
Por: María Ximena Rondón
Fuego, sangre y dolor: estos son los elementos que protagonizan una pugna para conseguir un preciado trono de hierro. Ciertos personajes tienen tanta sed de poder, que han maquinado un plan para hacerse con ese “trono” usando las protestas como un chantaje.
Recordemos que, en su cuenta de Twitter, Vladimir Cerrón indicó que para conseguir el fin de las protestas, se debe realizar una asamblea constituyente, que en el fondo es un arma política para construir un estado a la medida de la izquierda.
A este sujeto se sumaron otros personajes de (qué casualidad) de la izquierda. Incluso, muchos fungieron como luminarias morales llamando a la unidad nacional, mientras que por otro lado incitaban al “pueblo” a salir a las calles.
Esta ha sido una estrategia cuidadosamente planificada para hacerse con el poder y enriquecerse ¿Realmente creen que les importa el pueblo y el Perú profundo? Estos no son más que simples peones en su juego de tronos peruano.
No hay que ser ingenuos para creer en ese discurso mesiánico. Estos individuos se aprovechan de las venas abiertas (yo también conozco ese libro) y la ignorancia de la gente para manipularla a su conveniencia.
Además, tenemos años de lavado de cerebro mediático, pues los medios de comunicación nacionales se han encargado de repetir ciertas consignas políticas a la población, quienes sienten una reverencia hacia ellos como si fuera un dogma.
No hay escrúpulos para sacrificar a los manifestantes y les incitan a destruir todo a su paso ¿Realmente piensan que una persona que utiliza estos métodos será un gobernante bueno y justo como lo queremos? ¿Quieren una dictadura violenta para su patria? ¿Seguirán a alguien que amenaza con que correrá sangre en las calles?
¿Harán caso a un organismo que dice defender los derechos humanos pero que se dedica a condenar a quienes protegen la integridad y el orden nacional?
De hecho, consideramos que los derechos humanos están al servicio de los intereses de la izquierda y del terrorismo. Lo único que se debe hacer es culpar a las fuerzas armadas como el opresor y a los manifestantes como los oprimidos. No hay mayor signo que ese para identificar la narrativa marxista detrás de estas protestas. Y todos sabemos históricamente el desastre al que llegaron los países que tienen gobiernos que aplicaron los postulados del marxismo.
Debemos impedir que este mal atrape al poder porque se convertirá en un parásito difícil de eliminar. Respaldemos a nuestras fuerzas armadas para que pongan orden. Descifremos la estrategia que busca apoderarse del trono de hierro peruano y lancemos una contraofensiva. No permitamos que nuestros hermanos peruanos sean utilizados como peones en este torneo por el poder.
El Perú no se merece eso.