Política

EL ANTIFUJIMORISMO COMO CHIVO EXPIATORIO

Por: Silvia Suárez*

Augusto Álvarez Rodrich en su columna de La República, en el artículo “La distancia que los dispara”, señaló que una parte del antifujimorismo era “bruto y achorado”.

El antifujimorismo no se expresa en razones templadas, como se esperaría en una posición política, el antifujimorismo se enuncia en emociones alzadas. Por ejemplo, cuando le preguntas a un antifujimorista acerca del porqué rechaza a Keiko o a Alberto Fujimori, no sueles encontrar respuestas moderadas, sino una carga de intensas emociones en las expresiones de rechazo, y las que se manifiesta en el lenguaje verbal y no verbal, como también se expresa en las caricaturas denigrantes que comparten en sus redes.

Por otro lado, cuando se les da razones clarificadoras sobre los mitos políticos que repiten -los mitos se construyen sin asidero real y por tanto no llegan a ser ganancia legal- el desenfado se intensifica en el antifujimorista y este otorga respuestas aún más primarias, tales como “seguro recibiste tu táper, eres kk o montesinista”.

La indignación e irritabilidad del antifujimorista se traducen en imágenes simbólicas. Es decir, con el ojo clínico, observas “criaturas heridas que regresan al abandonado bosque inhóspito, donde alguna vez se refugiaron, luego de haber sido dañadas en los afectos más importantes que se debieron cuidar para sus existencias”.

En este lineamiento, las declaraciones de indignación y cercano a sentimientos de expresión de odio, son la señal de algo más profundo. Sus íntimas declaraciones indican un “por favor créeme, lo necesito para apaciguar mi dolor, no me hagas esto”.   Entiendes, entonces que hay otras motivaciones.

Tiene razón Augusto Álvarez Rodrich, al declarar que el antifujimorismo “es bruto”, porque se entrampa en un mecanismo básico que puede llevarlo hacia estados bestiales manejados por nuestro cerebro reptiliano, anulándose toda capacidad del uso del cerebro prefrontal.

Asimismo, el antifujimorista no admite ningún punto positivo del gobierno fujimorista y borra de su mente u omite argumentos sobre los veinte años de los otros gobiernos que sucedieron a Alberto Fujimori. Para ellos la culpa de todo es del fujimorismo.

Sabemos que los seres humanos hemos creado frustraciones tras una vida recorrida con expectativas truncadas, situación difícil de confrontar con las que fueron nuestras más sublimes esperanzas de realización. Alguien y circunstancias con vaivenes de malos vientos, dañaron nuestra pureza, golpearon la sensibilidad de nuestra alma y afectaron su esencia.

Por otro lado, los psicoanalistas dicen que los primeros responsables de nuestros traumas fueron los padres, y los cognitivos conductuales consideran que existen condicionamientos y creencias irracionales, en mayor o menor grado en todos los seres humanos.

Asimismo, muchos de nosotros seguimos guiones familiares; por ejemplo, si los padres y abuelos rechazan a una posición política o tuvieron una vocación, la estirpe también la sigue en sentimiento tribal.

Luego de lo expuesto te preguntarás ¿Cómo existe un “anti” con tanta potencia en nuestro país? Explico:

Un grupo de poder y sumamente inteligente, pero de ética perversa, creo un mecanismo primario para “resolver” estos tormentos íntimos, donde muchos peruanos podrían simplificar el desplazamiento de la pulsión intensa de las propias angustias personales. Este grupo de poder, primero estableció el mecanismo orientándolo hacia un personaje llamado Alberto Fujimori (autoritario como han sido la mayoría de los padres) y luego a su hija llamada Keiko Fujimori, quien sustituyó y complementó su imagen. En ellos exageraron todos los mecanismos donde la mente irracional podría descansar, lo que los terapeutas cognitivos conductuales reconocen como “pensamiento todo o nada, pensamiento catastrófico, magnificación, filtro mental, generalización excesiva o etiquetación”.  Los analistas junguianos, expertos en simbolismos, agregarían que   crearon arquetipos con responsabilidad mágica. En resumen, el resultado fue la creación del famoso ritual   del chivo expiatorio.

Descubrimos entonces que el chivo expiatorio es un mecanismo primitivo y atávico, que se desplaza en la figura de   arquetipos artificiales, incentivando pensamientos irracionales, y lo que sirve para no enfrentarnos a un profundo dolor del que nos sentimos impotentes como a la vez culpables y, por tanto, avergonzados. Dolor que escondemos frente a los ojos de los demás, pero que necesitamos liberar. Dolor al que nos duele confrontarnos y que incluso no queremos ver. Dolor personal antes que social. El odio es una significancia del dolor.

El chivo expiatorio que estos personajes perversos nos han orientado a escoger como nación, ayuda como una descarga ligera, pero no resuelve el problema nuclear. Nosotros, al hacer catarsis en el chivo expiatorio del fujimorismo, evadimos el dolor individual para conjugarlo y liberarlo en un ritual colectivo. En otras palabras, cuando el antifujimorista vocifera el trauma personal desplazado hacia los Fujimori, se apacigua inmediatamente su dolor en una especie de catarsis colectiva -donde miles otros, en terceros espacios lo están haciendo al mismo tiempo- pero no desaparece el problema personal.

Compatriotas, elevemos nuestra cultura psicológica y dejemos de entretejer nudos mágicos y confrontemos nuestros puntos ciegos de una manera realista y sanadora. Lo fuertes problemas existenciales se tratan en primer término con una buena terapia y en término alterno, se busca a talentosos buenos amigos o amigas, para una “conversa” liberadora en un café a lo Platón.

Que, en estas elecciones, tu voto se sustente en análisis razonados de los planes de gobierno de ambos candidatos, y no en odios manipulados.

 

*Psicóloga.

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