Por Luciano Revoredo
En 1978, la entonces Pontificia Universidad Católica del Perú celebró uno de los momentos estelares de su historia con la incorporación de Jorge Luis Borges como Doctor Honoris Causa. La ceremonia, que desbordó las expectativas en términos de asistencia y participación, reflejaba un compromiso profundo con la excelencia académica y el pensamiento crítico. La presencia de Borges no solo subrayó la importancia de la literatura y el conocimiento, sino que también reafirmó el rol de la universidad como un faro de reflexión intelectual y debate. Los estudiantes de aquellos días abarrotaron las instalaciones de la universidad y Borges se mostró relajado respondiendo las preguntas que se le hicieron con sentido del humor y declarando que se encontraba feliz.Entre los maestros de la univesridad se encontraban algunos de los más destacados académicos peruanos de entonces, el discurso de orden estuvo a cargo de Luis Jaime Cisneros y la ceremonia de incorporación a cargo del rector José Toala Pasquel.
Contrariamente, la misma universidad que en el pasado honró al maestro argentino de las letras hoy parece haber tomado una ruta diferente. En lugar de acoger a figuras que enriquezcan el pensamiento académico, la universidad ha decidido celebrar a Susy Díaz, una vedette retirada conocida por su carrera en el entretenimiento ligero y no pocos escándalos en su vida personal. Este reciente acto, cargado de frivolidad y clara decadencia, dista enormemente de la solemnidad y el respeto que caracterizaron la ceremonia de Borges y otras tantas, pero hemos querido remontarnos hasta él como ejemplo de lo que fue en su momento la PUCP.
La elección de Díaz como figura central de la bienvenida a los cachimbos, plantea un cuestionamiento fundamental sobre la evolución de los valores y las prioridades dentro de la universidad. En lugar de fomentar un ambiente de reflexión y estudio, la institución ha optado por un evento que parece alinearse más con el entretenimiento popular que con la formación intelectual rigurosa. Susy Díaz, que presentó sus canciones en doble sentido, más propias de un centro nocturno y dió consejos de vida a los jovenes estudiantes, ofrece un espectáculo que, aunque legítimo en el ámbito del entretenimiento, carece de la profundidad que se esperaría en un contexto universitario.
Este cambio en la dirección institucional refleja no solo un cambio en la naturaleza de los eventos organizados, sino también una posible crisis en la identidad y misión de la universidad. La transformación de una institución que una vez fue sinónimo de respeto y excelencia en un espacio de entretenimiento superficial puede interpretarse como un indicio de una decadencia preocupante. La universidad parece haber perdido de vista su rol primordial como promotora del conocimiento y el pensamiento crítico.
Además, la presencia de Susy Díaz en una universidad resalta una desconexión entre los valores tradicionales de la educación superior y las tendencias actuales. Esta situación no solo afecta la percepción externa de la universidad, sino que también puede tener consecuencias en la formación y expectativas de los estudiantes, quienes podrían estar recibiendo señales confusas sobre la importancia del rigor académico y el valor del conocimiento profundo.
Si bien Susy Díaz tiene el derecho de seguir desarrollando su carrera en el mundo del espectáculo, su inclusión en un evento universitario es un claro desvío de los ideales que una universidad debería representar. La celebración de figuras del entretenimiento en lugar de intelectuales de renombre sugiere una transformación en la visión de lo que constituye una experiencia educativa valiosa.
La Universidad Católica, en su actual trayectoria, debe reflexionar sobre el legado que desea dejar y el impacto que sus decisiones tienen en su comunidad. Reorientar el enfoque hacia la reafirmación de los valores fundamentales de la educación superior y el compromiso con el pensamiento crítico y la excelencia académica es esencial para recuperar el prestigio perdido y garantizar una formación integral y valiosa para sus estudiantes. La universidad debe reconsiderar sus prioridades y retornar a una orientación que celebre el conocimiento y el intelecto en lugar de sucumbir al atractivo superficial del entretenimiento. Ya bastande ha decaído con la toma del mando por la caviarada y su influjo perverso en los contenidos de los cursos y en la identidad de la universidad.
En el Perú, lamentablemente se ha convertido en un agujero negro que succiona todo lo que se le acerca. La desnutrición y la anemia amenazan al futuro, desapareciendo la posición de aprendizaje y desarrollo de las generaciones venideras; y la pseudo ideología, succiona todos los ambientes, desde el cultural, hasta el farandulero, pasando por una academia cada día menos sólida. Una educación diluida en las miasmas incontrolables de decenas de miles de grados y títulos sin valor alguno. Mi madre que es enfermera de a verdad, formada por monjas francesas en conocimientos, disciplina y responsabilidad, me decía que las obstetras están haciéndole lobby a los mediocres del gobierno y del congreso para que las autoricen a realizar funciones reservadas a los médicos obstetras; algo similar al lobby para que los dentistas puedan hacer cirugías plásticas. El Perú no mejorará con una bonanza económica, con dos mega puertos o quince megaproyectos. Sudamérica toda, esta intelectualmente solo por encima del África o Centroamérica, así que no nos extrañe que el trato que recibamos del primer mundo, sea un reflejo de lo que toleramos como países para nosotros mismos.
Desde el momento que abandonaron los principios católicos, iniciaron la caída pendiente abajo, hasta el infierno no paran.