Política

EL FENOMENO WOKE Y LA GENERACIÓN “Z” PERUANA

Por: Gabriela Pacheco

Hoy en día nos enfrentamos a un nuevo fenómeno socio-cultural promovido por una izquierda interesada en continuar antagonizando a la sociedad, el fenómeno Woke. Nace originalmente en Estados Unidos alrededor de los 60´s, como un despertar progresista ante el problema del racismo. Hace referencia a la toma de conciencia por parte de una izquierda de las injusticias de un sistema que ha oprimido a minorías raciales por años; pero también se pone en riesgo exponer una visión del mundo que va más allá del racismo.

En los últimos años, el término “woke” —derivado del inglés “awake” (“despierto”)— se ha popularizado como una etiqueta para describir una actitud de conciencia social, crítica política y sensibilidad ante las injusticias sociales. Sus fundamentos refieren a principios posmodernos que aseguran que vivimos bajo la dominación de los poderosos y que predican con certeza, comprendemos el mundo por la forma que nos lo han impuesto. No existen héroes, nadie es bueno, nadie a quien admirar, solo hay víctimas y grupos que sufren injusticias. Heredera del marxismo, la ideología woke ha cambiado la lucha de clases por la lucha de identidades es así que la vida social queda así reducida a un conflicto permanente entre opresores y oprimidos. El wokismo, o lo que conocemos como “corrección política” es un juego de política de las identidades y un espacio para el pensamiento progresista. El objetivo de esa lucha es la transformación de la cultura y de la sociedad “rescatando” a las personas de sus desigualdades como el sexo biológico, la familia tradicional y el libre mercado.

La Generación Z (nacidos aproximadamente entre 1995 y 2010) se ha convertido en su principal promotora con sus excesos y contradicciones.  Esta generación ha crecido en un mundo globalizado, nativos digitales cuya fuente instantánea de información y de conocimiento a problemáticas sociales y ambientales, se conforman con la narrativa dominante de las redes sociales. Los jóvenes articulan su identidad, su lenguaje y su acción política en un mundo hiperconectado. Construyen su visión del mundo a través de Twitter (X), TikTok o Instagram, donde circulan discursos sobre igualdad, justicia, diversidad e inclusión, sin ninguna autoridad moral ni rigor académico. En ese entorno digital, el público joven, medianamente educado, muy crítico y descontento, es sensibilizado con las causas sociales. Sus valores centrales de autenticidad, empatía, respeto por las diferencias y conciencia ecológica se sienten validados por el discurso del wokeismo convirtiéndose no solo en una corriente ideológica, sino también una forma de identidad colectiva que da sentido a su participación ciudadana.

La Generación Z peruana, a través de colectivos juveniles, arte urbano, activismo digital y movimientos feministas o ambientales, expresa una versión del woke adaptada a su contexto: más práctica que teórica, más espontánea que ideológica. En lugar de una militancia rígida, predomina una cultura de la conciencia, donde los jóvenes utilizan el lenguaje digital para cuestionar injusticias y promover cambios culturales. Así, el vínculo entre el fenómeno woke y la Generación Z peruana puede entenderse como una relación simbiótica: el woke ofrece a los jóvenes un marco moral y discursivo para interpretar la realidad, mientras que la Generación Z lo difunde, transforma y globaliza a través de su dominio de las redes sociales. Ambos fenómenos se retroalimentan en una dinámica donde la sensibilidad ética y la viralización digital se entrelazan posicionándose en la conciencia popular.

En el mundo woke se vive para señalar el mal en los demás y deconstruir el lenguaje opresor a través de la cultura de la denuncia. Un claro ejemplo es el influencer político peruano de izquierda moderada, Curwen. Víctor Ernesto Caballero Rodríguez, más conocido como Curwen (Callao, octubre 8, 1990) es un periodista, comunicador, youtuber, escritor y columnista peruano del diario La República, conocido por crear el pódcast periodístico y de sátira política El diario de Curwen (desde el 2014). Curwen, a través de videos, difunde sus ideas sobre la política nacional y denuncia acontecimientos actuales desde su perspectiva progresista. Su estilo confrontacional, polarizador, con un lenguaje ofensivo y chabacano, genera gran simpatía entre los jóvenes habidos de emociones fuertes y que buscan a toda costa romper con lo tradicional. Así, su carácter irreverente, sarcástico e irónico crea polémica entre los jóvenes, intentando destruir los valores tradicionales del poder a través del descontento generalizado. Crítico acérrimo de la derecha peruana, considera que muchas de sus acciones no solo pueden ser corruptas, sino principalmente, son autoritarias. Denuncia además que los grupos conservadores dan la espalda a los marginados sin considerar los derechos sociales ni la equidad. Su discurso es muy populista, con aires moralizadores y centrado en denunciar abusos y desigualdades.

Hace más de quince siglos, Agustín de Hipona definió esa mentalidad: «Los hombres sin remedio son aquellos que dejan de atender a sus propios pecados para fijarse en los de los demás. No buscan lo que hay que corregir, sino en qué pueden dañar. Y, al no poderse excusar a sí mismos, están siempre dispuestos a acusar a los demás».

Otra representación de correctísimo político y de la cultura de la denuncia es Marco Sifuentes. Nacido en Lima en 1979, es un periodista y escritor peruano, bastante influyente en redes sociales, conocido sobre todo por su programa La Encerrona. Fundador de medios digitales de corte centro-izquierda como El Útero de Marita y luego Útero.pe., también participó en la creación de LaMula.pe. Su crítica es liberal progresista, su discurso busca tocar la sensibilidad del pueblo o de quienes no se sienten representados por las élites dominantes. Sifuentes insiste en que los periodistas deben denunciar y exponer la corrupción de los gobernantes. Como fiscalizador popular resalta lo que está mal, con una postura cómoda y privilegiada (vive en Madrid) busca avivar la rivalidad entre los sectores de la población. No obstante, sus denuncias son subjetivas y tendenciosas, solo se enfoca en condenar acciones de los grupos conservadores obviando a los sectores progresistas. En sus escritos se refleja la desconfianza hacia los partidos tradicionales y busca erradicar a las clases privilegiadas.

En este entorno socio cultural, la generación Z peruana intentó hacer un cambio en la vida política del país. En noviembre 2020, un grupo de jóvenes que, pese a estar mejor preparados académicamente y con mayor dominio de la tecnología que las generaciones anteriores, desafiaron al país en medio de una crisis sanitaria y política. La “generación equivocada”, así autodenominada, exacerbados por influencers políticos progresistas, convocaron a miles a salir a las calles en protesta contra un régimen político débil y corrupto. Una juventud con ansias de transformación social sin importarle el riesgo de contagio del Covid – 19, rompió su apatía generacional, abandonó las redes sociales donde suelen denunciar injusticias y promover cambios estructurales, y decidió asumir un rol activo en la defensa de una democracia en crisis. El llamado era claro y potente: ponerse del lado de los que resisten, a abrir los ojos para deconstruir el sistema opresor, a no dejarse engañar ni manipular por un sistema corrupto y decadente. Jóvenes profesionales activados por las redes sociales decidieron formar parte de la manifestación contra la “injusta vacancia” – según sus fuentes – del expresidente Vizcarra; acusando a su vez a una derecha autoritaria de apoderarse “ilícitamente” del poder. Los duros enfrentamientos entre los manifestantes y personal de la Policía Nacional del Perú acabaron con muchos malheridos y desorden general.

La “generación equivocada” aludiendo al hecho que los gobernantes se equivocaron con ellos, parece estar influenciada por la izquierda marxista que alimenta el sentimiento de abandono institucional más que por ideales nobles que atiendan a sus necesidades. Así, esta generación polarizó, confundió y desafió al país. Con un discurso marxista provocó una anarquía y encontró dos muertes como emblema para inculpar a la represión policial y a la falta de libertad de expresión.

Las muertes de dos jóvenes agitadores, Inti y Bryan, marcaron un punto de inflexión en la conciencia política de la juventud peruana. Ambos se convirtieron en símbolos de una generación que desconoce los hechos a profundidad, que sigue las tendencias, que se dejan manipular por la información que circula en los medios y que abandona los valores tradicionales (justicia, honestidad, ética y respeto por la democracia), por arengas sobre la empatía, respeto por las diferencias, la diversidad e inclusión. Sus muertes fueron tomadas como “sacrificios” despertando una profunda indignación sobre el abuso de poder y la violencia estatal. Incluso se les proclamó descabelladamente “mártires de la democracia” y “héroes del Bicentenario”.

La vacancia del ex presidente Martín Vizcarra generó gran polémica, con protestas masivas frente a un abuso más del Congreso, muy desgastado políticamente y sin autoridad frente a otras instituciones. Los cargos por corrupción fueron detallados y se puso en evidencia las irregularidades en adjudicaciones de obras y sobornos durante su gobierno regional y delitos de malversación de fondos durante su mandato. Sin embargo, la deshonestidad o la incapacidad moral de Vizcarra no fueron el motivo de protesta; todo lo contrario, muchas voces de la generación Z salieron a abogar a favor de un delincuente y corrupto que se victimizaba ante el poder legislativo abusivo.

La llamada “generación equivocada” del Perú seguirá perdida y confundida mientras no tome conciencia de los peligros del discurso woke. Herederos de una democracia frágil, poseedores de herramientas tecnológicas avanzadas, mas no con un conocimiento profundo de la realidad histórica – política y sin comprensión de la cultura peruana, pretenden formalizarse y presentarse como una nueva opción, interesante y renovada para el Congreso, con una participación política horizontal, colaborativa y digital. Si se le brindan oportunidades reales, ¿podrán convertirse en la fuerza que refresque la política y la economía nacional? ¿de aportación y desarrollo?

La idea de la “generación equivocada” en el Perú suele apelar a una generación incomprendida, frustrada y desilusionada por las condiciones socio – políticas y económicas y que, en principio, no se deja engañar, como las viejas generaciones. Una generación consciente de las contradicciones de su tiempo y crítica con las estructuras de poder, pero incapaz de hacer introspección y ver que son los nuevos títeres de la izquierda. Esperemos que la generación no sea más que un error literal, sino que sepa distinguir la verdad y que no se deje liderar por ideologías de moda.

1 comentario

  1. Asumir que todos los nacidos entre 1995 y 2010 están involucrados es un despropósito, son unos cuantos desadaptados, como los pulpines, previos a sagasti,es la narrativa de la izquierda que ahora busca imponernos un engendro, suma de dina y sagasti, alguien dijo susel. Pues a eso nos encaminamos, dos semanas más de agitación y lo tendremos servido, hay más bien que denunciar el plan que se traen entre manos, para que tengan que negarlo. Porque así es el rojerio, cuando no lo consiguen de un modo, se inventan otro. A estar atentos, repetir esto por las redes sociales, y empezar a decir que son tontos útiles de la izmierda. Qué pena mi Perú.

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