Por: Luciano Revoredo
Pedro Salinas Chacaltana, conocido youtuber y autor de diversos libros, decidió querellarme por una supuesta difamación que jamás cometí. En la primera instancia, el juez encargado del caso dictaminó “no ha lugar” y archivó la denuncia, dando en su sentencia una lección esencial sobre el periodismo y la libertad de expresión. Fue un recordatorio claro de que la opinión nunca se puede criminalizar y que ciertos personajes públicos se exponen al escrutinio también público de sus actos.
No satisfecho con este resultado, Salinas a través de su abogado del estudio de Julio Arbizú decidió apelar la decisión. Sin embargo, en lugar de obtener el respaldo que esperaba, la segunda instancia no le dio la razón. En su lugar, optó por devolver el caso para una revisión en la primera instancia. Este movimiento inesperado abrió un nuevo capítulo en el proceso legal.
En esta revisión, la jueza a cargo no emitió una condena en mi contra. En su lugar, decidió acogerse a la figura legal de la reserva del fallo condenatorio. Esta figura permite al juez suspender la emisión de una sentencia condenatoria, condicionando la misma a que el acusado mantenga un comportamiento adecuado durante un período de tiempo determinado, en este caso, un año. Si se cumple con estas condiciones, el caso puede ser finalmente cerrado sin que exista una condena formal. Es decir, nunca fui condenado.
Sin embargo, mi abogado, el brillante Humberto Abanto, no se conformó con esta resolución. Abanto, con su aguda visión jurídica, solicitó la nulidad de lo actuado, argumentando que el proceso tenía vicios que debían ser corregidos. Su petición fue concedida, se declaró la nulidad de lo actuado, lo que implica que el caso no concluirá en la instancia actual, sino que será elevado a la Corte Suprema.
En conclusión, la batalla legal está lejos de haber terminado y Salinas y sus ayayeros de la caviarada odiadora tendrán que guardar sus adjetivos y su sarcasmo por un tiempo. A pesar de sus vanos intentos por obtener una condena que manche mi intachable trayectoria, la realidad es que el caso ahora se verá en la Corte Suprema, donde se decidirá finalmente su desenlace. Así que, Pedrito, ¡Aún no cantes victoria!; el camino legal sigue abierto y las cartas están nuevamente sobre la mesa.
Reproducimos resolución de nulidad