Por: Luciano Revoredo
Un acontecimiento histórico marca este año la vida política nacional: El centenario de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), movimiento continental que fundó Haya de la Torre en 1924 y del cual surgiría en 1930 el Partido Aprista Peruano.
La celebración de cien años de existencia de un movimiento político no es un acontecimiento ordinario. Especialmente en un país donde los partidos políticos han enfrentado tantas situaciones adversas y han sido objeto de intentos constantes de deslegitimación y destrucción. Lo cierto es que nuestra democracia no ha sido el mejor campo para el desarrollo de partidos sólidos. En este contexto, el hecho de que el APRA haya alcanzado este hito es verdaderamente notable y digno de reconocimiento.
Por otro lado, es importante destacar que este centenario encuentra al APRA en un momento crucial de su historia: un período de reconstitución y revitalización después de enfrentar obstáculos legales y políticos resultado de las malhadadas reformas del sistema electoral peruano.
En este centenario, es importante reflexionar sobre el legado del APRA y sobre su posición en el contexto actual, así como aplaudir su compromiso con los valores democráticos y la búsqueda de un país más justo y equitativo para los peruanos.
No es posible hablar de política peruana sin hablar del APRA. Desde aquellos movimientos universitarios iniciales en que Haya tuvo el protagonismo, la polémica con Mariátegui, los años de persecución y exilio, la Constitución de 1979 y los gobiernos de Alan García y también, cómo no, la trágica desaparición de ese gran político al que hoy tanto extraña la escena política nacional.
En este punto debo hacer una digresión de índole personal. En la juventud y tras el primer gobierno aprista desarrollé una visión muy crítica y dura hacia el APRA. Pero los años nos aportan madurez en el juicio, capacidad de retractación y también una buena dosis de tolerancia, lo que me ha llevado a ver más allá de la coyuntura de los años ochenta y reconocer en el APRA una lealtad, coherencia y compromiso que no abundan en la política peruana. Todo esto sin mencionar que el segundo gobierno de Alan García fue sin duda alguna uno de los mejores de la historia republicana del Perú.
Ante su centenario nos queda desear que el APRA continúe renovándose y fortaleciéndose como fuerza política que represente y defienda los principios de democracia, la libertad y la solidaridad y que pueda mantener la unidad interna, superando diferencias y trabajando en aras de alcanzar el bien común. El país necesita partidos de verdad. Sólidos en sus principios. El reto para el futuro aprista es mantener vivo el compromiso con las causas populares que han levantado a lo largo de estos cien años.