Política

INDOLENCIA Y ABANDONO EN LAS CÁRCELES PERUANAS

Por: José Romero

Quien no ha ido a una cárcel alguna vez no puede imaginar una pavorosa realidad que no es de ahora pero cada vez que alguien la pone en evidencia, el Ministro de Justicia o el Jefe del Instituto Penitenciario de turno se ampara en el eterno dicho, “esto tiene tiempo” como si éste se detuviera en el tiempo y ello les hubiera impedido hacer algo para cambiar las cosas.

Cuándo a alguno de los citados funcionarios se le pregunta sobre cuántos presos sobrepoblan los penales a nivel. nacional, siempre responden “.. aproximadamente…”. Nunca hay un número exacto que representa un pasado delictivo que deja atrás pesares de las víctimas de estos presos pero también sufrimientos presentes de los familiares de los presos y de estos mismos. Ello se pone en evidencia cada vez que hay un motín o en circunstancias como las que pasamos hoy en día.

Fui varias veces a tres penales a visitar a gente amiga y cercana. Lurigancho en los finales de los 70s y San Jorge y Piedras Gordas II en estos años. Lurigancho no era lo que es hoy. pero ya era dantesco, San Jorge, un penal de reos primarios, era más tranquilo y nunca debió cerrarse (hoy derruido sirve de alojamiento temporal y absolutamente inadecuado de presos con covid) y Piedras Gordas con sus muros y rejas estremecen.

El hacinamiento y lo que ello conlleva hacen olvidar a algunos que ahí hay seres humanos con errores y delitos, muchos de ellos graves pero también hay procesados e inocentes que purgan injustamente carcelería. “Preventiva” le llaman eufemísticamente a este abuso sin nombre.

El horror de las penurias es producto de incapacidad, corrupción y muy pocos deseos de cambiar las cosas pues “a río revuelto, ganancias de pescadores”. Falta de todo pero sobre todo, humanidad. Si no fuera por abnegados sacerdotes y pastores la cosa sería peor. La vida vale poco en una cárcel y la “paila” es ejemplo de ello. Es hora de formar agentes INPE más dedicados, correctos y humanos sin dejar que ejerzan autoridad. No dudamos que sean ahora pocos los vencidos por la corrupción, sin embargo es menester hacer la poda respectiva.

Cambiar las cosas es difícil. Romper el statu quo requiere sobre todo deseo de cambiarlo. Vemos a ex funcionarios dar recetas para ello pero habría que preguntarles qué hicieron ellos en su momento.

Es necesario en primer lugar un censo que dé por resultados cifras claras del número de presos, el motivo de su carcelería y otros. No sé si esto se sepa pero diera la impresión de que no. Siempre se habla de “un aproximado o de un promedio”.

Saberlo implicará decidir en qué casos se puede indultar y excarcelar procesados e inocentes. Cada reo debería tener una identificación digitalizada cuyo código de barras permita acceder a todos sus datos y su situación judicial en el momento que se pregunte por ello.

El Estado al igual que en otros países deben darle una ropa adecuada y de un color que permita distinguirlos. El censo debe permitir saber tallas y otros detalles. La situación amerita para que pequeños talleres la confeccionen con el trabajo de reos primarios. Las cárceles deben dejar de ser “universidades del crimen” donde inocentes o primarios se pervierten y los malos se vuelven. peores.

Es hora de acabar con el “poder” de taitas, faites y padrinos. Todos deben trabajar en algo dentro de la prisión. Con ello se podrá tener mejores posibilidades de vivir algo mejor. Acabemos con los kioskos de sabe quién, del chaufa canero. elaborado ya sabemos cómo o de la red de corrupción que permite el acceso a drogas, alcohol y otros que lo único que logra es enriquecer a algunos y destruir al ser humano.

Sabemos que las cárceles no son internados de novicios. Hay gente mala, culpable de muchos y graves delitos pero ello no puede hacer que el Estado los rebaje a un inframundo.

En las cárceles deben primar orden, disciplina y también la posibilidad de reinserción para aquellos que lo quieran. Para los otros, el rigor de una pena pero justa. La reclusión puede reeducar pero también es el castigo para aquellos que cruzaron la línea y se niegan a redimirse.

Ya en los 90s el Presidente Fujimori logró controlar los pabellones donde los terroristas eran los capos. Hoy debe ejercerse esa autoridad para cambiar las cosas. Es hora del perdón. para muchos delincuentes primarios que merecen una segunda oportunidad con la advertencia que la reincidencia será la llave con la que se cierren las rejas de su celda y la imposibilidad de una nueva oportunidad.

Escribo estas líneas antes de saber si ya salió de su prisión preventiva Susana Villarán, quien permanece abusivamente 13 días en prisión pese a haberse decretado su cambio de status. Funcionarios, jueces y fiscales deben actuar con justicia y no con odio. Basta de “caneros” abusivos.

Así mismo exhorto a que se cuide la salud de todos aquellos en peligro de morir por covid19 como Antauro Humala, Alex Kouri, Pier Figari (abusivamente preso “preventivamente” ) y otros. Mención aparte merece el General Hermoza Ríos quien debe merecer un indulto especial por el terrible estado de su salud. El Presidente Vizcarra debe sacudirse de consejeros que influyen en él con odio y falta de humanidad.

No olvidemos que “la casa del jabonero” es tal. Algunos hoy pueden decidir grandes cosas y mañana purgar culpas. Humanizar la vida en las cárceles no es solo un imperativo moral sino quizás un sano acto de preparar una mejor morada no deseada.

 

 

 

© eloraculodedontribi.blogspot.com/

Dejar una respuesta