
Por: Luciano Revoredo
El caso de Giacomo Bocchio, chef peruano y parte del programa de televisión “El Gran Chef”, es un escándalo que pone en evidencia la intolerancia del totalitarismo progre y su desprecio por la libertad de expresión.
Tras declarar en un podcast su rechazo a los baños inclusivos y a la ideología de género, afirmando que no toleraría que un hombre que se percibe como mujer entre al baño con su sobrina —incluso si eso le costara la cárcel—, Bocchio ha sido linchado por la maquinaria progresista.
Latina, el canal donde trabajaba, lo despidió, y las redes sociales se convirtieron en un campo de batalla donde la turba LGTBI y sus aliados lo tildan de “transfóbico”. Este no es un incidente aislado en el Perú; es un eco de una persecución global orquestada por el progresismo y su obsesión con imponer un pensamiento único que aplasta la vida, la familia y la libertad.
En el Perú, las declaraciones de Bocchio han desatado una cacería que expone la doble moral de los autodenominados “progresistas”. “Estoy dispuesto a irme preso por defender a mi sobrina”, dijo, y esas palabras, que reflejan una preocupación legítima por la seguridad de las mujeres y los niños, fueron torcidas para acusarlo de odio.
Pero el caso de Bocchio no es un fenómeno local; es parte de una guerra mundial contra la libertad, liderada por el progresismo y sus tentáculos globalistas. Veamos algunos ejemplos que ilustran esta tiranía ideológica:
- K. Rowling (Reino Unido): La autora de Harry Potter se ha convertido en un ícono de resistencia frente a la censura progre. En 2020, Rowling por su defensa de la biología y los espacios exclusivos para mujeres desató una campaña brutal de difamación. Fue acusada de “transfobia” por activistas y medios como The Guardian, y hasta actores de sus películas, como Daniel Radcliffe, se desmarcaron de ella. A pesar de las amenazas de muerte y el boicot, Rowling no se retracta, pero su caso muestra cómo el progresismo castiga a quien osa desafiar su dogma.
- Jordan Peterson (Canadá): El psicólogo y académico canadiense enfrentó la ira del establishment progre por oponerse a la Ley C-16, que obliga a usar pronombres de género bajo amenaza de sanciones legales. En 2023, el Colegio de Psicólogos de Ontario lo condenó a un programa de “reeducación” tras sus críticas a la ideología de género en redes sociales. Peterson se negó, calificándolo de “lavado de cerebro orwelliano”. Este caso evidencia cómo el progresismo usa instituciones estatales para aplastar la libertad de conciencia y forzar la sumisión al pensamiento único.
- Päivi Räsänen (Finlandia): Esta parlamentaria finlandesa fue llevada a juicio en 2022 por citar la Biblia en un tuit de 2019 que cuestionaba el apoyo de su iglesia al Orgullo LGTBI. La fiscalía la acusó de “discurso de odio” bajo leyes progresistas que penalizan opiniones religiosas tradicionales. Aunque fue absuelta en primera instancia, el caso sigue en apelación, demostrando cómo el progresismo persigue incluso la fe para imponer su agenda secular y relativista.
- Censura en Argentina: En 2023, el gobierno de la provincia de Buenos Aires enfrentó críticas por permitir que libros como Cometierra de Dolores Reyes, con contenido explícito, llegaran a escuelas. Grupos conservadores exigieron su retiro, pero el trasfondo revela una pugna mayor: el progresismo educativo busca normalizar narrativas de género y sexualidad que chocan con los valores familiares, mientras acusa de “censura” a quienes se oponen, ignorando su propia hipocresía al silenciar voces tradicionales.
Estos casos no son excepciones; son la norma en un mundo donde el progresismo, aliado con corporaciones y organismos globalistas como la ONU, impone su ideología a sangre y fuego. Desde leyes de “discurso de odio” en Europa hasta la cancelación en redes sociales en América, el objetivo es claro: erradicar cualquier defensa de la realidad biológica, la familia tradicional o la libertad individual.
El progresismo no es un movimiento de justicia; es una dictadura disfrazada de compasión. Ataca la vida al promover el aborto como “derecho” y la eutanasia como “dignidad”, despreciando el valor intrínseco de cada ser humano desde la concepción hasta la muerte natural. Desprecia la familia, ridiculizando el matrimonio entre hombre y mujer como “opresivo” y empujando modelos fluidos que dejan a los niños sin anclas estables. Y pisotea la libertad, convirtiendo la disidencia en un delito.
Esta ideología no debate; censura. Usa tribunales, redes sociales y presión económica para doblegar voluntades. Pero la vida no se negocia: es un regalo sagrado que ningún dogma progre puede borrar. La familia no es un constructo obsoleto; es el refugio donde se forjan valores y se protege a los más vulnerables. Y la libertad no es un privilegio condicional; es un derecho inalienable que ningún burócrata globalista puede arrebatar.
Giacomo Bocchio se ha convertido gracias a la censura del progresismo en un héroe involuntario en esta batalla. Su ejemplo nos muestra que resistir es posible, aunque cueste caro.