Por: Matías de Dompablo
Carreteras cerradas, edificios quemados, negocios quebrados, un pueblo manipulado. Calles inseguras, discursos tibios, medios internacionales coludidos, una juventud confundida. Y, como si lo anterior no fuese suficiente, compatriotas muertos, civiles y policías.
Esta es la realidad actual de nuestro país, consecuencia de una inestabilidad política constante, liderada por políticos inescrupulosos que no velan por el interés general. Una vez más, sale a la luz la profunda desunión que existe en la nación, azuzada e impulsada por sectores de la izquierda.
Una desunión que solo desaparece momentáneamente cuando juega la selección o cuando se galardona nuestra gastronomía. Una desunión que es más antigua que el nombre del país y que se ha reflejado en disputas sociopolíticas a lo largo de nuestra historia. Solo hace falta mirar hacia nuestro pasado y veremos el mismo patrón, una y otra vez.
Cuando Francisco Pizarro llega al territorio del Tahuantinsuyo, encuentra un imperio dividido. Por una parte, una guerra civil entre dos bandos por la disputa del poder y, en simultáneo, un gran descontento en los pueblos sometidos al poderío Inca. Estos hechos facilitaron la conquista española, que incluso fue apoyada inicialmente por civilizaciones nativas como los Cañaris y los Huancas (Wachtel, Historia de América Latina, p. 173).
Posteriormente, durante el virreinato, encontramos nuevos episodios de desunión. Por una parte, y lo que derrumba el argumento indigenista posmoderno, el racismo no fue únicamente de blancos hacia el resto de “razas”. Como lo señala el historiador John R. Fisher, “la mutua antipatía que sentían indios y negros en los sectores populares de la ciudad permitió que los blancos mantuvieran el control social de su espacio urbano”. (Fisher, El Perú borbónico, p. 148).
Además, entre semejantes tampoco se apoyaron: Mateo García Pumacahua, quien en 1814 lideraría la rebelión criolla en contra de las autoridades virreinales, no apoyó a Tupac Amaru II en 1781. De hecho, llegó a enviar soldados indios al Cuzco para suprimir el levantamiento insurgente de este personaje porque lo consideraba un usurpador y no veía una oportunidad de ascenso personal si apoyaba esa iniciativa (Fisher, El Perú borbónico, p. 146-150). Si criollos, indios, mestizos y mulatos se hubieran unido a José Gabriel Condorcanqui, al margen de sus motivos reales para sublevarse, hubiéramos sido, probablemente, la primera nación independiente de la región.
En la actualidad, este grave fraccionamiento se ha agudizado. Cada día, la situación política del país, que engloba factores económicos, institucionales, sociales y culturales, se ve empeorada. Y no es posible construir Estado desde abajo hacia arriba, donde sea el pueblo quien realmente tenga el poder, si este no está parcialmente unido para tener una base sólida sobre la cual construir una nación próspera.
Nos encontramos profundamente desunidos desde antes de llamarnos Perú y esto se ve reflejado en las protestas que tienen lugar desde hace algunas semanas. En estas se puede ver una mezcla de dos componentes que deben ser atendidos urgentemente si queremos un mejor futuro: el reclamo de aquellos que se sienten dejados en el olvido y la manipulación que aplican los izquierdistas sobre ellos, usándolos como medio para llegar al poder, sin importarles su bienestar.
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Lecturas de interés:
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Alegría, C. (1987). Los perros hambrientos. Alianza editorial.
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Arguedas, J. (2011). Yawar fiesta. Horizonte.
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Fisher, J. (2000). El Perú borbónico. Instituto de Estudios Peruanos. https://issuu.com/ladyrosatorrejonzelaya/docs/007_el_per___borb__nico_ce91897c8f4708
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Lebrún, E. (1892). Historia de la conquista del Perú y de Pizarro. Imprenta y librería de Subirana Hermanos. https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/historia-de-la-conquista-del-peru-y-de-pizarro–0/html/ff2b1b7c-82b1-11df-acc7-002185ce6064_2.html
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Wachtel, N. & Bethell, L. (1990). Historia de América Latina. Crítica. Capítulo 7. https://www.clubensayos.com/Historia-Americana/Nathan-Wachtel-Cap%C3%ADtulo-7-Los-Indios-Y-La/1034446.html
