Política

PIÑATA PENSIONARIA

Por Ántero Flores-Aráoz

Como quiera que el sistema previsional, a cargo del Estado, no era satisfactorio y las pensiones de retiro que otorgaba no estaban acordes con las expectativas de quienes se jubilaban, se tomó la experiencia de otros países y se crearon los fondos privados de pensiones, con ahorro forzoso individual de los aportantes al sistema.

A los aportantes se les retiene un porcentaje de la remuneración a través de las planillas, el que se entrega a las empresas administradoras de fondos de pensiones y, ellas invierten los aportes en una amplia canasta de inversiones, tanto nacionales como extranjeras; acciones, bonos y otras obligaciones emitidas por Estados o por empresas privadas; colocaciones en el sistema financiero nacional e internacional y, un cúmulo de otras modalidades de inversión. Las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP) como retribución por su labor de intermediación, reciben la correspondiente comisión.

Con la rentabilidad que producen los depósitos en el sistema financiero y en las diversas modalidades de inversión antes glosadas someramente, se pagan las pensiones, que están relacionadas con la rentabilidad de los fondos individuales. Lo dicho es en términos generales, la forma en que funciona el sistema pensionario privado.

Ahora, en que nos encontramos inmersos en una grave crisis económica, debida a la pandemia que afecta al mundo, en que se eliminan millones de empleos y, que incluso, los informales han perdido ingresos, el Estado ha buscado como aliviar la situación de los afectados. Se les ha otorgado a los más vulnerables, ayuda económica, léase donaciones y, por disposición legal se les permite al grupo con trabajo formal, retirar en todo o en parte, la compensación por tiempo de servicios (CTS), que en buena cuenta es un seguro limitado de desempleo. Igualmente, se autoriza a retirar en todo o en parte sus fondos pensionarios bajo administración de las AFP.

Tiene lógica que, si se guardó “pan para mayo”, como cuando se deja el empleo o cuando se acoge a jubilación; en caso de una emergencia, ni prevista ni deseada, se pueda utilizar los fondos acumulados en instituciones financieras para las CTS y los futuros pensionarios en las AFP. Pero esto tiene que hacerse con prudencia y sin hacer de los fondos pensionarios una piñata, en que los Poderes Ejecutivo y Legislativo compiten para ver cual pega más a la piñata, cual golpe generará que caigan más recursos a los aportantes a los fondos y, quien, a los ojos de los ciudadanos habidos de recursos, es el más generoso, aunque con dineros ajenos.

Como el 25% del fondo pensionario individual, que el Congreso ha autorizado entregar a los aportantes, no está todo en efectivo, las AFP tendrán que liquidar, realizar, transferir, vender o disponer de las inversiones, para convertirlas en líquidas, lo que significará pérdida de valor, pues cuando se venden bienes apresuradamente, su precio decrece. ¿Pierden las AFP? No, pierden los futuros pensionistas. Una pena actuar con populismo y no con racionalidad y, peor que el Ejecutivo abdique frente al oportunismo electorero.

Lo que si está pendiente, es el rediseño del modelo, que hay que hacerlo con sapiencia.

 

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