La columna del Director

EL POSLIBERALISMO: ¿EXISTE ESPACIO AÚN PARA UN LIBERALISMO CONSERVADOR?*

Por: Luciano Revoredo

El siglo XX estuvo signado por la lucha contra todas las formas del totalitarismo. En esta lucha conservadores y liberales fueron aliados. Después de la Segunda Guerra Mundial y durante la llamada Guerra Fría esta alianza se consolidó. Las viejas diferencias entre liberales y conservadores se pusieron entre paréntesis y se dejaron ahí suspendidas.

Sin embargo, en los últimos tiempos ha surgido una corriente de pensamiento en la nueva derecha cuyos principales teóricos denominan como el posliberalismo. Esta derecha conservadora posliberal sostiene que se está perdiendo la batalla cultural frente al progresismo por la debilidad del liberalismo. En este sentido la vieja alianza del siglo XX entre el conservadurismo y el liberalismo deviene en cada vez más difícil de sostenerse.

Lo cierto es que la facilidad con que ideas del conservadurismo y del liberalismo parecían intercambiables está llegando a su fin debido fundamentalmente a que el eje de la batalla política ha girado y ya no está centrado en el ejercicio de las libertades y en el tema económico, sino que se ha desplazado al terreno cultural. A la concepción misma del hombre y en esta materia no necesariamente se puede llegar a consensos entre las dos corrientes. En este sentido habría que distinguir que dentro del llamado liberalismo existen corrientes progresistas que en la batalla cultural no dudan en ponerse del lado del neomarxismo siempre y cuando este mantenga el libre mercado. Obviamente un conservador no puede ir del brazo de un liberal-progresista, también conocido como liberprogre.

Hay una serie de autores conservadores que sostienen que el excesivo rechazo de los liberales al estado ha significado una renuncia al ejercicio del poder político que ha permitido que se minen las causas y valores del conservadurismo y que las reglas del juego impuestas por el liberalismo ofrecen a las izquierdas derechos que les permiten convertirse en enemigos del sistema que actúan dentro del sistema, mientras el estado liberal se dedica a dejar hacer, dejar pasar. Estas diferencias  marcarían el fin de la fusión liberal – conservadora.

A pesar de que todo lo dicho, visto desde una perspectiva conservadora, es sin duda cierto, también es cierto que vivimos tiempos decisivos y cruciales en los que podríamos estar poniendo en juego el destino de la humanidad. Se trata ahora mismo de enfrentar al globalismo salvaje. Y cabe preguntarse si a los valores del conservadurismo le resultan incómodos principios del liberalismo como la necesaria separación de poderes, la propiedad privada, los impuestos moderados o la libertad religiosa. Considero que no.

Estamos ante el surgimiento de la creciente ola de una nueva derecha conservadora en el mundo a la que Iberoamérica desde su condición periférica otra vez llegará tarde, pero llegará.

En esta ola queda un espacio para una nueva forma de liberalismo conservador. Ha de ser el que, manteniendo la defensa del libre mercado y las libertades individuales, enfrente al globalismo y se distancie de los progresistas de izquierda y de derecha. Un liberalismo que asuma como suyos  los valores de la vida, la familia y la libertad. Esa es la única posibilidad. Un liberalismo débil  con el progresismo deviene necesariamente en progresismo y con él no cabe ninguna forma de fusión.  La nueva lucha es cultural y antropológica.

 

*Artículo aparecido originalmente en el suplemento CONTRAPODER del diario EXPRESO

2 Comentarios

  1. Revisen al Foro Liberal de América Latina; a los partidos Devolución de Perú, Fusionista de Guatemala, Valores de Salvador y Liberemos México para que vean que sí existen

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