La columna del Director

FACCIONES Y DIVISIONES ENTRE FEMINISTAS PERUANAS

Por: Luciano Revoredo

Recientemente se llevó a cabo en Lima la cuarta versión de la marcha “Ni una menos”.  Como se sabe esta actividad responde a una estrategia internacional de las feministas y bajo la apariencia de defender a las mujeres de la violencia, agitan su verdadera causa, que es la promoción del execrable crimen del aborto y el odio a la familia.

Lo que pocos saben es que las feministas, que el ingenio popular ha bautizado como feminazis, se encuentran divididas en el Perú. El sector liderado por la activista lesbiana Vero Ferrari se ha distanciado de quienes organizan la marcha, a las que acusa de haberse adueñado del “Ni una menos”, y de no ser representativas, además de haberse apropiado de un premio. En pocas palabras de ser usurpadoras del trabajo y méritos de las auténticas “representantes” feministas.

 

Otra activista, Diana Solís Herrera se suma a la denuncia y a través de su Facebook también acusa  a las representantes de Ni una menos de no articular con los diversos grupos. Despechada, como la zorra de las uvas, se felicita que la hayan separado de la organización y las acusa de derechistas.

Estás escisiones ya llegan a límites casi surrealistas. Vero Ferrari acusó en su momento nada menos que al MOHL de machista y ahora resulta que las feminazis de Ni una menos son derechistas, de Ripley.

Quien detenta ahora la “franquicia” es Alejandra Ballón Gutiérrez, que administra el grupo cerrado de Facebook que organizó la marcha. Ver:
https://www.facebook.com/groups/1169376909772870/
 .

Datos interesantes de estas divisiones entre los grupos feministas se pueden encontrar en la tesis Redes sociales y feminismos en la acción colectiva: el caso de “Ni Una Menos” en el Perú, para optar el grado académico de magíster en sociología en la Universidad ex Católica de Gerardo Alonso Caballero Rojas, la cual se puede encontrar en el siguiente enlace: http://tesis.pucp.edu.pe/repositorio/bitstream/handle/20.500.12404/11944/CABALLERO%20ROJAS%2c%20GERARDO%20ALONSO.pdf?sequence=6&isAllowed=y

En la página 130 de esta tesis el autor revela los entretelones de esta división bajo el título La ‘cúpula’ versus las ‘asambleístas’: ¿Tensiones entre las feministas a secas y las feministas políticas? Cuenta Gerardo Caballero como tras la convocatoria a una reunión en casa de Jimena Ledgard surge el repudio a esta por parte de Sandra de la Cruz, activista del movimiento feminista, conocida como Sasá integrante del colectivo denominado Foro Juvenil de Izquierda, que integró la plataforma Mujeres Resistencia en el marco de las protestas contra la candidatura presidencial de Keiko Fujimori en el 2016.

Según revela Caballero  al conocer que la marcha ya tenía fecha, Sandra de la Cruz tomó la decisión de forzar el inicio de un proceso paralelo: las asambleas de mujeres. Ella consideraba que la forma como se venía llevando a cabo la organización de la movilización no era lo suficientemente democrática.

Se empieza a cuestionar a la cúpula y se convoca a otra reunión paralela. La tesis da cuenta de todo esto: La convocatoria a la asamblea a través de Facebook había sido exitosa. Elena, quien también había participado en la organización de las movilizaciones contra la ‘Ley Pulpín’ y “Keiko No Va”, asegura que dentro del local del Jirón Ica había unas 150 mujeres y afuera al menos unas 100 más, cuando, según estima, lo habitual era que a ese tipo de reuniones asistieran unas 50 personas. En ese entonces surgió una discusión sobre si debía continuarse con la asamblea en ese lugar o si se debía buscar otro más grande. Como el Foro Juvenil de Izquierda es parte del Movimiento por el Socialismo, cercano al Partido Comunista Patria Roja, las activistas de aquel colectivo hicieron las diligencias necesarias para que les cedieran el local partidario que se encuentra en el Jirón Miró Quesada 360. Hasta allí se desplazaron a pie, como si se tratara de una espontánea marcha, las más de 300 mujeres que habían llegado primero al Jirón Ica. Quienes estuvieron presentes coinciden en señalar que el momento fue hermoso. Descripción similar ha recibido el ambiente que se vivió en el local de Patria Roja, cuyo patio central es mucho más extenso que el local del Jirón Ica, y que además tiene balcones. Todos estaban abarrotados. «Lleno abajo y lleno arriba ‒describe Carla Díaz‒. Por eso era una cosa impresionante porque tenías gente acá, tenías gente atrás, tenías gente arriba. Entonces era: ¡Qué cosa está pasando, no me lo puedo creer! Entonces, claro, en ese momento fue algo hermoso. Fue hermoso hasta ahí, hasta que empezó la asamblea y nos sabotearon.

Queda claro que Ni una menos no es una manifestación espontánea de mujeres contra la violencia. Es evidente que se trata de una expresión política de sectores extremistas. Incluso, la tesis de Caballero revela enfrentamientos de clase y racistas dentro de la organización. Da cuenta de la resistencia que hay contar Natalia Iguiñiz y Jimena Ledgard por ser blancas y de una extracción social privilegiada:

Las mujeres que tuvieron la iniciativa de organizar la marcha para el 13 de agosto eran vistas como las ‘blancas’ y ‘privilegiadas’. De hecho, la expresión cúpula no hacía alusión solo a un grupo reducido decisor y supuesta excluyente, sino también a una condición social elevada o de privilegio. Una de las personas que no acudió a la reunión inicial en casa de Jimena Ledgard, a pesar de haber sido una de las primeras en ser agregadas al chat de Facebook, fue Carla Díaz. Aunque más tarde sería identificada como parte de la denominada ‘cúpula’, su ausencia en aquella reunión ‒como había sucedido con otras activistas feministas‒ no había sido casual, sino que tenía un significado: «No quise ir. Un grupo de nosotras no quiso ir porque no estábamos de acuerdo con que se hiciera en una casa barranquina la coordinación de una marcha contra la violencia. Era como: “Nos vamos a Barranco, a la zona… no sé… más exclusiva”, y también siendo conscientes de que aquí en Lima no es fácil movilizarse, no hay un servicio de transporte público. O sea, no era un lugar legítimo como para reunirse con amplitud». La presencia de mujeres como Jimena Ledgard y Natalia Iguiñiz, que se reconocen a sí mismas como blancas, que han estudiado en la PUCP, una de las universidades más caras del país, y que viven en distritos acomodados, no pasó desapercibida en espacios donde confluyeron las activistas feministas, como fue aquella primera asamblea en el local de Patria Roja.

Johana Asurza, activista de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, es claramente racista cuando explica este problema: «La mayoría de mis compañeras ahí eran chiquitas o, qué sé yo, color puerta, como les dicen, o sea, mi color. Y ellas claramente no lo eran, pues. Eran de otro… eran distintas, eran altas, eran totalmente simpáticas, lo que me parece super genial. Pero, digamos, claramente, fenotípicamente, comportamentalmente, inclusive discursivamente, eran distintas»

Lo cierto es que estos enfrentamientos siguen vigentes y esa es una de las causas del fracaso de la última marcha, que casi no tuvo ninguna relevancia. Las divisiones y acusaciones típicas de los grupos de izquierda siguen multiplicándose. Se acusa a Alejandra Ballón Gutiérrez y Natalia Iguiñiz de ser usurpadoras y haberse apropiado del premio que otorgó la Embajada de Francia.

En el Facebook de  Ni Una Menos Perú se da cuenta del premio y se dice que será utilizado para la construcción de una página web y se agradece entre otros a Gustavo Gorriti; y la Representante de la UNESCO en el Perú, Magaly Robalino. También agradecen a la organización abortista PROMSEX, encargada de administrar el dinero del premio. Obviamente la página web que se ha estrenado es ampliamente criticada por las feministas por el poco esmero en su elaboración, colocar links a perfiles Facebook desactivados o desactualizados.

En conclusión las enemigas de la vida y la familia se siguen desangrando y golpeando entre ellas. ¡Enhorabuena!

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