Iglesia

SALUTACIÓN AL SEÑOR ARZOBISPO DE LIMA

Querido Carlos: La Paz sea contigo. Estamos en tiempo  de Navidad. Quisiera saber si ya fuiste creado Cardenal, y cuándo y a qué hora será transmitida la ceremonia. Escrito esto, llamé a una persona muy cercana a ti, no tienes idea cuán cercana es y me dijo que todo lo que quiero saber ya ocurrió. Me pasó fotografías que no se han publicado, breves grabaciones que están fuera del registro oficial, y cosas de esas.

Es imposible no hacer comparaciones con la noticia de creación cardenalicia del Arzobispo Augusto. Si se supo, fue porque corrió como reguero de pólvora, de boca en boca. Él no salió a proclamarla. Fueron a entrevistarlo. Dijo poco o nada de su estado de ánimo. Confió a la oración del pueblo de Lima la obtención de las gracias y fuerzas que necesitaba – y que sabía que no tenía – para servir a la Iglesia. Lo que dice mucho de él.

El Arzobispo Carlos entregado al sueño que merecía su agotadora jornada de Pastor,  como Profeta del Antiguo Testamento, fue despertado no por nuncios angélicos, sino por las campanillas de las comunicaciones inalámbricas. Hay que imaginar al Arzobispo Carlos oyendo en esas campanillas los cantos del día de su ordenación: Antes que te formarás dentro del vientre de tu madre, para ser mi profeta de las naciones yo te escogí. Irás donde te envíe y lo que mande, proclamarás.

No es elegante; ni de personas educadas y de gran conocimiento y dominio de los usos y costumbres del hombre austero y modélico, y del líder. No has comenzado bien, nuevamente.

La impúdica, escandalosa e indecorosa promoción propagandística de tu persona buscó hacernos creer que habías sido elegido ab aeterno por un designio misterioso de la Divina Providencia.

No es propio de gente fina usar la Historia y el prestigio de otros, para perpetrar una expropiación retroactiva de la que no se escapa ni ultratumba. No eres el eslabón de oro de una cadena cardenalicia. No tienes la autoridad de Juan Gualberto, ni la inmensa cultura y las dotes pastorales y diplomáticas de Juan Luis, ni bondadosa y educada cortesía de Augusto.

Me consta que a Juan y a Augusto se les quería. La ceremonia de la creación cardenalicia de Augusto fue de madrugada. Fue un hecho importante para la ciudad, y buena parte de ella madrugó para verla. Hablamos de una ciudad que sólo se desvelaba para ver los partidos de las selecciones de vóley y de fútbol.

La ceremonia en que participaste, ha pasado completamente desapercibida. La transmisión en vivo, la creación propiamente tal, solo bordea las mil trescientas reacciones, entendidas estas como activaciones de monigotes gestuales. La ciudad tiene más de ocho millones de habitantes.

Pongamos los pies sobre la tierra. Lima no te quiere. El clero diocesano, tu clero, no te quiere. Tu grey no te quiere. Los jóvenes no te quieren. Los hombres no te quieren. Los ancianos no saben que existes. ¿Sabes por qué? Porque hijo eres de tus obras. Con justa razón y causa puedes agarrar la guitarra para cantar: A los montes me interno yo, a echar mis penas llorando. Y los bosques me contestan: ¡lo que has hecho estás pagando! (bis).

Habiendo convertido ya la Catedral de Lima en una cueva de ladrones, que cobra hasta para ir a visitar al Santísimo Sacramento y luego venerar las reliquias de Santo Toribio, no es de extrañar que tu cardenalato fuese ocasión de negocio y colecta pública. Promovidos públicamente desde la administración de la Catedral y por el mismo Deán del Cabildo.

 

Me tomé el trabajo de oír dos de tus apariciones públicas como purpurado. Una conferencia de prensa, la primera. Un pretendida Conferencia Magistral, la segunda. En ambas, brilló la estrella que siempre te guía: La falta de respeto al público que te oye, en ambas. Y la falta de respeto al público y a la verdad en la segunda. He notado lo siguiente

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1)            La ambición imbíbita de ser considerado papable. Presentarte como un líder de multitudes, un testigo del Evangelio, que es discípulo de Gutiérrez y apóstol de la sinodalidad. Para lo cual, tienes que construir,  una narrativa que refunda el “repensar de la Teología” desde el Hoy del hombre amazónico que “sintonice” con los deseos y anhelos (sea lo que sea) de los “cristos jóvenes” que dan respuesta a todo tocando la guitarra en un campamento. El “Joven Maravilloso”, es el nuevo paradigma. La Sinodalidad es un Taquioncoy, y el joven  un Vishnú andino y sinodal, que crea y recrea el mundo con su danza. En ese discurso tú has de ser como Cristo, que dice a los jóvenes: Joven a ti te digo, levántate. Ven y sígueme.   Tienes derecho a hablar. Porque ahora eres Cardenal. Porque puedes y porque quieres.

2)            Para ese fin tienes que secuestrar la masa nazarena. Porque si  no secuestras la masa nazarena que camina en la calle, no podrás decir que has puesto en movimiento a la iglesia de Lima. Porque el movimiento se demuestra andando. No me sorprende;  ¡eres izquierdista! Tomarás lo que no es tuyo, simplemente porque no lo tienes. No basta que seas un líder local. Necesitas ser “líder de todos los oprimidos del mundo”. Por lo pronto ya tienes aherrojadas las Hermandades de Lima. Te falta la dimensión eclesial que solo pueden darte las Hermandades de todo el mundo, comenzando por la de Roma. A partir del peso específico de este Arzobispado y su impacto en la cristianización, en “hermenéutica de continuidad” has tenido el atrevimiento de usar una conferencia para sugerir que estás desarrollando un programa que por contemplación o ciencia infusa, has descubierto en el muro del Señor de los Milagros de la iglesia de las Monjas Nazarenas de Lima. Claro está, con la sutileza, ligereza y gracia de  un oso que baila la cachucha española.  Tienes derecho a hablar. Porque ahora eres Cardenal. Porque puedes y porque quieres.

3)            No es difícil, solo tienes que llenar las líneas punteadas de un formato estratégico conocido. Que llevó al Poder a  Chávez, a Maduro, a los esposos K, a Petro y Pedro Sánchez al Poder. Basta un discurso amable que encubra un programa político. Un llamado a la ecología, a la empatía, a los migrantes, a los saberes ancestrales “qué tanto pueden enseñarnos”, a poner a Dios y al diablo en un costal. Grandilocuencia del discurso sonoro, que arranque aplausos, que despierte falsas esperanzas, que elimine la culpa, y que afirme que  todo es un derecho y lo que es más importante: “Amor fino me pediste. Amor fino de he de dar: Amor fino pa’ comer; Amor fino p’almorazar”. Tienes derecho a hablar. Porque ahora eres Cardenal. Porque puedes y porque quieres.

4)            Necesitas que este plan – que te haría papable– empiece a ejecutarse  EN 2025.  Ya lo dijiste en las Nazarenas el día de tus noticiosas y apofánticas confidencias. También dijiste que lo harías, pero que todavía no sabías cómo. Tal como convertiste en héroes y mártires juveniles de la Democracia a Brayan y a Inti, harás del Cristo de Pachacamilla un símbolo revolucionario; algo así como un Che Guevara crucificado, que ha resucitado en el dolor de los corazones que sufren. Tienes derecho a hablar. Porque ahora eres Cardenal. Porque puedes y porque quieres.

5)            Carlos: no eres un hombre  Providencial, eres un instrumento de gente realmente poderosa y mala. Te han elegido porque ya estás viejo, y poco falta para que alcances la edad en que el hombre pierde autonomía y libertad para decidir. Te han elegido  tal   como se saca a un matón de chirona; para que haga un “trabajito”. Por eso te sacaron de la Universidad, para coronarte obispo.  Por algo se te ha hecho Cardenal.   Porque has probado en los hechos concretos que haces todo lo contrario de lo que dices que hay que hacer. Tienes derecho a hablar. Porque ahora eres Cardenal. Porque puedes y porque quieres.

6)            A diferencia de Bartolomé María, tú eres el Pastor que abandonó a sus ovejas en el momento de la tribulación. A diferencia de Toribio que enfrentó mil veces la muerte viajando sin cesar por su extensa arquidiócesis, y en ese trance enfermó y murió, tú eres el Pastor que solo sale de casa para viajar a Roma, y que solo visita las parroquias para las fotos. Los Anales de la Historia de la Iglesia ya registran tu heroica y viril decisión de encerrarte bajo siete llaves durante la Pandemia. En tu casa del plutocrático distrito de San Isidro. Tienes derecho a hablar. Porque ahora eres Cardenal. Porque puedes y porque quieres.

7)            A diferencia de Santa Rosa de Lima, San Martín de Porras, y del Venerable Camacho, tú jamás he cambiado el  pañal de un enfermo, ni alojado en tu casa a un incurable, ni has tocado pústula alguna, ni has sostenido la mano de moribundo. Tienes derecho a hablar. Porque ahora eres Cardenal. Porque puedes y porque quieres.

8)            A diferencia de Santo Toribio, que entregó el candelabro de plata que sostenía con tal de ayudar a un menesteroso, y que obsequió una de sus camisas a uno de sus sacerdotes que tenía la suya desgarrada, tú has permitido que se haya hecho colecta pública para ir con tu portátil a tu creación cardenalicia. Y para ser obsequiado a tu regreso. Regiamente claro está. Tienes derecho a hablar. Porque ahora eres Cardenal. Porque puedes y porque quieres.

9)            ¡Cómo te va a amar esta ciudad! Si en plena pandemia de Covid, en vez recordar a Cristo que nos dice ¡No temáis, yo he vencido a la muerte! Apagaste toda luz  de esperanza en la resurrección.  Leyendo a Vallejo y predicando la fuerza de la muerte. Tienes derecho a hablar. Porque ahora eres Cardenal. Porque puedes y porque quieres.

10)         ¡Cómo quieres que se te vea como alter Christus! Si sacrificaste vidas eternas.  Las entregaste al Enemigo, para que mil demonios tentaran a todos.  Tú sembraste en el corazón de todos  la duda, cuando no la desconfianza del Amor y la Misericordia de Dios. En  lo único cierto; lo único que se puede confiar. Si hasta tuviste el descaro y la osadía de empapelar las bancas y los muros de la catedral de Lima, para derramar lágrimas de cocodrilo sobre los retratos de aquellos que por cobardía, inhumanidad, e indiferencia abandonaste. Sólo servían como tema retórico. Tienes derecho a hablar. Porque ahora eres Cardenal. Porque puedes y porque quieres.

11)         Te ofrezco, querido Carlos analizar – more psicoanalítico –  tu llamada Conferencia Magistral. Algo así como un diván mayéutico, para que sea tu corazón el que hable. Te adelanto que no cumpliste con lo ofrecido en el título. ¡Cómo vas a hacer un análisis teológico de los hechos pasados, si en tiempos de Covid fuiste incapaz de “interpelarte”, “entrar en diálogo contigo mismo”, “buscar las respuestas en tu interior” y “a partir de tu propia experiencia” para ser “don gratuito que se ofrece los demás”! No eran tuyos los muertos que se amontonaban en las entradas de los hospitales. No eran tuyas las lágrimas que los lloraban. No eran los que tú amabas los que morían sin el consuelo de los Sacramentos. Ni los que se quemaban por ternas, como si fueran basura, en los hornos crematorios. No fuiste tú quien se asfixió con sus propios fluidos, en medio de la promiscuidad sanitaria de improvisados sanatorios. Tienes derecho a hablar. Porque ahora eres Cardenal. Porque puedes y porque quieres.

12)         Pero fuiste tú quien dio esa vida del “cantar sabroso” a los poemas de Vallejo,  tocando la festiva guitarra. Fuiste tú quien prohibió que los párrocos salieran para auxiliar a su rebaño. Fuiste tú quien reprendió a quienes se atrevieron a hacer ostensión del Santísimo Sacramento. Fuiste tú  quien puso la ley humana sobre los derechos de Dios. Fuiste tú, el Rey que abdicó. Fuiste tú quién  volvió a dar a Cristo la cruel bofetada, Fuiste tú quien se burló   de Cristo, en las decenas de miles que despreciaste, descartaste, marginaste y enviaste  a las periferias de tu interés.  Tienes derecho a hablar. Porque ahora eres Cardenal. Porque puedes y porque quieres.

13)         Te ofrezco el análisis de esa Conferencia Magistral en la que canonizas, mediante panegíricos y elogios a los que muriendo dando el servicio y la asistencia que no quise dar. Pero eso ya no importa. Tienes derecho a hablar. Porque ahora eres Cardenal. Porque puedes y porque quieres.

14)         Veo que estás aprendiendo el manierismo de la corte romana. Si Dios no es hombre ni mujer y es a la vez padre y madre, supongo ahora que ahora que eres príncipe, y llevas sobre el cuerpo hábitos e insignias regias, tu alma se siente princesa. Merece vestirse a lo Lady Diana y no como la andrajosa esa de Madre Teresa. El alma del pastor-poeta debe sentirse inspirada como sor Juana. El alma del pastor-teólogo debe sentirse bíblica, como Babilonia, o cuando menos como Rahab vestida de escarlata. Eso es lo que te hace hombre nuevo. Puesto de pie, delante de Dios,  con la dignidad del reconciliado. Todo esto, querido Carlos, es lo que te hace justo como Abel, caminante celestial como Enoc, penitente como Noé, prolífico como Abraham, sacerdote como Melquisedec, víctima inocente como Isaac, dulce y virtuoso como Jacob, profeta y salvador del pueblo como José, paciente como Job, legislador y líder como Moisés, pontífice como Arón, combativo como Josué, guerrero como  Gedeón,

Masculino, fornido y nazareno como Sansón, no hay en tu rostro una sola mueca barroca.

Abajándome – como enseñas y haces tú –  entre los pobres y marginados, iré componiendo pequeños comentarios a cada párrafo de tu Conferencia Magistral, porque hay un ligero matiz que me gustaría precisar. Lo hago respondiendo al llamado a colaborar con el Camino Sinodal, hecho por ti. Deseo que ha sido suscitado en mí por el “espíritu”. Lo haré desde “la autenticidad”, con ánimo dialogante y buscando encontrar las respuestas que tu conferencia plantea. Aunque no tengo la creatividad que pides, ni he sido bendecido como tú y los jóvenes, por Apolo y por Terpsícore, algo tengo que agradecer a la Minerva Divina y la Minerva Peruana. Y eso poco que te tengo, te ofrezco mediante entregas semanales. Todo ha de ser visto a la luz de la última encíclica. Pagaré con amor todo el amor que nos has dado. Te lo devolveré multiplicado. ¡Cuenta con ello!

Feliz y Santa Fiesta de la Natividad de Dios Niño.

Es el deseo de José, tu amigo se siempre, que frente a las vicisitudes del Hoy de la Historia no deja de oír todo acto y voz genial que vienen de ti. Y que no levanta el pie sino para colocarlo sobre la huella que deja el tuyo.

4 Comentarios

  1. Efectivamente todo lo visto desde que este señor es designado Arzobispo de Lima, válida lo expresado en esta carta. Mucha política, mucha ideología, poca caridad, poco amor. Si nació para líder social, equivocó de profesión, pero encontró terreno propicio en las autoridades del Vaticano que han caído en en “nuevo orden”. Lima no lo quiere, el Perú tampoco.

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