Internacional

LUCHAS FRATRICIDAS

Por: Alfredo Gildemeister

Cuando conocí a la tía Merche, ella tendría unos 75 años aproximadamente, española y madrileña de pura cepa, vivía con su esposo Pedro, en un quinto piso de la calle Duque de Sexto número 42, en Madrid. Nos alojó a mi esposa y a mí recién casados, por un par de semanas.

Un buen día mientras cenábamos, me contó un poco de su vida. Siendo una joven muchacha a mediados de los años treinta, comenzó a ser testigo de la violencia que cada vez más se iba manifestando en las calles y plazas de las ciudades y pueblos de la España de aquellos años. Las iglesias comenzaron a ser saqueadas, algunas incendiadas y destruidas; las familias tradicionales, los valores y principios personales empezaron a ser cuestionados o muy criticados y hasta agredidos.

Los católicos principalmente pero también las demás religiones comenzaron a ser criticadas y atacadas violentamente. Un día apareció un sacerdote muerto en la puerta de su parroquia, otro día aparecieron un par de monja violadas y asesinadas. La violencia fue creciendo hasta que a mediados del mes de julio de 1936 comenzó lo que se denominaría la guerra civil española. Merche vivía en Madrid y la guerra cambió su vida por completo. Todos sus amigos se fueron a pelear, unos al bando de los “Republicanos” –izquierdistas, comunistas y socialistas- y otros al bando de los “Nacionalistas” –derechistas y fascistas por lo general-.

En un momento dado Madrid comenzó a ser atacada por los nacionalistas. Cada día se enteraba de algún amigo muerto en la lucha, e inclusive una vez le pasó que al ir a comprar algo de alimentos para su hermana y su madre, se encontró en una esquina con el cuerpo de un muchacho amigo suyo colgando ahorcado de un árbol. Así se vivía cada día. Finalmente Madrid cayó y la guerra terminó luego de tres años. La gran mayoría de sus amigos habían muerto en la guerra. Su vida social consistía en reunirse con algunas amigas a tomar un poco de té y punto. No habían muchachos prácticamente o, en todo caso, muy pocos disponibles.

Un buen día, ya no recordaba muy bien cómo, comienza a cartearse con un muchacho que vivía en Lima, Perú. Se llamaba Clodomiro. Las cartas iban y venían cada vez con mayor frecuencia, hasta que Clodomiro le pidió matrimonio. Merche aceptó. Le envió un poder por correo y se casaron por poder, pues una señorita española no podía viajar al Perú sola, sin estar antes casada, a reunirse con un hombre.

Nunca intercambiaron una sola fotografía. Eran finales de los años cuarenta. Ya casados por poder, Merche viajó al Perú a casarse por lo religioso como Dios manda con Clodomiro. El día que el avión llegó al aeropuerto de Limatambo en Lima, toda la familia de Clodomiro estaba allí esperando en pleno, con el corazón en vilo, ansiosa de conocer a esa españolita que le había robado el corazón a Clodomiro.

Cuando Merche se asomó por la puertezuela de la aeronave, todos se quedaron atónitos. Vieron bajar a una señorita española muy elegante y guapa por las escalinatas del avión. Clodomiro estaba embelesado. Fueron muy felices. Vivieron en Miraflores unos cuantos años hasta que muy joven aún, falleció Clodomiro. Merche se quedó como viuda joven. No habían podido tener hijos. Vivió sola en su casa en Miraflores, con Rosa, la muchacha que la atendía, y un par de veces al año viajaba a España en barco, pues no le gustaban los aviones, a ver a su hermana Ángeles. En uno de esos viajes conoció a Pedro, español como ella, y bastante mayor que Merche. Conversando con Pedro se dio cuenta que la vida de éste había sido de película. Se enamoró perdidamente de él.

Pedro había peleado en la guerra civil en el bando de los republicanos. Era de ideas socialistas y radicales, rayando en comunista y muy simpático. Peleó contra los nacionalistas de Franco hasta la última batalla en el Ebro y estuvo en la caída de Barcelona. No dispuesto nunca a rendirse, huyó a Francia con unos pocos cruzando los Pirineos. Fue en Francia donde se unió al movimiento de Resistencia francesa, peleando al lado de los “maquís” contra los nazis.

Mientras cenábamos y Merche cortaba la deliciosa tortilla de patata que siempre me preparaba, Pedro me contaba de todos los atentados que hizo con sus compañeros de la Resistencia, contra trenes, camiones y patrullas nazis. Pedro se ponía muy serio pues obviamente no eran recuerdos agradables pero sí entrañables para él. Desde pelear contra sus compatriotas españoles en la guerra civil -hermanos contra hermanos, padres contra hijos, amigos contra amigos- y verlos morir por una causa, todo esto dejó una gran huella en su vida. Tanto Merche como Pedro coincidían en que lo que ellos habían vivido día a día -ella sitiada en Madrid y Pedro desde las trincheras- viendo morir o desaparecer a diario a familiares y amigos, españoles como ellos, fue algo espantoso. No era el enemigo extranjero o de otras tierras o países, eran españoles con familiares y amigos conocidos comunes, compañeros de trabajo y de estudios, etc. que se destruyeron entre ellos.

Terminada la Segunda Guerra Mundial, Pedro regresó a España, pero no pudo quedarse ya que el gobierno de Franco estaba deteniendo, interrogando y haciendo la vida imposible a los excombatientes republicanos, por lo que optó por irse a vivir a Venezuela y nacionalizarse venezolano para en los años siguientes poder ingresar a España para visitar a su familia. Fue en uno de esos viajes que conoce a Merche. Finalmente terminaron casándose y viviendo en Madrid, en donde fueron muy felices. Merche se llevó a Rosa a Madrid. La quería como a una hija. Así fue como conocí a Merche y a Pedro, viviendo muy felices en su departamento en Madrid, ya mayores y bien atendidos por Rosa, también con sus años. Siempre que pasaba por Madrid los visitaba o me alojaba con ellos, los cuales me engreían mucho. En la cena el tío Pedro solía contarme de la guerra, de esa España que se fue, de tantos españoles matándose salvajemente entre ellos. Hace pocos años falleció Pedro y al poco tiempo Merche. Siempre los recuerdo con cariño, sus historias y vidas tan curiosas, así como el agradecimiento que Pedro siempre le tuvo a Venezuela.

Hoy la Venezuela que acogiera al exguerrillero y exmaquí Pedro Mora y a tantos miles de peruanos durante la dictadura de Velasco, vive una lucha entre hermanos, por culpa de un miserable dictador. Una lucha fratricida, entre hermanos. Si bien la salvaje guerra civil española que vivieron Pedro y Merche es comparable con la actual situación que vive Venezuela, esperemos que esta insurgencia legítima del pueblo venezolano tenga éxito y termine pronto esta lucha fratricida, esperando que Venezuela vuelva a ser esa democracia grande y prospera que alguna vez lo fuera.

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