La columna del Director

VARGAS LLOSA Y KEIKO FUJIMORI

Por: Luciano Revoredo

Mario Vargas Llosa después de su derrota en las elecciones de 1990 no perdonó jamás al Perú ni a quien lo había derrotado: Alberto Fujimori. Empezó entonces una batalla permanente contra el fujimorismo aunque en ella arrastrase al país.

Podemos recordar cuando pedía sanciones económicas contra el Perú, o las veces que ha recalcado la condición casual de la nacionalidad, pese a que por momentos expresa cierta nostalgia por algunos territorios nacionales como Piura o Arequipa, prefiere identificarse como un ciudadano del mundo. Es así que en 1993 adquiere la nacionalidad española.

Esta condición de desarraigo lo hace ver al Perú con frialdad y distancia. Pese a eso, su aversión a Fujimori lo hace que cada cinco años en los procesos electorales reaparezca. Sólo en ese momento parece recuperar su pasaporte peruano para opinar apasionadamente.

En medio de ese apasionamiento se la ha jugado por Toledo, Ollanta Humala y Nadine Heredia, incluso en su momento manifestó que Nadine debía ser presidenta, también fue garante de PPK, todo antes que el fujimorismo llegue al poder. Es decir, con un contundente discurso democrático y anticorrupción fue el mayor garante de la corrupción.

Nunca tuvo el marqués progreliberal ni la más mínima intención de ocultar sus odios, su feroz afán de venganza. Una vez un viejo amigo sacerdote e historiador jesuita, hablando de política y otras cosas soltó una definición sobre Vargas Llosa. “Mario es un hombre sin Dios ni patria” sentenció. Me quedé muchos años con esa definición. Pero podría haber otra. El propio Vargas Llosa visitando Milán en 1985, ve una muestra del artista alemán George Grosz y queda encantado con sus trabajos, incluso en más de una ocasión lo menciona en sus novelas. Años después escribe un ensayo sobre él, lo titula “Un hombre triste y feroz”. Creo que sin proponérselo en ese título sobre Grosz se define a sí mismo. Nadie puede negar su genio literario. Pero en lo personal y lo político alterna su personalidad entre la tristeza del revanchismo y la ferocidad del odio.

Pero como quiera que el Perú nunca deja de sorprendernos, las últimas elecciones nos pusieron entre la disyuntiva de elegir el camino del comunismo más abyecto o el fujimorismo.

Entonces se produce la gran sorpresa. Vargas Llosa que ha avalado  a delincuentes como los Humala, Toledo y PPK se ve en esa disyuntiva. O aquellos a los que siempre trató de cerrar el paso, contra los que despotricó en todos los foros del mundo o el comunismo polpotiano de Sendero Luminoso.

Entonces lo imagino abrumado, desconcertado, en un trance inimaginable. Su tristeza y ferocidad deben haber luchado intensamente antes de salir a pedir el voto por Keiko Fujimori, pero un arrebato innato en él lo fuerza a opinar. Finalmente lo hace, pese a que en este momento no tiene ninguna capacidad de endose.

Lo cierto es que ya cumplió. Ahora lo prudente es que calle o su apoyo será contraproducente.

Por otro lado, es de esperarse que Keiko Fujimori que enfrenta esta situación histórica no ceda a ninguna condición. No está Vargas Llosa en situación de poner condiciones. El enemigo común es el comunismo. Keiko debe reforzar su posición de derecha popular. No debe haber acuerdos ni concesiones con MVLL ni con el establishment o su apoyo podría convertirse en el abrazo del oso.

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