Cultura

LAS DECISIONES QUE NO SE TOMAN

Por Ibeth Angulo

 

“Los malos tiempos forjan hombres fuertes, los hombres fuertes crean buenos tiempos,
los tiempos buenos crean hombres débiles y los hombres débiles crean malos tiempos”.
Hoff

 

Con esta reflexión introductoria de Hoff, Alex Fidalgo decide iniciar la exploración del pensamiento de su entrevistado: Arturo Pérez Reverte. El escritor no duda en señalar su acuerdo con tal, e indica además que “todo Titanic tiene su iceberg”. Añade como fundamento que en occidente hemos formado generaciones sobreprotegidas, y por ello incapaces de reconocer lo adverso, con un sentido nulo del desastre. Y, en tanto se asoman los momentos duros de la humanidad, se reconoce que quienes son parte de ellas se encuentran desprovistos de mecanismos para hacerles frente.

Siendo conscientes de que las circunstancias pueden ser adversas, se incentiva la solidaridad, la amistad, la caridad, la supervivencia, en el sentido más racional y colectivo, que logra su materialización en la ayuda mutua. Perdida esta sensibilidad, vamos por el mundo pensando casi únicamente a nivel individual y negando la desgracia, con lo cual esa capacidad para alertar el peligro se desvanece.

Esa mirada light del mundo, mezclada con débiles vínculos con el entorno, tiene un correlato de comportamiento inofensivo y débil, falto de proactividad y determinación para tomar decisiones. Indecisión e inacción, en suma: cobardía, que termina siendo perjudicial para todos. Dice Pérez Reverte: “debilidad y cobardía son los peores enemigos”.

No podemos decir que la indecisión es un desastre, pero no hay duda de que sus consecuencias si lo son. Ejemplos sobran: las bajas ejecuciones presupuestales son básicamente resultado de la indecisión, pero también son el origen de un justificado descontento social. El incremento de actividades ilegales responde a indecisiones e inacciones para establecer incentivos a prácticas contrarias a tal ilegalidad; en lugar de ello, se suman adversarios para el país. Y luego aparecen ideologías y relatos que, si bien pueden tener bases endebles de engaños y falsedades, crecen y se fortalecen en medio del desastre generado previamente.

Cierto es que tomar decisiones no es meramente una práctica instrumental garantizada de plano en la existencia de recursos externos para tal fin. Y tampoco es una función que pueda cumplirse por el simple hecho que en un perfil de puesto se indique como tal. Tomar decisiones implica pensar, analizar, favorecer el escrutinio y el juicio objetivo para optar por acciones concretas; pero también implica discriminar lo real de lo formal, y desarrollar un pensamiento sistémico, así como sensibilidad, para advertir las consecuencias sobre los partícipes.

La humildad profesional debe llevarnos a reconocer muchas veces que no tenemos las respuestas a todo, e incluso a detenernos al adoptar una decisión en automático para analizar sus posibles consecuencias. Sigo pensando que no tomar decisiones es lo peor, pero tomar decisiones sobre la base de respuestas que surgen como obvias o espontáneas puede ser irresponsable.  No hace falta citar ejemplos.

Finalmente, conviene subrayar que las decisiones que no se toman siempre perjudican a alguien; en la familia, en la comunidad, en el país, o en dimensiones incluso más grandes. Mirar para otro lado es muestra de debilidad y cobardía, es cruel. Llevamos años hablando de inclusión, de estado moderno, de transparencia y de lucha anticorrupción. De nada sirve hablar si en los hechos no hay evidencias de decisiones tomadas, de planes encaminados y de resultados alcanzados con generación de valor real para el país.

 

 

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