La columna del Director

LA DESTRUCCIÓN DE LA IGLESIA PERUANA POR EL PROGRESISMO

Por: Luciano Revoredo

A muchos católicos nos preocupa la situación de la iglesia. De un tiempo a esta parte la proliferación de una jerarquía politizada e infectada por la teología de la liberación y una tendencia progresista viene haciendo mucho daño a la iglesia. Para nadie es un secreto que por ejemplo el arzobispo de Lima, monseñor Carlos Castillo que era el oscuro párroco de una iglesia del Rímac, con un pasado político que lo vincula a sectores de la izquierda radical antes de optar por el sacerdocio y que estaba prohibido de dar clases de teología por sus posiciones heterodoxas, desde que asumió el cargo no ha hecho otra cosa que una labor de demolición de la iglesia de Cristo. Ni bien tomó el control contrató como personal de confianza a progresistas, feministas, pro LGBT e incluso conocidos propagandistas del aborto. Luego de esto, sus dislates y permanentes declaraciones por decir lo menos equívocas se hicieron costumbre.

Una iglesia en salida a las periferias, que arma lío en espíritu de sinodalilad, que rinde culto a la Pachamama, que más parece una oenegé ambientalista que la encargada de salvar las almas es lo que nos toca ver al ritmo de guitarritas y aplausos, en templos desprovistos de toda espiritualidad. Ese es el saldo del asalto progresista a la fe católica.

La demolición es a ritmo constante e implacable. Son varios los sacerdotes de observancia tradicional, fieles al magisterio y la doctrina de siempre que por ese simple hecho son marginados, despojados de sus cargos, alejados de los fieles, cuando no castigados por faltas inexistentes.

Igualmente se busca acabar con toda forma de manifestación de espiritualidad que a los ojos del progresismo parezcan tradicionales. Las procesiones, por ejemplo. Recordemos como el Señor de los Milagros el año pasado con diversos pretextos no pudo llegar a la Plaza de Armas. O como el propio Carlos Castillo dijo una vez que “nadie se convierte ante el sagrario”.

Esta semana han sucedido un par de hechos que sin ser muy suspicaces podemos asociar a esta campaña de demolición.

Por una parte, de manera intempestiva el párroco de San Ricardo en Matute, ha desalojado a las Hermanas Oblatas que hacían una labor encomiable en favor de la comunidad desde hace 23 años. Estas monjas llegaban día y noche con su ayuda a las familias, a los ancianos y niños, siempre con una sonrisa y difundiendo la devoción al Niño Jesús. Los vecinos de la zona están indignados y las protestas han llegado incluso a manifestaciones públicas y enfrentamientos abiertos con el párroco y un obispo auxiliar de Lima. (ver vídeo)

Por otro lado, la Hermandad del Señor de Muruhuay, de Lima, que está ubicada en la parroquia de Santa Ana, está siendo desalojada por el nuevo párroco que les ha pedido retirar el anda e imagen que están dentro de la iglesia, diciendo que no hay espacio, lo curiosos es que esta imagen y sus devotos llevan muchos años de actividad en esta parroquia.

Son signos de los tiempos que nos tocan vivir.

1 comentario

  1. Pues se necesita más publicidad de este tipo de atropellos contra la fe de los sencillos. Lc 17, 2 Mejor le fuera que le atasen al cuello una rueda de molino y le arrojasen al mar antes que escandalizar a uno de estos pequeños.
    Pues ya lo dice el Señor. Se necesita que la mayor cantidad de fieles, convierta en tendencia en twitter esas cosas, #stopdesalojo #todossomosoblatas #SeñordeMuruhuaysequeda, o alguna parecida.

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