La columna del Director

PEDRO CASTILLO Y LA KAKISTOCRACIA

Por: Luciano Revoredo

Hemos tocado fondo. Campea la desvergüenza. Gobierna la hez de la sociedad. Las instituciones han sido carcomidas por la herrumbre de la corrupción y la mediocridad. Las élites extraviadas en la frivolidad y el más ramplón mercantilismo callan esperando su hora indolentemente.

El país ha sido tomado por autoridades lumpenescas, ministros con prontuario, asesores patibularios y funcionarios cuyo único mérito es su desfachatez.

El parlamento, que todos los parásitos de la izquierda en complicidad con el Ejecutivo y un periodismo irresponsable han venido demoliendo hace varios años, viene perdiendo aprobación aceleradamente. Es el triste escenario en que se presenta una tragicomedia decadente. Un terreno infértil en que se vive del cabildeo y el cálculo político. Es tal vez el último espacio democrático que nos queda, pero tan venido a menos que aterra.  Esa es la condición del Congreso de la República, demolido, disminuido, maniatado y tomado por toda suerte de farsantes, demagogos y populistas, salvo honrosas excepciones.

Del Ejecutivo no se puede decir menos. Tenemos el más inepto y mediocre gabinete de ministros de la historia republicana. Desde un Primer Ministro que ha demostrado una incapacidad invencible, una torpeza y agresividad solo propia de un matón totalitario y que tiene antecedentes de negociados familiares  que lo descalifican, hasta el inepto ministro de salud, un vendedor de cebo de culebra. El resto del gabinete junto no vale un peso. No pasan de ser una tropilla de advenedizos.

Quien ocupa la Presidencia de la República está en sintonía con todo este desastre, se podría decir que encarna y representa este estado de cosas. Nunca la institución presidencial en  doscientos años ha caído tan bajo. La presencia de Castillo en Palacio repugna a la razón

Tras una agitada vida como dirigente sindical vinculado al MOVADEF, fachada de Sendero Luminoso y luego de una serie de inesperadas carambolas y una dudosa elección, pudo ocupar la Presidencia.

Se inicia así el más lamentable periodo político de la república. El desgobierno, la mentira, la demagogia, el enfrentamiento entre peruanos, la idiotización de las masas, la manipulación de la verdad y la mentira como estilo de vida definen a este precario gobierno. Su fuerza se basa en la división de los peruanos, en el avivamiento del odio, en la ruina de las instituciones y el reino de los sentimientos más elementales. Sólo así es posible consolidar una tiranía tan vulgar y oscura.

El italiano Michelangelo Bovero, profesor de filosofía política de la Universidad de Turín y autor de numerosos libros, acuñó el vocablo KAKISTOCRACIA, del griego kàkistos (el peor) y kratos (gobierno). Es decir el gobierno de los peores, de los más incompetentes. Generalmente se llega a ella tras un constante desprestigio de la política y del arte de gobernar, es entonces la hora de los ineptos, de los pigmeos morales y los arribistas. Los más calificados no quieren “ensuciarse” en la política y se da un gobierno rapaz, indecoroso y pernicioso. Esa es la kakistocracia. Ese es el tipo de gobierno que Castillo viene imponiendo en el Perú. Está en las manos de los buenos peruanos impedirlo.

 

Artículo publicado originalmente en el diario La Razón

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