Política

PALACIO DE GOBIERNO ES UN REFORMATORIO

 Por: Juan Antonio Bazán

Palacio de gobierno es un reformatorio político. Se trata de una correccional de seda que en los últimos treinta años ha resocializado, ha normalizado, a nuestros presidentes de la república. La reeducación presidencial es categórica y, a la vez, parcial. Se centra en una de las dimensiones de la política: policy, o el resultado; pero excluye a las otras dos dimensiones: polity, o la estructura, y politics, o el proceso. Al presidente se le educa, se le disciplina, en políticas públicas y hasta en el proceso económico general. Pero, se le permiten la mala educación e indisciplina, los malos modales e insolencia, para con las instituciones políticas y constitucionales, y para con la cultura política y constitucional. Tampoco se le educa en ética, hasta permitírsele la psicopatía anética. No obstante, todos nuestros presidentes, o casi todos, en mayor o menor grado, han acatado los mecanismos de la resocialización como condenados: Han sido reeducados al punto de alejarse de sus conceptos previos de campaña electoral, para gobernar de acuerdo a la historia mínima de país; han sido reincorporados al extremo de abandonar su partido y sus camaradas originarios, para adoptar al Estado y hacer nuevas alianzas y amigos; y, por supuesto, han sido rehabilitados para con la sociedad peruana y para con la comunidad internacional. El palacio reformatorio ha mostrado tal eficacia que el sentido común dictaba que una vez en palacio los presidentes hasta parecían morigerarse solos. La historia del palacio reformatorio en asuntos de Estado, de gobierno y especialmente en políticas públicas registra dos casos célebres de presidentes resocializados por completo: Alberto Fujimori y Ollanta Humala, pues una vez en la presidencia cambiaron el plan de gobierno partidario por otro diametralmente opuesto, y una vez instalados en la casa de gobierno cambiaron ellos mismos.

El presidente es como un detenido, al cual se debe reformar, en palacio. Foucaultiamente, palacio le expropia el cuerpo por la vigilancia y el trabajo, y pudiera readaptar su raciocinio y su personalidad. Es así: El presidente obra como un detenido, disciplinado en su proceso de resocialización. Michel Foucault cree que las prisiones han fracasado en su finalidad de readaptación social del condenado, pero, al mismo tiempo, cree en la efectividad de otras formas de readaptación. No obstante, el filósofo dice que “la detención penal debe tener como función esencial la trasformación del comportamiento del individuo: La enmienda del condenado como fin principal de la pena es un principio sagrado… La pena privativa de libertad tiene por fin esencial la enmienda y la readaptación social del condenado”. Así como Vigilar y castigar tiene entre sus objetos de estudio a la institución-prisión, este artículo recorta su objeto de estudio en la institución-palacio y en el presidente reformado o a reformar. Palacio también es un panóptico, por vigilancia y por arquitectura: Por vigilancia, en tanto que todos los actos del presidente como jefe de gobierno y jefe de Estado, y casi todos los actos del presidente como persona, son custodiados y públicos. Por arquitectura, en tanto que los dos epicentros, la residencia presidencial situada en el centro más protegido de toda la construcción palaciega, y el despacho presidencial ubicado a continuación del salón dorado, tienen comunicación por anillos de seguridad, que en verdad son anillos de cortesanía política, que le imponen al presidente una invisibilidad lateral y hasta una visibilidad axial. El presidente es visto, pero él casi no ve. Es más, el trabajo presidencial lo convierte más en objeto de información que propiamente en sujeto de comunicación.

Todos los presidentes han sido reformados, disciplinados, en Palacio. Todos, menos dos: Pedro Castillo y Dina Boluarte. Mi pregunta: ¿Puede palacio obrar como reformatorio de estos dos mandatarios? Mi respuesta: No. Palacio y sus mecanismos de lenguajes y objetos de poder no pueden correccionar a estos presidentes ideológicos. En verdad, ni palacio, ni nada. Palacio de gobierno es un reformatorio presidencial prestigioso, pero Castillo y Boluarte son, a la vez, presidentes y huérfanos de Perú.

 

Dejar una respuesta