Cultura

CARRARA PARA OTRO ARTISTA

NINGUN ROBOT PODRA USURPAR EL DOMINIO HUMANO DEL ARTE

Por: Tomás González Pondal

Un hombre puede manejar el arte, puede hacer algo artístico, puede aprender reglas para perfeccionar su arte. Puede, incluso, hacer un arte-facto (facere, hacer) llamado robot. Pero un robot no puede practicar el arte. Programado, un robot podrá fabricar o hacer una pieza de algo pero no una pieza propiamente artística. El arte estrictamente es del dominio de lo humano. En la obra artística el hombre deja plasmada su huella. De alguna manera, la hechura artística presenta algo espiritual, de ahí que, por más perfecta y hermosa que se vea una escultura esculpida por un robot, pierde el encanto artístico propio de una obra “artística”, al saberla hecha mediante una herramienta robótica.

No es lo mismo responder a “¿quién hizo esto?”, diciendo que lo hizo el robot ABB2, que diciendo lo hizo el escultor italiano Giovanni Strazza. Y es que también la autoría de una obra artística es única e irrepetible: sólo Miguel Ángel (1475-1564) hizo su David, y aunque la hubiera querido imitar Canova (1757-1822) nunca hubiera sido lo misma, y sólo Canova hizo tal obra de arte, y aunque la hubiera querido imitar Giovanni Strazza (1818-1875) nunca hubiera sido la misma.

Cada uno posee un toque único e irrepetible, por la sencilla razón de que cada ser humano es único e irrepetible. Hasta me atrevo a decir que ni un mismo artista es capaz de repetir una obra suya, haciendo que la segunda sea exactamente como la primera. Sólo la robótica, fría, sin vida, sin pasiones, sin emociones, sin afectos, sin imaginación, sin una inteligencia despierta y sin una voluntad actuante, es capaz de hacer un millón de piezas iguales, sin más valor que el del material utilizado y el de otros desgastes sufridos por alguna que otra parte de la máquina.

DIFERENCIA ABISMAL

“Tengo La Piedad, esculpida en mármol de carrara”, dice alguien. “¿Y quién la esculpió?”, pregunta otro. Y la respuesta que se dé marcará una diferencia abismal según se trate de un artista o de un robot. Porque pienso que nadie pondrá en duda la completa diferencia que existe entre decir “ha sido esculpida por el gran Miguel Angel”, a decir “ha sido escupida por un brazo robótico de cuatro metros”.

Corrió la noticia de que “en Italia, un brazo de aleación de cuatro metros de largo reemplaza el trabajo manual del cincel y el martillo”, y, en razón de eso, uno de sus creadores llamado Michele Basaldella, ha dicho: “No necesitamos otro Miguel Ángel. Ya tuvimos uno.”

Basaldella podrá entender de robótica, pero de arte al parecer muy poco. Ciertamente y por las razones que he dicho en párrafos anteriores no habrá ya otro Miguel Angel. ¡Pero cuánto y qué bueno sería que sí aparecieran muchos y buenos artistas!

Tengo para mí que la producción del buen arte, sea el que fuere, es signo de salud en una sociedad, como así también la decadencia del arte es signo de enfermedad en una sociedad. Sostener que ya no queremos el arte producido por algún artista bueno o eximio, y eso porque se cuenta en la actualidad con la ayuda de robots que producen cosas, es estar liquidando al ser humano en lo que en él hay de talentoso para el arte, y, cercenar y liquidar esa capacidad, es, a su vez, estar dañando a todo el hombre.

La producción artística es reemplazada por la producción robótica, la pieza única por las que son en serie, lo artesanal por lo comercial, lo original por lo falseado, pues se sabe que algunos encargan la obra para que sea hecha por un robot, luego pagan por ella pidiéndose que a su vez se guarde confidencialidad, y, por último, aparecen como los escultores de las mismas.

Las noticias cuentan que “en el taller robótico, donde los técnicos prueban un gigantesco robot nuevo, Massari señala una reproducción de Psique reanimada por el beso del amor, obra maestra de la escultura neoclásica. Canova tardó cinco años en hacer esto, dice Massari. Nosotros tardamos 270 horas.”

Parece broma, y encima pésimamente expresado. Porque Canova tardo cinco años, mas “nosotros” no tardamos 270 horas, los que tardan esas horas son los robots. Si ese “nosotros” realmente fuera “nosotros”, quizá tarden treinta años en hacer cualquier cosa menos a Psique. Por otra parte, da la sensación de que el arte consistiera en hacer algo a toda velocidad, o como si mientras menor fuere el tiempo que se emplea en hacer algo, mejor o más artístico fuere lo hecho.

Siempre un escultor podrá contar con una maza, cincel y gradinas para trabajar la piedra. Es más fácil llevar eso en las manos, que llevar un brazo mecánico de cuatro metros metido en un bolso. Y lo mejor, que con herramientas sencillas y económicas se puede hacer una pieza sin igual, pieza a la que verdaderamente se la puede catalogar de “artística”. En cambio, un robot sale millones, y eso sólo para producir cosas que tienen el sello de la industria mas no del arte.

Un artista italiano apellidado Monfroni, ante la temática de la robótica planteada, manifestó “que ahora Italia corre el riesgo de perder la reputación internacional de su tradición artesanal.” Triste: otra tradición a la que se quiere matar.

Ya tuvimos un Miguel Ángel, fenómeno. Pero es una estupidez, en nombre de la robótica, pretender que no necesitamos más buenos artistas. Ojalá que aparezcan, y muchos. Carrara para otro artista: siempre estará a la espera de otro buen artista.

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