Por: Ricardo Sánchez Serra
Las elecciones generales en el Perú, empezaron mal y es muy posible que terminen mal.
El Jurado Nacional de Elecciones, con un representante menos y un presidente non sancto eran ya un síntoma de la potente metáfora que “algo olía a podrido en Dinamarca”. Algunos pensarán qué fácil es jugar a general después de la batalla, pero se debió dejar que el representante del Colegio de Abogados -en caos continuo-, Raúl Chanamé, continúe en su función -si es que era legalmente posible- para no dejar cojo al JNE.
A pesar de las denuncias públicas de irregularidades, el JNE -en mayoría-, con honorables votos en minoría, ya quiere dar por terminado el escrutinio.
Su decisión alterará el orden y será una estocada para la democracia y que erigirá al representante comunista que terminará por destruir la sociedad peruana y la sumirá en el caos.
Estas elecciones ya son espurias, con votantes muertos, identidades falsas, arreglos irregulares en las mesas, no muestran el padrón electoral, no quieren investigar nada, entre tantas, que vician el proceso electoral y violan la voluntad ciudadana.
¿Y los “celebérrimos” observadores internacionales? ¡Bien gracias! Se pasearon por los locales de votación -vinieron muy pocos en realidad- se deleitaron con el cebiche, el lomo saltado, el ají de gallina, la causa rellena y los viajes turísticos. Y lo peor de todo es que irresponsablemente -por protocolo- felicitaron a los organismos electorales peruanos. ¡Ganapanes hipócritas que han hecho un daño irreparable a la democracia peruana!
¿Y ahora qué sigue? Es la pregunta del millón. ¿Una auditoría internacional, como la que hubo en Bolivia? ¿Juicio en el Congreso y el Poder Judicial a los miembros del JNE?
Se vienen días aciagos para los peruanos, si el JNE decide dar punto final a estas elecciones, sin haber investigado hasta la última irregularidad, aparte que sería inmoral.
Se pide que los militares salven a la Patria… Ahora se acuerdan de ellos, después que lucharon por el Perú, contra la subversión y fuerzas extranjeras, y fueran ninguneados y hasta incomprendidos. Su sacrificio por la Patria, su lucha, son equiparados injustamente por los caviares y comunistas con las huestes terroristas, ante la indiferencia e inacción de muchos.
No deberíamos haber llegado a esta dicotomía entre democracia y terrorismo. Muchos peruanos no solo votaron con apatía, sino que tampoco se conocía de un fraude tan bien preparado y a gran escala. Esperemos que la reacción por la democracia no sea tarde, que los votos se respeten y no sean timados con la complicidad e indolencia de los organismos electorales. No deben bloquear el camino a la verdad.
Lo contrario significará que el Perú entre a una etapa de descomposición, con un futuro incierto, que no fue el que quisieron nuestros libertadores y nuestros héroes.