Internacional

CHILE: EL REVÉS DE LA TRAMA (I PARTE)

Por Enrique Díaz Araujo

1. Imágenes

Desde mediados de octubre de este año 2019 la TV nos envía imágenes de la crisis chilena. Una primera manifestación de alrededor de un millón de personas (seguidas de otras, con muchos menos adherentes). La quema de una línea de trenes del “Metro” (subterráneo), otra de grandes ómnibus, saqueos de supermercados, y grandes enfrentamientos callejeros entre “Carabineros” (la policía militarizada) y manifestantes encapuchados y combatientes. Las declaraciones contradictorias del Presidente Sebastián Piñera (primero, afirmando que estaban en guerra; después, pidiendo la renuncia de todo su gabinete, para efectuar reformas económicas). Y una sensación de caos imprevisto, en un país que se tenía por el más desarrollado de Sudamérica.

Tal la trama que hay que analizar de frente y de revés.

2. Cifras comparativas

Ante todo, pongamos esta tabla de cantidades comparadas entre Chile y la Argentina (tomadas de la CEPAL, del año 2017).

 

En un diario local se apunta que: “Chile tiene un 9% de pobreza, un 2,3 de indigencia. Desde la democracia el PBI se multiplicó por cinco. La inflación está por debajo del 5%. Existe empleo pleno. Existe acceso al crédito, con tasas hipotecarias que hoy rondan el 2%. Si bien existe un problema de distribución, sigue siendo un país rico y ordenado. La queja de las clases media baja y media-media relacionadas con su necesidad de endeudarse para acceder a bienes de consumo no justifica bajo ningún punto de vista el salir a incendiar y destruir un país que es modelo en la región” (diario El Día, La Plata, 11 de noviembre de 2019, p. 8).

Por último, hay que anotar que Chile es el primer país sudamericano en ingresar al OCDE (Organismo para la Cooperación y el Desarrollo Económicos).

O sea: el noventa por ciento de los indicadores socio-económicos favorecen a Chile sobre la Argentina. Esto, teniendo en cuenta que Chile es un país dos veces y media más pequeño que la Argentina.

O dicho de otra manera: que el argumento de la desigualdad económica y social esgrimido por los medios locales es absolutamente falso.

Y si la real crisis trasandina no obedece al mito inequitativo: ¿ a qué factores corresponde?

 

3. Estructura socio-económica

 Con cierta razón suele vincularse la presente queja popular con antiguas prácticas discriminadoras chilenas. Hospitales públicos arancelados, colegios públicos pagos, las jubilaciones capitalizadas (AFP: Administradoras de Fondos de Personas) y hasta un dinero para entrar a los baños públicos. Los chilenos, desde hace años, están acostumbrados a esas gabelas, que no se ajustan a una óptica igualitaria argentina. Cuando ellos vienen a nuestro país, donde todo es gratuito, advierten el costo de su sistema, y se rebelan contra él.

Sin embargo, cada país tiene su historia propia y no es tarea fácil emparejarlos. La inmigración aluvional, la enorme movilidad social que generó una dilatada clase media (el 60% de la población total), la desaparición de los pueblos indígenas, una estructura sindical populista, y un prodigado asistencialismo social, han hecho que la Argentina carezca de las castas coloniales (blancos, mestizos, indios y negros). Situación que, a su turno, se correlaciona con la ausencia de jerarquías estamentales, de elite dirigente, de cultura política, y el afán del “fare l´ América”, con el desborde anexo de la corrupción burocrática y sindical. De esa mezcolanza surge el panorama argentino, alejado del chileno y que provoca la incomprensión del fenómeno trasandino. Y, dada la natural arrogancia porteña, enseguida se expide sobre una Nación a la que no conoce ni por los mapas.

Anotemos acá algún factor de diferenciación. Con una superficie de alrededor de 1,3 veces menor que la Argentina, Chile no tiene pampa húmeda, ni ríos navegables. Su zona productiva se recorta por un Norte árido y un Sur entrecortado de islas. No ha tenido inmigración masiva: algo de croatas y serbios al Norte y alemanes al Sur. Los italianos apenas forman una escasa colectividad de “bachichas” (con su club “Audax Italiano”). De ahí que nos llamen “argentanos”. En su “loca geografía” (Subercaseaux), Chile ha sabido aprovechar al máximo las tecnologías productivas. Por ejemplo, el riego por goteo en el Norte Chico (tomado de la experiencia del Neguev), y el injerto de las araucarias sureñas con especies neozelandesas de rápido crecimiento. Así también la concesión de sus múltiples caletas cerradas con mallas metálicas para la cría del salmón.

Pero, sin la menor duda que el mayor acierto económico tiene nombre y apellido: Hernán Büchi. Él, que fuera el último ministro de Economía del Grl. Pinochet, introdujo un modelo que, dado su éxito, permanece hasta el presente. Es de librecambio exportador, con dólar alto, regulado por las seis Corporaciones productoras: la de la Fruta, de la Uva de Mesa, la del Vino, la de los chips de madera, del cobre (con la estatal Codelco) y del salmón. Ellas absorben las reinversiones de las ganancias individuales y las aplican a una serie de actividades logísticas: maquinarias, caminos, camiones, puertos, buques, silos, y desembarcos en Escandinavia, California y sudeste asiático. Todo ello libre de impuestos. Además, las Corporaciones poseen bancos, institutos profesionales, medios de comunicación, etc. Se les delega el poder de policía sanitaria. Han sido el canal de ascenso social desde las clases bajas a las medias. Son intocables y las generadoras del rápido crecimiento del PBI.

Aquel desarrollo ha sido acompañado por otros factores tales como las AFP, que bajo el sistema de capitalización, administran las jubilaciones y pensiones, colocando sus fondos de inversión en la construcción edilicia, que ha producido miles de departamentos para viviendas y rentas de alquiler. Barrios enteros de Santiago, como el lujoso Lo Barnechea, han crecido al calor de ese método de financiación.

Aparte, por otros carriles, corre el notable adelanto de la enseñanza, con las PAC, pruebas de actitud académica que regulan el número de profesionales futuros que requiere la sociedad. El fortalecimiento de numerosas universidades privadas e institutos profesionales (con becas y subsidios). Y, por supuesto, el gran coeficiente del PBI destinado a Defensa, promovido por el aporte del diez por ciento de las utilidades netas de Codelco destinado a la renovación de armamentos (aviones, buques, tanques), que asociado al servicio militar obligatorio, le otorga a Chile una superioridad armada manifiesta respecto de sus vecinos.

La Justicia mantiene un orden, estabilidad y jerarquía, propias de una organización totalmente ajena a la política partidaria. Los jueces son promovidos y destituidos endógenamente, sin intervención del PE ni el PL. Existe, por otro lado un Tribunal Constitucional, que es el único con competencia en esa materia constitucional. Y una Contraloría General de la Nación que vigila la constitucionalidad y legalidad de los actos de gobierno.

En el plano político se ha consolidado el método romano del “cursus honorum”. Nadie puede ser parlamentario sin que antes haya sido concejal. Ni senador, sin previo paso por la cámara de Diputados. Y solo los jefes de bloque partidarios en el Senado son lo que pueden aspirar a postularse como candidatos presidenciales. Por otra parte, la inmensa mayoría de los legisladores cuentan con estudios de posgrado, muchos en el extranjero.

Pues, todo lo antes descripto ha sido posible gracias a la Constitución Política del Estado, sancionada en 1980, netamente anti-demagógica, que es la que ahora los manifestantes reclaman su abolición. Esa Carta fue elaborada por un distinguido catedrático Jaime Guzmán Errázuriz, creador además de la UDI (Unión Demócrata Independiente), asesinado por los sicarios del rodriguismo cubano-comunista, el 1 de abril de 1991, a la salida de la Universidad Católica de Chile (uno de sus asesinos, Galvarino Apoblaza, vive en la Argentina, sin que jamás haya sido extraditado).

O sea, que la reforma constitucional invocada como un amuleto callejero, en vez de solucionar nada, es más que probable que empeorará todo.

 

4. Situación política: la Izquierda

En cuanto ingresamos en el problema damos con un elemento básico: ¿qué tipo de gobierno tiene Chile?

¿Acaso es como la tiranía vitalicia y hereditaria castro-comunista de Cuba? ¿O será una prolongadísima dictadura como la del chavismo “bolivariano” de Venezuela? ¿O, tan siquiera, un régimen inconstitucional, ilegal y fraudulento como el de Bolivia?

Pues, no. Aunque los medios de comunicación no lo mencionen nunca, es bueno recordar que Chile es una República Democrática, que cada cuatro años convoca a la renovación presidencial, con independencia legislativa y judicial, y absoluta libertad de prensa. Primera sorpresa del televidente: Sebastián Piñera es el Presidente legal de Chile. Sí: el mismo Piñera que los manifestantes golpista reclaman su pronta salida.

Dejando de lado el asombro, nos internamos en el tema.

Conforme a la regularidad institucional chilena, en el 2017 se eligió Presidente a Sebastián Piñera con el 54,54 % de los votos contra el 45,4 % del candidato del Frente Amplio, Alejandro Guillier; 9,1 % de ventaja. En términos numéricos: 3.796.579 votos de Piñera contra 3.159.902 de Guillier.

Una primera observación: ¿cuántos de los 3.159.902 del Frente Amplio se encolumnaron en las manifestaciones de La Alameda? Si un tercio de ellos lo hicieron, esa multitud no tenía nada de insólita; simplemente, aprovechaban la bolada.

Tampoco nada de extraño sería que ese desfile estuviera auspiciado por el “Grupo de Puebla”, de los social-demócratas latino-americanos, dependiente de la IIa. Internacional Socialista como otros se vinculan al Foro de San Pablo, ente que colecta a los movimientos revolucionarios, tipo castrista o chavizta.

Una segunda aclaración: la Izquierda masiva no es ninguna novedad en Chile, y, menos, su manifestación callejera, y menos aún, la presencia de colectores causantes de disturbios.

Al respecto, hay que empezar por recordar que hasta hace medio siglo la economía trasandina era básicamente extractiva, primero del salitre y después del cobre. En el Norte desértico funcionaron esas minas, con bajas condiciones de vida para sus obreros. Tal explotación facilitó la implantación en los mineros de la ideología marxista leninista. Bajo la conducción de un líder muy avezado, Luis Emilio Recabarren, se organizaron sucesivamente el Partido Socialista (PSCh), el Partido Comunista (PCCh) y la central obrera (CUCH), todos marxistas.

De acuerdo con la táctica del “Frente Popular” aconsejada por el VII Congreso de la Komintern, en Chile se suscitaron diversas coaliciones izquierdistas (a las que se unió el centrista Partido Radical, de fama masónica). De esa suerte, conquistaron la Presidencia con Pedro Aguirre Cerda y Juan Antonio Ríos. Se escindió durante la de Gabriel González Videla (que ilegalizó al PCCh), y se restableció como Unidad Popular con Salvador Allende. Su catastrófico gobierno, dependiente de la URSS, se estrelló contra la realidad económica en 1973, y favoreció el asentamiento de un Gobierno Militar, hasta 1989. Luego de la salida del Grl. Augusto Pinochet, se restablecieron las coaliciones izquierdistas (no revolucionarias), con la nueva sociedad con el centrista Partido Demócrata Cristiano, conformando la gobernante “Concertación” durante las presidencias de Aylwin, Frei Ruiz Tagle, Lagos y Bachelet. Un centro-izquierda bastante bien avenido con USA, y ya distante de la aventura cubana de Allende.

Si bien la Izquierda universal pretende ser la representante del “Pueblo” y, por lo tanto, no se allana a alternarse con movimientos no-izquierdistas (en principio, y genéricamente tenidos por “fascistas”), de hecho, en Chile ha tolerado los gobiernos de Sebastián Piñera y la Derecha, en una aparente amable alternancia.

Eso, hasta ahora, en que un gran sector de la antigua “Concertación” ha salido a manifestarse revolucionariamente contra el gobierno centro-derechista de Piñera.

En ese nuevo espectro partidario se destaca la presencia de un personaje singular, ahora afincado en Buenos Aires: Marco Enríquez-Ominami.

Luego, conviene que abramos un paréntesis para explicar quién es MEO, apodo con el que es conocido Marco Enríquez-Ominami. Su padre fue Miguel Enríquez, fundador del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionario), grupo guerrillero marxista-leninista, entrenado y dirigido desde Cuba y que cayó abatido en un enfrentamiento armado con la policía chilena. MEO fue llevado por su madre a Francia, donde adoptó la ciudadanía gala y cambió de apellido, pues su madre se casó con el chileno emigrado Carlos Ominami, quien se convirtió en el padre adoptivo de MEO. Hizo sus estudios en el Lycée Victor Hugo, primero y luego en el Saint George College. Tras andar por diversas partes se radicó en Chile en 1996. Allí comenzó su exitosa carrera de cineasta y productor de TV, al tiempo que se inscribía en el Partido Socialista, por el que fue electo diputado, y al que luego renunció. Sus actividades mediáticas le produjeron buen dinero, que él empleó en SQM (Sociedad Química y Minera de Chile). Empero, ahí empezaron sus dolores de cabeza, porque su socio Cristian Wagner colocó 405 mil dólares en las Islas Vírgenes, “affaire” que fue denunciado y está bajo investigación judicial. MEO fundó el Partido Progresista (PRO), que cuenta con el apoyo del Movimiento Socialista Allendista. Fue abogado de Diversidad Sexual. Planteó como tema central la Reforma de la Constitución de 1980. Franco-chileno (reconoce que esa dualidad le crea una tensión), fue fundador del “Grupo Puebla”, que orquesta la social-democracia de la II Internacional Socialista. El PRO, en las elecciones presidenciales de 2017- que ganó Sebastián Piñera- obtuvo el séptimo lugar, con el 5,70 %. Colocación que lo llevó a declarar que se retiraba de la política. Retiro relativo, porque al presente activa con el Grupo Puebla en Buenos Aires, y provoca el encanto de los medios de prensa de la Argentina. No resulta asombroso tal arrobamiento, dado que no es la primera vez que dicha prensa ha festejado a políticos comunistas, millonarios y corruptos.

Nos hemos detenidos en el caso de Enríquez-Ominami por ser paradigmático de los izquierdistas que participan del movimiento anti-Piñera que sacude a Chile.

Sin embargo, con la descripción de la Izquierda no concluye el análisis político. Corresponde también pasar revista a los factores de la Derecha que están involucrados en el asunto.

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