Internacional

CUANDO LA UE MUERA, LOS EUROPEOS RESURGIRÁN

Europa es rehén de un sistema de representación e interpretación de los hechos que ha perdido todo contacto con la realidad. En lugar de afrontar lo que sucede, preferimos negarlo y sustituirlo por nuestros propios deseos. Aunque la realidad ya ha asestado una dura derrota a las ambiciones proeuropeas en el conflicto de Ucrania, la UE, en lugar de reconocer sus errores y detenerse a reflexionar, se comporta como un jugador que, incapaz de aceptar la derrota, sigue subiendo las apuestas, perdiendo lo que le queda e incluso lo que no posee.

Una de las primeras lecciones de Maquiavelo es describir las cosas como realmente son y no como nos gustaría que fueran. Cuanto más desagradable nos resulte una realidad y menos la neguemos, más servicio prestaremos a la verdad y mejoraremos nuestra capacidad de comprensión. Por el contrario, rechazar la realidad compromete irremediablemente el análisis.

Como escribe el  florentino:

“Pero, como mi objetivo es escribir algo útil para quienes lo entienden, me pareció más apropiado ir tras la verdad real de la cosa, en lugar de su imaginación. Y muchos han imaginado repúblicas y principados que nunca se han visto ni se ha sabido que existan en la realidad; porque hay tanta diferencia entre cómo se vive y cómo se debe vivir, que quien abandona lo que se hace por lo que se debe hacer, aprende más bien su ruina que su conservación: porque un hombre que quiere hacer profesión de bondad en todo, debe arruinarse entre tantos que no son buenos. Por eso es necesario que un príncipe, queriendo mantenerse, aprenda a saber ser malo y a usarlo y no usarlo según la necesidad.”

Toda la campaña europea contra Rusia se basa en una inversión de la realidad. Los rusos en Ucrania luchan por su propia seguridad, no por conceptos abstractos como la democracia y la libertad. Cualquiera que utilice estos valores como justificación de su agresión simplemente está enmascarando sus verdaderas intenciones.

Estados Unidos y sus aliados europeos son los verdaderos agresores de Rusia: tras la caída del bloque soviético, extendieron su influencia a una zona que durante más de setenta años había pertenecido a Moscú. Una expansión de ese tipo era probablemente inevitable y, si los papeles se hubieran invertido, Rusia habría hecho lo mismo. Sin embargo, esto no cambia la génesis de la crisis actual.

Cuando Occidente habla de un agresor y un agredido y califica la intervención rusa de “no provocada”, oculta la realidad y desvía la responsabilidad. Esta mentira exige justificar la propia implicación en Ucrania no con razones concretas, sino con narrativas ideológicas: la defensa de la democracia, la libertad, Ucrania luchando por Europa.

Siguiendo a Maquiavelo, es nuestro deber contradecir la narrativa política y mediática sobre la culpabilidad de Putin y sus seguidores en la tragedia ucraniana. “No es el primero que toma las armas el agresor, sino el que obliga a otros a recurrir a la fuerza el responsable de las consecuencias.” No hay duda de que el intento de Estados Unidos de incorporar a Ucrania a la OTAN fue el verdadero casus belli. Después de casi dos décadas de provocaciones y persecución contra la comunidad ruso hablante en Ucrania, Moscú se vio obligada a intervenir.

Antes de hablar de agresor y atacado, sería más correcto distinguir entre una persona provocada y muchos provocadores. A pesar de que la OTAN y la UE desplegaron fuerzas desproporcionadas contra Rusia, recibieron una sonora bofetada en la cara. Aunque Estados Unidos parece haber tomado nota de la situación, sus vasallos europeos tienen la ilusión de que pueden continuar por su cuenta con una estrategia que no ha funcionado ni siquiera con el apoyo estadounidense.

Esta falta de realismo conducirá a una derrota aún mayor, que podría significar el fin de Europa tal como la conocemos. A menos que esta banda de soñadores y utópicos, convencidos de que pueden construir una Arcadia de armas e ideologías políticamente correctas, sea finalmente barrida con métodos decisivos por una nueva clase dirigente europea, pragmática y consciente de la realidad.

Si Europa, por el contrario, sigue privilegiando la utopía ideológica por encima de la verdad real, de las relaciones de poder concretas, sufrirá no sólo una derrota geopolítica, como de hecho ya ha sucedido, sino un colapso estructural irreparable. Sólo una nueva clase dirigente que abandone el moralismo abstracto y adopte un pragmatismo maquiavélico podrá revivir al Viejo Continente. De lo contrario, Europa como entidad política y cultural desaparecerá, abrumada por su propia incapacidad de lidiar con el mundo tal como es, no como a ella le gustaría que fuera.

 

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