Política

POR EL SENDERO EQUIVOCADO

Por: Fernando Valdivia Correa

En la fría mañana del sábado 11 de setiembre de 2021, una noticia sorprendió al país entero acaparando los titulares de los diferentes medios de comunicación y rebotando –como no– en las redes sociales: ¡Abimael Guzmán ha muerto!. El más grande genocida, responsable de la muerte de miles de peruanos, incluyendo policías, militares, niños, gestantes y ancianos, falleció. Aquel execrable personaje, cabecilla de la sanguinaria organización terrorista Sendero Luminoso, que enlutó a miles de familias, dejó este mundo. Y se fue solo en una gélida celda, conociendo antes de expirar que el PERÚ en su totalidad lo repudiaba.

Irónica fecha, pues el mismo día los estadounidenses recordaban el vigésimo aniversario del atentado a las Torres Gemelas (WTC en Nueva York) que dejó como saldo mortal cerca de tres mil vidas en manos de la insania terrorista representada por Al Qaeda.

De inmediato surgió la pregunta ¿Qué hacer con los restos del cabecilla terrorista?. Entregárselo a sus familiares, o incinerarlo y que sea arrojado al mar. El gobierno, creímos por un breve momento que prudentemente, no hizo mayor comentario. Pasada las horas, se pronunciaron diciendo que la respuesta la tenía que dar la Fiscalía. Solo los ministros de Justicia y de Interior opinaron a favor de la incineración. A todo esto, ¿Dónde estuvo el Presidente y su Premier?. Coincidente, o extrañamente, ambos se ausentaron de Lima, dizque para atender compromisos oficiales. Lo cierto es que no estuvieron, y aunque hoy sí lo están, pareciera que no. Circuló un rumor de un proyecto de Decreto Supremo puesto sobre la mesa por el Titular de Justicia en el reciente Consejo de Ministros que permitía la cremación de los restos del genocida, siendo rechazado por amplia mayoría del gabinete (5 a favor y 13 en contra), hecho que luego fue negado por el propio Bellido.

Al interior de la Plaza Bolívar las cosas se han manejado de forma distinta y distante a Palacio de Gobierno. El Pleno del Parlamento aprobó –por amplia mayoría– el proyecto de ley que permite al fiscal disponer la cremación de los cadáveres de condenados por traición a la patria y terrorismo. Ante la presión mediática, el mandatario promulgó la norma, la misma que ha sido publicada en el Diario El Peruano para su entrada en vigencia.

El Congreso tuvo razón, pues en nuestra historia republicana hemos tenido héroes como Abelardo Quiñones, Francisco Bolognesi, Mariano Santos, etc. También están los combatientes de las Guerras del 41 y del Cenepa. De todos ellos, resalta la figura del Almirante, Don MIGUEL GRAU SEMINARIO. No en vano se le llamó el CABALLERO DE LOS MARES y recientemente reconocido como el PERUANO DEL MILENIO. No hay alguien capaz de dudar y menos cuestionar su valía, arrojo, pundonor, y lealtad a la patria. Estos insignes han pasado a la eternidad y fueron enterrados en la Cripta de los Héroes como un reconocimiento y agradecimiento por todo el enorme sacrificio en ofrendar sus propias vidas en defensa de la nación.

En sentido totalmente opuesto, hay personajes reprochables, que el solo hecho de mencionarlos generan desprecio. Los hay y son varios. Entre ellos, encabezando la magra lista está el desaparecido Guzmán. Y este sentimiento también nos une, pues cada uno de nosotros, de manera directa o indirecta, hemos perdido a algún familiar, amigo, compañero de clase o de trabajo, etc., a manos de esta lacra social. Es por esta simple y a la vez contundente razón que un TERRORISTA, máxime cabecilla de esta organización criminal, no puede ni debe ser enterrado en suelo patrio. Si debe ser arrojado al mar o al inodoro, no me cabe duda que preferiría lo segundo. Pero, más allá de la predilección está la responsabilidad en la defensa del Perú.

De aquí en adelante, Pedro Castillo Terrones tiene la oportunidad, no solo de seguir deslindando con el terrorismo, sino de demostrar con acciones concretas que gobierna para todos los peruanos que en su inmensa mayoría abominamos el terror que nos hizo sufrir SL y el MRTA. Significa en buena cuenta, no seguir transitando, como hasta hoy, por el sendero equivocado de la historia de nuestro país.

 

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