Por Steven W. Mosher
Tim Walz ha sido “amigo” de China comunista durante décadas. Adoctrinaba a sus estudiantes de secundaria sobre el comunismo, encubriendo las atrocidades de China y diciéndoles que el pueblo chino recibe “comida y vivienda” gratis.
En septiembre de 1989, Tim Walz llegó por primera vez, con los ojos muy abiertos y lleno de admiración, a la República Popular China.
Preparado por los funcionarios del Partido Comunista, que estaban ansiosos por reclutar “amigos” extranjeros tras la masacre de Tiananmen del 4 de junio, se sintió abrumado por la atención que se le prodigó. “Nunca me han tratado tan bien en toda mi vida”, dijo efusivamente en 1991.
Aparentemente nunca pasó por su mente que sus nuevos amigos tenían sus propias agendas.
Pero cualquiera hubiera pensado que si un “amigo” del Ministerio de Asuntos Exteriores chino se ofrece para ayudar a financiar un programa de intercambio educativo para sus estudiantes de secundaria estadounidenses, hay algo que sospechar y habría hecho dar un paso atrás. Pero Tim Walz no actuó así.
¿En qué momento un “buen amigo” de China pasa de ser un “tonto útil” a ser un “compañero de viaje”?
Probablemente cuando se deja utilizar como herramienta por el Partido Comunista Chino para adoctrinar a la juventud estadounidense, especialmente si hay dinero de por medio.
Lo que sabemos es que terminó adoctrinando a sus alumnos. Durante décadas, Walz les dijo a sus alumnos que el “comunismo” en China significaba que “todos son iguales y todos comparten. El médico y el trabajador de la construcción ganan lo mismo”.
Pero, ¿qué pasa con los funcionarios del Partido Comunista Chino? ¿Lo sabe el muchacho campesino de Nebraska?
¿Acaso no leyó nunca “Rebelión en la granja”? ¿Nunca entendió a que se refería George Orwell, cuando escribía que “algunos animales son más iguales que otros”?
¿No era Walz mismo agasajado en banquetes donde los funcionarios del Partido Comunista que consumían más cantidad carne en una sola noche de la que la mayoría de los chinos verían en sus cuencos de arroz en un mes?
Pero esto es aún peor. Walz siguió desinformando a sus alumnos –tanto en sus viajes a China como en sus clases en Estados Unidos– aún más. Les decía que “el gobierno chino… les proporciona alojamiento y 14 kilos de arroz al mes. Ellos reciben comida y alojamiento [gratis]”.
Ahora comprendemos por qué él y Kamala apoyan el racionamiento, ya que funcionó tan bien en China. Excepto que… no fue verdad.
En 1959, a los cientos de millones de habitantes de las aldeas chinas se les dijo que podían comer hasta saciarse en las cocinas comunales recién creadas. Sin poder creer en su suerte, se atiborraron de comida durante el año siguiente.
Luego se acabó la comida “gratuita” y los enviaron a casa a morir de hambre.
Durante los dos años siguientes, el pueblo chino sufrió la peor hambruna de la historia de la humanidad. Murieron aldeas enteras y el canibalismo se hizo común. En total, 45 millones de personas murieron de hambre.
Hasta ahí llegó la promesa del comunismo de comida gratis.
Walz también intentó justificar la política de hijo único diciendo que “la población china era muy grande” y que la única consecuencia de violarla era que “la familia pagaba un impuesto”.
Pero cientos de millones de mujeres chinas no sólo pagaron un impuesto, sino que fueron exterminadas. Los médicos comunistas les arrancaron los bebés del vientre mediante cesáreas y luego cortaron las trompas de Falopio a quienes violaron la política del hijo único.
Soy testigo presencial de esas violaciones a los derechos humanos que ocurrieron durante los años en que Walz realizó sus docenas de viajes a China.
No hay forma de que Walz no pudiera saber acerca de la campaña política más prolongada en la historia reciente de China, una que afectó a todas las familias del país.
Durante 36 años, China trató a los niños no nacidos como “enemigos del Estado” y los masacró por cientos de millones.
Incluso hasta un muchacho granjero de Nebraska con los ojos muy abiertos, completamente engañado por sus dirigentes del Partido, se habría dado cuenta.
Uno se pregunta: ¿habrán cambiado las opiniones de Tim Walz sobre China?
La evidencia no es alentadora.
Como gobernador de Minnesota, parece haber buscado inspiración en China durante los confinamientos por la COVID-19. ¿Por qué, si no, habría encerrado a la gente en sus casas durante un período prolongado o habría ordenado a la policía que disparara balas de pintura a quienes se atrevieran a salir a tomar un poco de aire fresco?
También fue preocupante su voluntad de derogar una ley que protegía a las mujeres de ser obligadas a abortar.
Esto significa que, gracias a Walz, un hombre en Minnesota puede obligar a su novia embarazada a abortar sin consecuencias, tal como los funcionarios chinos durante décadas obligaron a las mujeres a abortar sin consecuencias.
En lo que respecta a China, Walz ha instado repetidamente a que no la consideremos un “adversario”.
Pero es un adversario, y lo será siempre, mientras esté gobernado por el Partido Comunista Chino, al que Tim Walz, al parecer, todavía admira.
Steven W. Mosher es el presidente del Population Research Institute y autor de El diablo y la China comunista.