Vida y familia

EL ROL DE LOS PADRES EN LA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS

Por: Iván Castillo Plácido∗

En estos días del mes de febrero, muchas instituciones educativas ya iniciaron sus labores de programación del año escolar, con la finalidad de brindar un servicio educativo de calidad a las familias. Como Alfonso Aguiló decía en una de sus conferencias el año pasado a un grupo de profesores: “nuestro objetivo es mejorar la sociedad a través de la educación”.

Es por ello que, los profesores de la educación básica no sólo se encargan de desarrollar competencias y brindar conocimientos a sus alumnos, sino que también están preparándose para ser asesores educativos. Es necesario en la actualidad ayudar a los padres de familia en la educación de sus hijos. Sin embargo, es importante resaltar que el protagonismo es exclusivamente de ellos: los padres de familia. Nosotros los maestros sólo podemos ayudar, orientar, asesorar, pero son los padres los que tienen ese derecho y deber fundamental de educarlos.

José Ramón Ayllón en su libro 10 claves de la educación, menciona que la primera clave para educar es: “saber a quién se va a educar”. Esto significa que padres y maestros debemos saber lo que comprende el ser humano, sus dimensiones y cómo se forman cada una de ellas. Conociendo este factor antropológico tendremos las bases para poder educar de una manera más eficaz en estos tiempos modernos.

El ser humano tiene tres dimensiones bien definidas que se forman a lo largo del tiempo: El cuerpo (materia), la inteligencia y la voluntad. Fernando Corominas en su libro Educar hoy, menciona que en la formación de cada una de estas dimensiones: el cuerpo se adiestra, la inteligencia se instruye, y la voluntad se educa.

Efectivamente, el cuerpo se adiestra. Y por ello los padres de familia deben saber que esto se aplica desde temprana edad en los hijos, desde las rutinas que le van dando en el aseo, la buena alimentación, las horas de sueño, etc. Y conforme vayan creciendo los hijos, hay que ayudarles a que tengan una afición deportiva para crecer sanos y fuertes.

La inteligencia se instruye. La inteligencia es aquella dimensión del ser humano cuya tendencia es la búsqueda de la verdad. Es decir, esta dimensión se forma a través de los conocimientos adquiridos en toda su etapa de formación y el desarrollo de habilidades intelectuales. En este aspecto, los profesionales de la educación tenemos una gran responsabilidad, pues es nuestro deber conocer las distintas estrategias de enseñanza y aprendizaje para que nuestros alumnos forjen esta dimensión, y desarrollen competencias relacionadas al área intelectual.

La voluntad se educa. La voluntad, es aquella dimensión cuya tendencia es la búsqueda del bien. Esta dimensión se forma a través de hábitos operativos que se convertirán luego en virtudes humanas. Las virtudes humanas perfeccionan a la persona, pues tiene como tendencia natural hacer el bien (ser generoso, obediente, estudioso, ordenado, trabajador, etc.) y lamentablemente muchos padres de familia no toman en cuenta la importancia de educar esta dimensión en sus hijos. ¿Cómo se hace? Creando en ellos hábitos desde muy pequeños.

Por ejemplo, el período sensitivo para educar en el ORDEN es entre 1 y 3 años de edad. En estas edades es fácil conseguir que el propio niño guarde sus juguetes en el mismo lugar o tenga su ropa ordenada. Para ello hay que jugar con él colocando las cosas en el mismo lugar y en el mismo orden. Otros períodos importantes para el desarrollo de virtudes son: de tres a nueve años, LA SINCERIDAD; entre los siete y doce años, EL ESTUDIO y LA GENEROSIDAD; en los 16 años, LA JUSTICIA; etc.

Ese conjunto de virtudes humanas que va desarrollando la persona, hace que forje su carácter. Y para ello, es importante que nosotros como padres de familia luchemos en la mejora personal por el bien de nuestros hijos. Se lee en una obra literaria: “Fray ejemplo es el mejor predicador”. A esto se refiere el Dr. Tomás Melendo cuando puso como título a su libro: “Todos educamos mal… pero unos peor que otros”, ya que los padres de familia tenemos defectos y podemos fallar, pero debemos tener esa audacia y humildad para reconocer nuestros errores y tener ese deseo incansable de mejorar por el bien de sus hijos.

Por otro lado, los padres de familia también deben tener cuidado con la sobreprotección o excesivo cuidado hacia los hijos, pues esto lleva a malcriarlos. Cuando converso este tema con ellos, algunos justifican que dicha condescendencia viene del cariño, pero también es cierto que viene del querer ahorrarse el esfuerzo de educar con rectitud.

Finalmente, es bueno mencionar que la dimensión intelectual y de la voluntad, vienen del alma espiritual del ser humano. Nuestra naturaleza no es sólo física, y esta otra parte “no visible” tiene como tendencia buscar a un ser supremo que para los cristianos es Dios. Por ello, aquellas familias cristianas, deben considerar a parte de todo lo que acabo de detallar, este aspecto de la educación de la fe en los hijos, sobre todo educarlos en piedad y doctrina.

La educación en virtudes va de la mano con educar en piedad y doctrina, pues si hay piedad y doctrina, pero poca virtud, ellos acabarán pensando y sintiendo como viven, y no como les dicte la razón iluminada por la fe.

Es por ello que el rol de los padres de familia en la educación de los hijos, implica considerar estas dimensiones, y establecer un plan de acción acorde a la edad de cada hijo para elaborar su proyecto educativo, buscando siempre el bien de cada uno de ellos y en consecuencia, mejorar la sociedad brindando una educación de calidad desde el hogar. Atender a cada uno de los hijos según su singularidad, pues como dijo Fernando Corominas en su libro Educar hoy, “educar es una ciencia y un arte: es un arte porque nada es absoluto, no hay reglas fijas; y es una ciencia a la vez porque hay que estudiarla y conocerla”.

 

 

  1. Fuentes de investigación
  • EDUCAR HOY, de Fernando Corominas.
  • 10 claves de la educación, de José Ramón Ayllón.
  • Todos educamos mal… pero unos peor que otros, de Tomás Melendo
  • Educar el carácter, de Alfonso Aguiló

                                                            

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