Vida y familia

LA ABOLICIÓN DE LA MUJER: LOS CASOS DE SOLSIRET RODRÍGUEZ, ADRIANA AGUIRRE Y ANA ESTRADA

Por: Norma Barúa

En febrero 2020 se han dado dos casos que involucran a tres mujeres: Solsiret Rodríguez, Adriana Aguirre y Ana Estrada. Ha llamado la atención del público peruano por ser controversiales y sensacionalistas. La prensa progre los ha mediatizado para reforzar su agenda de reingeniería social en el país. Aunque a primera vista los acontecimientos no están directamente vinculados, veremos cómo es que sí se prestan a la labor de socavamiento de los valores morales intrínsecos en nuestra cultura.

Solsiret Rodríguez una joven estudiante sanmarquina, activista de “Ni una menos” y madre de dos niñas, desapareció más de tres años atrás. La victimaria fue Andrea Aguirre Concha, cuñada del conviviente de Solsiret. Los detalles sórdidos del crimen se pueden leer en toda la prensa sensacionalista. En resumen, Andrea Aguirre mató a su concuñada en un arranque de celos. A pesar de que es claramente un crimen pasional, los medios de comunicación machaconamente lo califica como “feminicidio”.

El segundo caso corresponde a Ana Estrada, una psicóloga de 42 años, quien a los 12 años se le diagnosticó polimiositis, una enfermedad degenerativa que causa la paralización gradual de los músculos estriados. El caso de polimiositis de la psicóloga Estrada es doloroso e irreversible. Ahora, ella está buscando se le permita acceder a una “muerte digna”, eufemismo que la progresía ha acuñado para evadir el término eutanasia. Walter Rodríguez, el Defensor del Pueblo, ha iniciado una acción de amparo y así abrir el paso a los procedimientos eutanásicos, ilegales en nuestro país. Como dato curioso, Ana declaró en una entrevista a Mabel Huertas y Mauricio Fernandini que sus padres siempre la animaron a dar lo mejor de sí, a vivir plenamente en los límites de su enfermedad. Hasta aquí no hay ningún nexo aparente entre lo sucedido con Solsiret, Andrea y Ana Estrada. Sin embargo, las dos historias están íntimamente vinculadas.

S. Lewis, en una serie de tres conferencias dictadas en la Universidad de Durham en 1943, abordó el deterioro de los valores occidentales heredados de diversas culturas que gobiernan la conducta humana dentro de sus comunidades. Lewis formula su tesis a partir de sistemas filosóficos platónico, aristoteliano, estoico, cristiano y oriental (cfr. The abolition of man, p. 8). Para Lewis, el deterioro se da a través de una enseñanza que desacredita insistentemente las virtudes y los valores de las naciones occidentales.

Para ello, Lewis propone una alegoría donde el ser humano es una cómoda de gavetas: la primera corresponde a la cabeza, donde se guarda la Razón. La segunda está en el pecho, que representa los Sentimientos y la tercera está a la altura del estómago, donde se albergan los Instintos. Así, de acuerdo con la propuesta de Lewis, la cabeza gobierna el estómago a través del pecho, el lugar donde reside la Magnanimidad(1), Entonces, siempre siguiendo la línea lewisiana, el pecho, o los sentimientos, deberá convertirse en el vínculo indispensable entre la persona cerebral y la persona guiada por los instintos (cfr. The Abolition of Man, p. 11).

En esta época de la posmodernidad, las nuevas tendencias ideológicas han dejado de lado a la razón para favorecer a los sentimientos y los instintos. El resultado, en este caso, es el “mi-me-yo-para mí-conmigo”, en todo y para todo. Así, las reglas del juego de las sociedades occidentales deben adaptarse al sentimentalismo egoísta que hoy prevalece. Es en este juego en que las mujeres hemos caído. Nos hemos dejado persuadir por los espejismos de la liberación sexual (contracepción), el éxito profesional y económico por encima de cualquier otra ocupación (no a la maternidad) y el derecho a exigir derechos caprichosos en aras de un revanchismo historicista (feminismo radical) apelando a las pasiones y a los instintos más básicos.

Si analizamos los dos casos arriba expuestos veremos que en ambos está ausente el sentido de la razón. Solsiret Rodríguez no murió por ser mujer (feminicidio), sino por el instinto de ira y los celos de Adriana Aguirre, una joven adoctrinada en ideologías violentas (feminismo radical). Por su parte, Ana Estrada ha dejado de lado el empuje que la llevó a culminar una carrera por una postura en la que ya no se considera una persona humana con dignidad, sino una carga (utilitarismo), producto de una visión derrotista del mundo. En las tres mujeres comprobamos que se cumple la figura alegórica propuesta por Lewis en su texto.

Según plantea Lewis, si la humanidad se aleja o se olvida de que la Razón gobierna los Instintos a través de los Sentimientos cae irremediablemente en el vacío; las personas pierden su dignidad  humana para convertirse en instrumentos. Así, la conquista final del hombre se comprueba con la abolición de su humanidad (cfr. The abolition of Man, p. 33). En nuestro caso, las mujeres, al haber caído en la tentación de las pseudo-libertades prometidas por ideologías deshumanizantes, nos hemos olvidado de quiénes somos, de nuestra esencia, de nuestra peculiaridad distintiva; se comprueba lastimosamente que se ha decretado la abolición de la mujer. Ahora nos toca recuperar lo perdido.

 

(1) Principio teológico adscrito a Alanus de Insulis. Citado en The Abolition of Man de C. S. Lewis, p. 11.

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