Política

LAS DENUNCIAS QUE FALTAN

Por: Hugo Guerra Arteaga

Aún no se puede cantar victoria, pero es indudable que la caviarada está sufriendo duros golpes políticos que deben ser celebrados por un sistema democrático que fue parasitado por la izquierda radical y la progresista a partir del año 2000.

Destacan entre los principales logros la desarticulación del Eficcop, convertido en centro de extorsión y policía política con la hoy reformada Diviac; la apertura de proceso por desbalance patrimonial al verdugo Domingo Pérez; el cambio de puesto de la temible Marita Barreto; el anuncio  de que el TC concede el habeas data para conocer la magnitud de la traición a la patria consignada en el acuerdo secreto con Odebrecht; la sentencia condenatoria recaída sobre Alejandro Toledo; y, entre otras cosas, la inminencia del dictado de prisión contra el lagarto Vizcarra y la inhabilitación de su exministro de Salud.

Nada de eso hubiese ocurrido, ningún delito se hubiera perpetrado contra el pueblo peruano sin el concurso de un conjunto de felones y miserables que no solo ocultaron lo que ocurría, sino que inclusive lo elogiaron y justificaron.

Decenas de operadores políticos taparon los actos de cohecho sistemático; dirigentes de diversos partidos justificaron las tropelías contra el sistema democrático y avalaron el golpe de Estado revestido de impunidad por un anterior TC ideologizado y corrupto; la mafia de las ONG y la prensa corrupta manipularon las persecuciones políticas, los agravios sistemáticos contra la oposición y los procesos kafkianos contra quienes denunciamos los crímenes de la izquierda que saqueó al Estado de manera inmisericorde.

Esos malnacidos convirtieron a Vizcarra en el “padre” que necesitaba la nación; inventaron el caso de la DEA contra Keiko; y hasta le lavaron la cara a la corrupta Odebrecht para que, pese a sus fechorías, siga contratando con el  Perú como si nada hubiese ocurrido.

Pero nada es eterno y por fin ese ejército de saqueo, crimen y corrupción está cayendo. Ahora nos falta denunciar con nombre propio a cada uno de los medios de comunicación cómplices de la salvajada caviar; a cada uno de los editores y periodistas que firmaron la defensa de esa horda, aunque en este momento traten de pasar desapercibidos; a cada politicastro que se prestó para el desastre y, en fin, a cada aquel que formó parte de la ignominia. No se trata de venganza, sino de esclarecimiento y verdad sobre uno de los períodos más sórdidos de la historia republicana.

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