Política

CARA DE PALO, CONCIENCIA DE JEBE

Por: Hugo Guerra Arteaga

La noche del sábado, igual que muchísimos peruanos, terminé con una sensación vomitiva incontrolable tras ver cómo Martín Vizcarra se burla del país ante las evidencias de sus delitos perpetrados cuando era gobernador de Moquegua; y cuando sostiene, sin empacho alguno, que tendríamos que darle las gracias por la “brillante” conducción de la crisis nacional frente a la pandemia y el descalabro económico que padecemos.

Está demostrado indiciariamente que hizo el trabajo más asqueroso de cuanta autoridad regional existe: siendo dueño de la faltriquera alertó a un postulante sobre cuánto debía ofertar en una licitación, ayudó a ganar la buena pro y después cobró un millón de soles. Además a la beneficiaria le sacó un viajecito “de responsabilidad social” Moquegua – Lima. Las pruebas son incontrovertibles, pero como las aporta un aspirante a colaborador eficaz para Vizcarra todo es un complot.

Frente a personajes así, que hasta se burlan de una periodista rebasada por tanta información incriminatoria, y frente a la soberbia de un dictador que pretende abrumar con obras que jamás siquiera ha intentado ejecutar, la sabiduría de mi abuela simplemente hubiera concluido en que este sinvergüenza tiene cara de palo y conciencia de jebe, a quien solo le pueden creer ignorantes y marcianos.

Ignorantes abundan en el actual Congreso ilegítimo y populista nacido del golpe de Estado de septiembre de 2019. Allí no faltará quien intente un infructuoso segundo proceso de vacancia presidencial porque, aun cuando ese es el recto camino constitucional, la mayoría de partidos está metido en la búsqueda soez de inventar fórmulas electorales en el supuesto de que habrá elecciones limpias el 2021.

Marcianos son aquellos pseudo constitucionalistas y opinólogos que presentan fórmulas extrañas como pedirle al dictador que deje en los próximos meses el poder en manos del primer ministro, sin renunciar, para bajar la tensión política. Y es que, claro, cualquier puede zurrarse impunemente en la Constitución si total ya vivimos en dictadura.

Pero lo más grave no son las piscopatías de Vizcarra, sino el espanto de comprobar que ningún partido, nuevo o viejo, toma la única bandera de saneamiento que corresponde para liberar al Perú de la mafia profunda que lo tiene postrado: sancionar realmente a Odebrecht, el club de la construcción y la red mediática que está detrás del mayor expolio de la historia por encima de los contratos de la Casa Grace en el siglo XIX.

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