Política

MUCHAS LEYES, PÉSIMA REPÚBLICA

Por: Federico Prieto Celi

Al Parlamento le corresponde elaborar las leyes. Por eso se llama poder legislativo. Tácito dijo: «Muchas leyes, pésima república». No hemos aprendido esa lección. Los parlamentarios quieren demostrar que son buenos presentando los proyectos que sus amigos les proponen, o que a ellos se les ocurre, procurando que sean muchos, para justificar sus sueldos.

Una vez tuve que leer los proyectos que, sobre un asunto pendiente, habían presentado los congresistas a una comisión determinada. Uno de ellos había presentado dos el mismo día. Me dio curiosidad ese detalle. El primero decía una cosa, el segundo la negaba. El ranking de calidad de parlamentarios no se mide en número sino en inteligencia de los proyectos y en la rectitud de sus votaciones.

Parlamento viene de parlar que, en castellano antiguo, significa hablar. El Parlamento es el foro de debate de las cosas públicas. Parlamentario es, por tanto, quien interviene en el debate. Parlamentario, sin embargo, no es sinónimo de parlanchín. Parlanchín es «quien habla mucho y sin oportunidad, o que dice lo que debe callar», según nuestro diccionario. En la práctica, algunos lo son.

La función investigadora se deriva del deber de esclarecer ciertos actos públicos inquietantes, con el fin de iluminar el camino para una mejor legislación y gobierno. No es suplantar al poder judicial ni a la Contraloría General de la República, ni mucho menos ser fuente permanente de informaciones escandalosas ni escaparate para lucimiento y protagonismo en los medios de comunicación. La degeneración más demagógica del Congreso ha sido convertirse en tertulia de comadres, pujando por descubrir el último chisme e ir a contarlo a mis colegas periodistas, para ganar pantalla.

Mucho daño ha hecho al Congreso el voto preferencial, que enfrenta a unos candidatos con otros de su mismo partido. También es nocivo que cada representante no sea el único que representa a cada distrito electoral. En Francia hay tantos parlamentarios como distritos electorales, elegidos en segunda vuelta, con más del 50 % de los votos.

Otra medida recomendable sería elevar el actual tope para que un partido pueda tener presencia en el Parlamento, para que sean pocos los grupos representados en el Congreso y se pueda coordinar mejor la labor parlamentaria, entre mayoría y minoría. Eso facilita la alternancia, el gabinete alternativo de oposición, etc. Pero fundamentalmente, necesitamos partidos políticos sólidos, que elijan candidatos con un alto grado de cultura, buena salud mental y capacidad de trabajo y de servicio, para que puedan hacer una labor realmente positiva en el Parlamento.

Lo escribí en mi libro “Así se hizo el Perú”, que ya va por la tercera edición. Viene a cuento de las interpelaciones iniciadas con el ministro de Educación, que gracias a Dios no terminó con una censura, lo que hubiera sido funesto. Ojalá las siguientes interpelaciones sean más cortas y sirvan para esclarecer unos cuantos puntos, no un cuestionario de 33 preguntas sobre la Sunedu. Ahora le algunos le quieren hacer al mismo ministro otra interpelación sobre su portafolio. Se le han prendido, dice la gente. Después llamarían, como intentaron con el anterior gabinete, a la ministra de Economía por un asunto de su padre, que es el rector de la Universidad Nacional de Ingeniería y que ya explicó claramente en la fiscalía. Son parlamentarios con vocación de lo que antes se llamaba la policía de investigaciones (la PIP) pero no de padres de la patria.

 

© Café Viena

1 comentario

  1. *”…Pero fundamentalmente, necesitamos partidos políticos sólidos, que elijan candidatos con un alto grado de cultura, buena salud mental y capacidad de trabajo y de servicio, para que puedan hacer una labor realmente positiva en el Parlamento…”

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