La columna del Director

EL MEJOR PRESIDENTE

Por: Luciano Revoredo

Alberto Fujimori será recordado como uno de los presidentes más influyentes de la historia del Perú. Y para muchos, entre los que me incluyo, como el mejor presidente de la historia.

Se le recordará particularmente por sus logros en la recuperación económica, el fin de la hiperinflación y su lucha contra el terrorismo. Estos logros destacan en el rubro de las decisiones políticas y son tan notables que muchas veces opacan la enorme obra de infraestructura y la cercanía de Fujimori con el pueblo peruano de todos los sectores.

Fujimori asumió la presidencia en 1990, en un momento en el que el país enfrentaba una crisis económica devastadora, con una hiperinflación que superaba el 7,000%. Su plan de estabilización económica, aunque severo, permitió controlar la inflación en pocos años y sentar las bases para un crecimiento sostenido que transformó al Perú en una de las economías más dinámicas de la región.

En cuanto a la lucha contra el terrorismo, Fujimori fue un actor clave en la derrota de Sendero Luminoso y el MRTA (Movimiento Revolucionario Túpac Amaru), dos grupos subversivos que desangraban al país. Gracias a la estrategia de mano dura, que combinó operaciones militares y de inteligencia, se logró la captura de Abimael Guzmán, líder de Sendero Luminoso, en 1992. Este fue un golpe decisivo que prácticamente desmanteló la organización y sentó las bases de la paz en el país tras años de violencia. Aunque estas tácticas fueron criticadas por algunos personajes deplorables y aliados del terrorismo, los peruanos que vivimos la época reconocemos la importancia de estos logros para devolver la estabilidad y seguridad al país. Sin embargo, en este momento estelar de Fujimori también se incubaron las bases del antifujimorismo que ha minado la democracia y debilitado al país por décadas. Las izquierdas odiadoras, la maldita caviarada y sus tontos útiles, la deplorable y malhadada Comisión de la Verdad y la Reconciliación y los organismos internacionales debidamente aceitados por los millones del establishment progre-globalista han inoculado el odio en el país y dividido a los peruanos, incapaces de perdonar que Fujimori haya desmantelado al terror y creado un estado moderno alejado de los desvaríos socialistoides.

No podemos dejar de mencionar otro de los hitos del gran gobierno de Fujimori que fue la firma de la paz con Ecuador en 1998, poniendo fin a un conflicto territorial de décadas que había generado tensiones entre ambos países. El acuerdo de paz consolidó la estabilidad regional y mejoró las relaciones bilaterales entre Perú y Ecuador, lo que fue considerado un avance diplomático significativo.

Mención aparte merece la Constitución de 1993, el más importante legado de Fujimori, creada en un contexto en el que se buscaba mayor eficiencia en la gobernabilidad y las reformas económicas. Esta constitución introdujo cambios que favorecieron el modelo económico de libre mercado que, hasta hoy, ha sido la base del crecimiento económico del Perú. Las inversiones extranjeras, la privatización de empresas públicas y la liberalización económica permitieron un aumento significativo en la inversión, la creación de empleo y sacaron al Perú de la condición de paria internacional a la que lo habían conducido las políticas estatistas de los años anteriores.

Fujimori, quien falleció dejando un legado enorme, seguirá siendo objeto de debate. No obstante, su impacto en la historia peruana es innegable, y su memoria seguirá viva, particularmente entre aquellos que reconocemos que, sin sus decisiones, el país podría haber seguido un camino muy distinto y trágico. Su deceso, en libertad, rodeado de su familia ha sido su último triunfo sobre sus odiadores que lo querían ver morir en prisión.

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