Por: Jennifer Barreto-Leyva
México hizo historia hace unas horas por elegir a la primera mujer presidente del país, en uno de los momentos más oscuros que vive el mundo, con escenarios sangrientos y muy complejos donde la integridad y el mal pelean en cada ciudadano e instancia, en cada esquina.
Gana Claudia Sheinmbaun, el rostro de la política feminista y de izquierda del país, quien hereda una de las peores administraciones que ha tenido México, la de Andrés Manuel López Obrador, ese mismo que en cada oportunidad dijo insensateces, se burló del dolor de sus conciudadanos, y le hizo el camino a la hoy presidente electa, para que sus gestas progresistas sean un paseo al mar.
México hoy es la tierra de nadie. Con casi 100 años de gobiernos de izquierda, sin liderazgos serios y ahora debemos sumar a la ecuación un agregado nefasto, el progresismo que se presenta con la Agenda 2030, entre muchas otras propuestas igual de nefastas, inmorales y destructoras absolutas de la sociedad y el ser humano.
Sheinmbaun gana captando casi un 49% de la intención de voto, con una gestión profundamente populista, emulando modelos nada novedosos desde el socialismo. Una victoria que anticipé con preocupación hace un año exactamente obteniendo como respuesta expresiones de ignorancia, entre risas con una falsa superioridad moral que no era otra cosa que ego de niños grandes heridos, negados a aceptar lo que ahora les espera irremediablemente.
Esta administración traerá muchos dolores de cabeza y no solo hablo de las políticas internas que la nueva presidente vaya a aplicar a sus conciudadanos, votantes por ella o no. La política internacional será un tema del que se hablará con frecuencia de México. El progresismo cree en los “open borders”, fronteras abiertas a todos, tal y como se ha aplicado en la administración Biden. Con este concepto fantasioso de hermandad globalista, y una humanidad de la que mucho se ufanan y poco aplican, proponen descontrol y privilegios sin la menor estructura o revisión legal a todo el que quiera entrar o salir del país.
Si sumamos esto, más el profundo daño que ocurre en este momento, en tiempo real en los Estados Unidos, con la entrada masiva, descontrolada de todo individuo que quiera pisar suelo americano sin el menor reglamento y estructura, podemos decir que está gestándose un caos perfectamente permitido y supervisado del que todos pagaremos las consecuencias.
Pero volviendo al proceso ocurrido hace algunas horas, podemos decir que han sido las elecciones más irregulares ocurridas en la historia de México.
Asesinaron a 37 candidatos, hubo violencia en los centros de votación, y la única opción de derecha, representada por Eduardo Verástegui, se da con muchas dificultades, haciendo imposible una verdadera representación de todos los sectores políticos.
Cuando analicé tantas veces en medios de comunicación la participación de Verástegui, la comparé con sus santas diferencias con Ronald Reagan. En tiempos y contextos históricos muy distintos, era una apuesta fresca, nueva y limpia de un actor que solo aspira lo mejor para su país. Algo que México necesitaba urgentemente. Es un país que ya no puede más.
Se rieron de Eduardo cuando recorría las calles del país, recibió burlas muy fuertes y groseras de sus propios compañeros del medio, toleró situaciones complejas en aras de seguir su jornada hacia la silla presidencial. La fortaleza que solo un hombre con Dios en su corazón y profundos principios puede tener y demostrar. El ser humano cuando quiere ser bajo y nefasto puede serlo mucho. Lo vi en el acoso sostenido que ciertos grupos mantienen a la fecha con Eduardo.
Quienes hoy se sienten victoriosos y ríen desde su absoluta ignorancia por el triunfo de Claudia Sheinmbaun, ojalá conserven el optimismo y la sonrisa cuando las consecuencias de sus políticas de izquierda y progresistas comiencen a hacer efecto.
La historia no se equivoca, ha mostrado una y otra vez que no resultan y así lo veremos otra vez, por desgracia. Nadie normal y sano de corazón y mente puede desearle sufrimiento a nadie, más habiéndolo vivido por más de la mitad de la vida en carne propia, como es mi caso.
Soy firme creyente de que la representación importa, en política esto es vital y no lo hemos comprendido a plenitud, y por eso estos juegos de egos que tanto abundan en una derecha terca y a la que le queda mucho que aprender y crecer, esta carta volverá a jugar en contra, en este caso en particular.
De nada vale para mí como mujer, que otra mujer haya ganado y sea presidente, cuando es feminista, abortista, socialista y todos los gérmenes sociopolíticos terminados en “ista” que pueda imaginarse usted.
En este momento, donde la mujer está siendo desplazada por hombres con vestidos de sus espacios, le normalizaron el asesinar a sus hijos en el vientre materno y donde su única representación en política son sus pares del lobby verde o violeta, es cuando más debemos preocuparnos de que mujeres están y estarán en el poder, puesto que las políticas que éstas aprueben y propongan, definirán nuestros derechos y estatus, entre muchas otras cosas a considerar.
Mucho celebrar la primera mujer presidente, pero no veo a nadie, con seriedad sopesando las profundas y terribles consecuencias que esto representará para ese México decente que aún existe y está entre las tinieblas de la orfandad política, altos niveles de violencia y corrupción, entre otras complejas situaciones.
Primera presidente sí, pero sabrá Dios a que costo.
¡Hasta la próxima!
Saludos Jennifer, ayer justamente hablando con una amiga que te has desaparecido, me alegra saber que vuelves.
Pues, el diablo que está en la muerte a la que le rinden culto en ese país, no deja que ese país progrese, y más bien aumenta su hundimiento y la violencia de los narcos ira en aumento, y ya pronto alcanzará a los hijos de quienes están en el poder y será tarde.