CRISIS EN COLOMBIA: EXCANCILLER ACUSA A PETRO DE DROGADICTO Y DESTAPA OTROS ASPECTOS VERGONZOSOS DEL GOBIERNO

Por: Luciano Revoredo
Colombia se ha visto sacudida por un escándalo político sin precedentes tras la publicación de una carta del excanciller Álvaro Leyva Durán dirigida al presidente Gustavo Petro. En este documento de cuatro páginas, Leyva no solo anunció las razones de su renuncia al Ministerio de Relaciones Exteriores, sino que lanzó como la causa de su renuncia acusaciones devastadoras contra el mandatario, incluyendo problemas graves de drogadicción, un liderazgo errático y una relación cuestionable con la actual canciller, Laura Sarabia.
Además, la carta desentierra el pasado de Petro como miembro del grupo guerrillero M-19, señalándolo como un factor que, según Leyva, sigue influyendo en su incapacidad para gobernar con estabilidad.
Álvaro Leyva, un político con décadas de experiencia en procesos de paz y cargos públicos, fue nombrado canciller por Petro en agosto de 2022, al inicio de su mandato. Durante su gestión, Leyva se presentó como un defensor de la “paz total”, una política insignia del gobierno Petro. Sin embargo, su relación con el presidente se deterioró, culminando en su suspensión por la Procuraduría en enero de 2024 debido a irregularidades en un proceso de licitación de pasaportes.
Desde entonces, Leyva había emitido críticas veladas contra el gobierno, pero la carta del 22 de abril de 2025, publicada en su cuenta de X, marcó una ruptura definitiva.
El documento, con sello de recibido de la presidencia, no solo expone problemas personales de Petro, sino que también cuestiona la estructura de poder dentro del gobierno y el impacto de la izquierda radical en Colombia.
El punto más explosivo de la carta es la acusación de Leyva sobre los supuestos problemas de drogadicción de Petro. Según el excanciller, durante una visita oficial a París en junio de 2023, Petro “desapareció dos días” sin explicación, generando momentos “embarazosos” para la delegación colombiana. Leyva asegura: “Como si la inteligencia francesa fuera incompetente como para no haber conocido su paradero. Y mucho más cuando supe dónde había estado. Fue en París donde pude confirmar que usted tenía el problema de la drogadicción”.
El excanciller afirma que este no fue un incidente aislado, sino que ya tenía conocimiento de “episodios similares” de comportamiento errático.
Leyva lamenta no haber intervenido para ayudar a Petro, confesando: “Pero ¿qué podía yo hacer? Seguro fui inferior. Guardo en mi interior la pena de no haber intentado extenderle la mano. Lo cierto es que nunca se repuso usted. Su recuperación lastimosamente no ha tenido lugar”.
Estas acusaciones, que relacionan las desapariciones, llegadas tarde, “frases incoherentes” y “viajes carentes de sentido” de Petro con un supuesto problema de adicción, han generado un terremoto político. Petro respondió en X con un tono irónico, sin desmentir directamente las acusaciones, diciendo: “¿Es que París no tiene parques, museos, librerías más interesantes que el escritor para pasar dos días? ¿Es que acaso no tengo hijas y nietas en París, muchísimo más interesantes que el escritor?”.
Otro aspecto central de la carta es la crítica de Leyva a la actual canciller, Laura Sarabia, a quien acusa de controlar el tiempo y las decisiones de Petro. Según Leyva, cuando intentaba reunirse con el presidente para discutir la política exterior, Sarabia lo hacía esperar horas con excusas, hasta que comprendió que “ella era la dueña de su tiempo, de algunos quehaceres suyos y que, además, le satisfacía algunas necesidades personales”. Esta frase, cargada de ambigüedad, ha sido interpretada como una insinuación de una relación inapropiada o de una influencia excesiva de Sarabia sobre Petro, lo que ha avivado especulaciones en redes sociales y medios.
Leyva también critica la desconexión de Petro con su gabinete, afirmando que “no hablaba recurrentemente con sus ministros. Casi nunca. Encontré que su círculo de confianza era bien reducido”. Esta dinámica, según el excanciller, ha permitido que figuras como Sarabia y el ministro del Interior, Armando Benedetti, ejerzan un control desproporcionado sobre el gobierno.
Sobre Benedetti, Leyva relata una conversación en la que este confesó problemas personales relacionados con el consumo de drogas, lo que llevó al excanciller a concluir que “se trataba de un enfermo”. Leyva acusa a ambos de mantener a Petro “secuestrado” por sus propios intereses, recomendándole que los desvincule para salvar su administración.
Leyva, por otra parte, no escatima en señalar el pasado de Petro como miembro del M-19, un grupo guerrillero activo en los años 70 y 80, conocido por acciones como el robo de armas del Cantón Norte y la toma del Palacio de Justicia en 1985. Aunque Petro ha defendido su participación en el M-19 como parte de una lucha por la justicia social, Leyva lo utiliza para cuestionar su liderazgo actual. En la carta, el excanciller insinúa que la mentalidad revolucionaria de Petro, arraigada en su pasado guerrillero, lo lleva a gobernar con confrontación y a calificar a sus opositores como “criminales” sin pruebas, lo que constituye un “abuso de poder”.
Leyva argumenta que Petro no ha logrado superar las dinámicas de su pasado, lo que se refleja en su incapacidad para construir consensos y en un gobierno que, según el excanciller, está “aislado” y “desordenado”. La mención del M-19 también aviva el debate sobre si el pasado terrorista de Petro lo hace incapaz de respetar las instituciones democráticas, una acusación que ha sido recurrente entre sus detractores.
La carta de Leyva no solo apunta a Petro, sino que enmarca sus críticas en un contexto regional, sugiriendo que la izquierda latinoamericana, de la cual Petro es un representante destacado, está destruyendo valores e instituciones democráticas. Leyva advierte que las acciones de Petro, como sus “intervenciones públicas desordenadas” y “amenazas innecesarias” contra opositores, amenazan la unidad nacional y fomentan un “incendio social”. Esta retórica, según el excanciller, refleja una tendencia de líderes izquierdistas en la región que priorizan ideologías radicales sobre la estabilidad institucional.
En Colombia, el gobierno de Petro ha sido criticado por iniciativas como la reforma a la salud, que ha enfrentado oposición por su impacto potencial en el sistema privado, y por su manejo de la paz total, que es demasiado permisivo con grupos armados.
Leyva, quien inicialmente apoyó estas políticas, ahora las cuestiona implícitamente al señalar el aislamiento de Petro y su dependencia de un círculo cercano cuestionado. En un contexto más amplio, la carta resalta las críticas a gobiernos de izquierda en países como Venezuela y Nicaragua, donde la erosión de instituciones democráticas ha sido documentada. Leyva parece sugerir que Petro, al seguir este modelo, arriesga llevar a Colombia por un camino similar.
La carta ha desatado una tormenta de reacciones. En redes sociales, usuarios han calificado las acusaciones como “brutales” y “devastadoras”. Políticos como la representante Katherine Miranda han descrito el episodio de París como “vergonzoso”, mientras que aliados de Petro, como el presidente de la Cámara, Jaime Raúl Salamanca, han defendido al mandatario, afirmando que es “muy trabajador y lúcido” y condenando los ataques a su vida privada. Petro, por su parte, ha evitado un desmentido frontal, optando por una respuesta evasiva que no aborda las acusaciones de fondo.
El impacto de la carta podría ser profundo. Las acusaciones de drogadicción, aunque no respaldadas por pruebas concretas en el documento, plantean preguntas sobre la salud y estabilidad del presidente, lo que podría debilitar su liderazgo en un momento de creciente polarización. Además, la crítica a Sarabia y Benedetti expone tensiones internas en el gobierno, lo que podría precipitar más renuncias o ajustes en el gabinete. Finalmente, el señalamiento al pasado de Petro y a la izquierda latinoamericana alimenta el discurso de la oposición, que ya ha capitalizado la carta para cuestionar la legitimidad del gobierno.
La carta de Álvaro Leyva no es un ataque personal contra Gustavo Petro, sino un diagnóstico severo de un gobierno que, según el excanciller, está atrapado en problemas personales, dinámicas de poder tóxicas y una ideología que amenaza las instituciones democráticas. Las acusaciones de drogadicción, la influencia de Laura Sarabia, el pasado terrorista y homicida de Petro y la crítica a la izquierda latinoamericana conforman un relato que deslegitima al presidente y exponer las profundidades de su administración decadente y corrupta.