Iglesia

AQUEL CRUCIFICADO

Por: Alfredo Gildemeister

¿Se han preguntado alguna vez por qué la cruenta ejecución de un insignificante hombre judío, hijo de un humilde carpintero, que nunca ocupó cargo público alguno ni poseyó riqueza ni poder, crucificado en un alejado territorio del imperio romano hace casi dos mil años, es recordado todos los años hasta hoy? ¿Qué de especial tenía -o tiene- ese crucificado para que, pasados casi veinte siglos, la humanidad no lo olvide sino, todo lo contrario, lo recuerde asiduamente? Para poder responder a estas interrogantes, es menester tomar en cuenta diversos aspectos a fin de responder a todos aquellos que piensan que lo sucedido en aquel crucificado, constituyen meras leyendas o simples tradiciones o inventos creados por la imaginación o fantasía humana, con miras a satisfacer de alguna manera esa ansia de todo ser humano, de buscar lo trascendente.

En primer lugar, debemos señalar que ese hecho ocurrió, concretamente en un momento determinado y puntual de la historia, durante el reinado del emperador Tiberio, siendo gobernador o procurador de Judea un tal Poncio Pilato, siendo sumo sacerdote del Templo de Jerusalén, Caifás y Tetrarca Herodes Antipas. Al margen de los Evangelios y demás libros del Nuevo Testamento, como los Hechos de los Apóstoles escrito por San Lucas, diversos historiadores y escritores romanos de la época mencionan en sus obras el hecho concreto de la crucifixión del tal Jesús Nazareno y su resurrección. Así tenemos a Tácito en sus “Anales”, Suetonio en sus “Doce Césares” e inclusive al judío romanizado Flavio Josefo en sus “Antigüedades”, por solo mencionar algunos escritores de la época. Entonces, vuelvo a preguntar: ¿Qué tuvo de especial esta cruenta crucifixión? ¿Por qué no se olvida a este reo crucificado? ¿Por qué estos autores hacen mención de esa crucifixión en especial, cuando todos los años eran crucificados decenas de reos, prisioneros de guerra y demás delincuentes?

Cabe mencionar que la crucifixión de Jesús Nazareno no constituía un acontecimiento raro o esporádico en el mundo romano de aquél entonces. De acuerdo al Derecho Penal romano, la crucifixión era la manera mas cruenta y humillante que tenían los romanos de castigar y ejecutar a los peores malhechores y delincuentes de la época. A modo de ejemplo, cabe recordar como Craso mandó crucificar como escarmiento, a cerca de seis mil esclavos y gladiadores sobrevivientes a la derrota de Espartaco en el 71 a.C., en ambos lados a lo largo de toda la vía Apia, desde Capúa (la zona de Nápoles y sus alrededores) hasta la ciudad de Roma. Ya con el cristianismo, miles de cristianos fueron también crucificados en el circo e inclusive quemados como teas vivientes, durante el reinado de Nerón y otros emperadores. Precisamente, en época de Nerón, el mismo San Pedro sería crucificado, pero de cabeza puesto que solicitó no morir como su Señor, pues no se consideraba digno. En esos mismos días San Pablo, Saulo de Tarso, también sería ejecutado como cristiano, pero a diferencia de Pedro, fue decapitado en la colina vaticana en Roma, puesto que Pablo era ciudadano romano y un ciudadano romano no podía morir crucificado por su status de ciudadano.

De otro lado, el proceso judicial o legal a Jesús Nazareno, s así le podemos denominar, esta muy bien descrito y documentado. El proceso se dio en dos etapas: primero ante el Sanedrin de los judíos; y luego ante el fuero romano de Pilatos en el pretorio. En la primera etapa se le acusa a Jesús de blasfemo. Cuando el mismo Jesús dice ser Hijo de Dios, el Sanedrín lo condena a morir. Sin embargo, bajo el yugo de Roma, el Sanedrín no podía condenar a muerte. Solo Roma tenía el “ius gladii” (derecho a condenar a muerte a un reo). De allí que lo lleven al pretorio, ante la presencia del gobernador Poncio Pilato. Allí no lo acusan de blasfemo, sino por sublevar al pueblo y prohibir el pago del tributo al Cesar. Pilato reconoce que no hay delito alguno. Le pregunta si es el rey de los judíos y Jesús lo afirma diciendo: “Tú lo dices”. Pero para satisfacer a la masa que reclama su crucifixión, manda flagelar a Jesús. Al no tener Jesús la ciudadanía romana, sino ser un simple judío como cualquier otro, Pilato puede disponer de ese “escarmiento” como él mismo lo llama. La flagelación era un castigo tan duro que muchos morían a los pocos latigazos. Los “flagelum” utilizados tenían varias tiras con puntas de plomo en sus puntas e inclusive con ganchos para arrancar la carne, tal como se puede contemplar en la película “La Pasión de Cristo” dirigida por Mel Gibson. Luego de ser flagelado y coronado con un casquete de espinos, Pilato lo presenta nuevamente a los judíos: “Ecce homo”, “allí tienen al hombre”. La masa clama su crucifixión. Pilato atemorizado, procede a lavarse las manos, libera al asesino Barrabás y entrega a Jesús para su crucifixión.

Jesús es obligado a cargar su cruz, en realidad un “patibulum”, esto es, un grueso madero que le amarran encima de los hombros, por detrás de su cabeza. Cae varias veces contra el suelo, destrozándose la cara. Finalmente es desudado, clavado al madero a la altura de las muñecas y un solo clavo atravesará sus dos pies. No solo es una pena de muerte, es una lenta tortura en donde cada vez que trata de respirar, tiene que apoyarse en sus pies atravesados. La muerte en la cruz por lo general es por asfixia. Pasan las horas. Suceden acontecimientos muy extraños y únicos. El sol se oculta, los cielos se oscurecen y el velo del templo que cubre el “santasanctorum” se rasga en dos partes y Jesús entrega su alma en la cruz y muere. Era la hora nona, como las tres de la tarde. Un terremoto sacude la tierra y la poca gente que estaba cerca regresa corriendo a sus casas. Faltaba poco para el sábado. Era como si la naturaleza y el mundo se rebelara por lo que venía sucediendo. Muchos vieron muertos resucitados caminando por las calles de Jerusalén. El centurión romano que cuidaba al crucificado exclama impresionado: “Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios”. Posteriormente aparecen unos soldados romanos que le rompen las piernas a los dos ladrones también crucificados para acelerar su muerte. Cuando ven que Jesús ya estaba muerto, no le rompen las piernas. Un soldado llamado Longines, atraviesa con su lanza el costado de Jesús, manando de inmediato agua y sangre. Luego el cuerpo de Jesús será bajado de la cruz, limpiado y sepultado de manera apresurada por José de Arimatea y algunas mujeres, colocando una gran piedra en la puerta del sepulcro. El Sabbath judío ya comenzaba.

Vuelvo a la pregunta inicial, ¿Qué de especial tenía ese crucificado para que, pasados casi veinte siglos, la humanidad no lo olvidase? Pues simplemente que no solo era un hombre sino era Dios. Se trataba de Dios hecho hombre el cual se entregó por nosotros cuando fue su voluntad, muere cuando El decide que muera, por la salvación del mundo. Pero ahí no terminan los hechos. Al tercer día resucita y muchísimas personas son testigos de ello. Jesús es Señor de la vida y de la muerte, y su reino no tendrá fin. “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” había dicho. Además, tal como se lo dijera Pedro alguna vez: “Señor, ¿A quien iremos? Sólo tú tienes palabras de vida eterna”. Esa es la respuesta a la pregunta inicial, eso es lo que tiene de “especial” esta crucifixión entre miles: Es el único Dios vivo que se entrega por amor a la muerte y resucita como Dios y Señor. He ahí su atractivo: Sólo Él tiene palabras de vida eterna. Es el Camino, la Verdad y la Vida. No hay otra.

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