Tres días después, intuyendo que su designación oficial no prosperaría (requería la firma precisamente de doña Mirtha) ensayó como respuesta que no necesitaba de una resolución para aconsejar al presidente. Y se fue, por lo menos hasta ahora. Superó así este percance, aunque baldada quedó.

Paralelamente, le pidió al Jefe de Estado la renuncia de Luis Barranzuela al sector Interior, pues era ya de interés público sus deméritos profesionales por su paso por la Policía Nacional del Perú. Castillo la escuchó, atentamente quizá, y su respuesta, inesperada para ella, fue: NO. Segundo escollo, no superado esta vez. Ensayó entonces la narrativa del “recién me enteré”, hasta que sucedió la juerga de Halloween y llegó el regalo soñado: La cabeza de Barranzuela, entregada por él mismo. Ad portas del voto de investidura (menos de tres días), Castillo tuvo que aceptarle la renuncia del cuestionado ministro. Escollo superado, aunque más tullida.

Y, casi de inmediato vino la tercera rémora con el escándalo suscitado por la polémica destitución de los Comandantes Generales del Ejercito y de la FAP promovido por Walter Ayala, ministro de Defensa, quienes se negaron al pedido efectuado por este y el Secretario General del Despacho Presidencial, a solicitud de Pedro Castillo, de ascender a oficiales afines al profesor, así como de excluir de la lista de pases al retiro a otros tantos. Totalmente inaceptable para todos. Bueno, casi todos. No para Castillo, pues es su forma de actuar.

Mirtha vio ahí la oportunidad inmejorable de sentar y/o recuperar su posición en el gabinete que en teoría lidera, y se adelantó en escribir en redes sociales lo siguiente “pediría …. que en las próximas horas podamos estar atentos a las decisiones que se tomen desde el Ejecutivo, entre el presidente Pedro Castillo y quienes somo miembros del gabinete”. Al igual que en el caso de Barranzuela, conversó con el mandatario, quien las escuchó, y nuevamente le dijo NO, o tal vez la dejó en “visto”. A la mañana siguiente, baño de popularidad en Ayacucho por los 100 días de “logros” de gestión. Un presuroso Ayala (que el día anterior dijo que ponía su cargo a disposición) se anticipó en declarar que el presidente lo invitó a acompañarlo en este viaje, aunque declinó pues tenía que atender al Parlamento. Nuevamente a la yugular. También sin anestesia.

Como reacción, la Premier optó, primero, por el silencio y quedarse en la capital, lo cual debió incomodar al profesor Castillo. Y lo segundo, el jueves último le remitió un Oficio al titular de Energía y Minas conminándolo a asistir a la comisión de gas natural. Más allá que la razón le asista, la forma en que decidió dirigirse a un ministro (Oficio) denota carencia de liderazgo y/o cansancio, toda vez que pudo habérselo dicho en privado (pedirle que se apersone a su despacho, por celular o WhatsApp), pero escogió hacerlo públicamente. En correspondencia, el aludido Eduardo González le pidió una mejor comunicación para evitar malentendidos. Otra vez a la yugular, desde luego sin anestesia.

Mirtha sabe muy bien que su arribo no fue para gestionar, sino para “apagar incendios”. Lo que no supo, y no lo entendió bien, fue que el piromaníaco es su propio Jefe, el mandatario. No son las horas más difíciles para la señora Vásquez, sino está con las horas contadas.

1 comentario

  1. Y dale con la narrativa caviar, eso del profesor, que debe tener menos horas lectivas que muchos practicantes, es cuando menos contraproducente. Basta ya, ciudadano castillo cuando mucho. El tal tiene de preparación para el cargo lo mismo que un egresado de 5to de secundaria.

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