Iglesia

EL HUMO DE SATANÁS EN LA CRISIS POSTCONCILIAR

Por: Federico Prieto Celi

Recordemos que desde 1965 hasta su muerte en 1978, Paulo VI sufrió lo indecible a causa de la crisis mediática postconciliar que siguió al Vaticano II. En 1969, el Papa puso en práctica la reforma litúrgica que los padres conciliares habían indicado que se hiciera. En el nuevo rito latino de la santa misa ya no aparece la Oración a San Miguel Arcángel. Había como un afán de minimizar el culto a los ángeles; por ejemplo, las festividades de San Miguel, San Gabriel y San Rafael, se unen en un solo día . Los ángeles desobedientes, los demonios, de otra parte, preocupan mucho al Obispo de Roma. Pero como Vicario de Cristo, sabía que su primer antecesor, Pedro, había dicho que Jesús pasó por el mundo “haciendo el bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo” (Mc 3,7-12).

Paulo VI afirmó, el 29 de junio de 1972, noveno aniversario de su coronación como romano pontífice,  que “por algún resquicio ha entrado el humo de Satanás en el templo de Dios. Se creía que, después del Concilio, el sol habría brillado sobre la historia de la Iglesia. Pero en lugar del sol, han aparecido las nubes, la tempestad, las tinieblas, la incertidumbre. Una potencia hostil ha intervenido. Su nombre es el diablo, ese ser misterioso del que San Pedro habla en su primera Carta. ¿Cuántas veces, en el Evangelio, Cristo nos habla de este enemigo de los hombres? Nosotros creemos que un ser preternatural ha venido al mundo precisamente para turbar la paz, para ahogar los frutos del Concilio ecuménico, y para impedir a la Iglesia cantar su alegría por haber retomado plenamente conciencia de ella misma”.

Cinco meses más tarde, el 15 de noviembre de 1972, el Papa consagró una catequesis a la presencia activa de Satanás en la Iglesia: “Una de las necesidades más grandes de la Iglesia es la de defenderse de ese mal al que llamamos el demonio, de un ser viviente, espiritual, pervertido y pervertidor, realidad terrible, misteriosa y temible. Se separan de la enseñanza de la Biblia y de la Iglesia los que se niegan a reconocer la existencia del diablo, o los que lo consideran un principio autónomo que no tiene, como todas las criaturas, su origen en Dios; y también los que lo explican como una seudo-realidad, una invención del espíritu para personificar las causas desconocidas de nuestros males”.

“Nosotros sabemos que este ser oscuro y perturbador existe verdaderamente y que está actuando de continuo con una astucia traidora. Es el enemigo oculto que siembra el error y la desgracia en la historia de la humanidad. Es el seductor pérfido y taimado que sabe insinuarse en nosotros por los sentidos, la imaginación, la concupiscencia, la lógica utópica, las relaciones sociales desordenadas, para introducir en nuestros actos desviaciones muy nocivas y que, sin embargo, parecen corresponder a nuestras estructuras físicas o psíquicas o a nuestras aspiraciones profundas.”

Un año antes de su muerte, Pablo VI volvió sobre este tema en otra audiencia general: “No hay que extrañarse de que nuestra sociedad vaya degradándose, ni de que la Escritura nos advierta con toda crudeza que “todo el mundo yace bajo el poder del Maligno”, de aquel al que la misma Escritura llama “el Príncipe de este mundo”. Satanás es una creatura salida de las manos de Dios, que cuando tuvo la oportunidad de ejercer la libertad, elegir el bien o el mal, eligió voluntariamente el mal. Si observamos la mano de Dios en la historia también advertimos, lógicamente, el humo de Satanás.

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