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MÁS EVIDENCIA QUE APUNTA QUE COVID19 FUE CREADO POR CIENTÍFICOS CHINOS, QUE TRATARON DE CUBRIR SUS HUELLAS… Y HAN FALLADO

Por: Steven W. Mosher

La Dra. Shi Zhengli, conocida como la Batichica china, está preocupada. Su creación, un coronavirus altamente contagioso, se escapó de su laboratorio en octubre del 2019. Todo esfuerzo que hizo por detener el círculo infeccioso falló. Y el virus se expandió como reguero de pólvora a través de la densamente poblada ciudad de Wuhan.

Las autoridades comunistas también temían que el rastro de la epidemia llevara hasta el laboratorio de Wuhan. El 3 de enero la Comisión Nacional de Salud de China ordenó a todos los laboratorios biológicos en China que destruyeran no solo las muestras del SARS-CoV-2 que habían aislado de muestras tomadas a sujetos infectados, sino también la secuenciación genética de la cadena de ARN del virus. La Dra. Shi estaba muy contenta por poder cubrir su propio rastro destruyendo la evidencia de que el virus mortal se originó en su laboratorio… y la evidencia sugiere que ella ya lo había empezado a hacer incluso antes de recibir esa orden.

Lo que hizo es equivalente a lo que hace un criminal al tratar de borrar sus huellas  dactilares en una pistola justo después de cometer un asesinato.

Sin embargo, la “pistola” no se puede destruir. De hecho, el arma mortal usada se ha ido replicando a sí misma por millones, en cada persona infectada con el virus chino.

La Dra. Shi y sus jefes, indudablemente incluido el General Chen Wei, la cabeza del programa de armas biológicas del Ejercito Popular Chino, sabían que el coronavirus que ella había fabricado usando tecnología recombinante levantaría sospechas, pues muy diferente respecto de cualquier otro coronavirus conocido hasta entonces. Ninguno de los otros beta-coronavirus conocidos, familia de la que proviene la columna vertebral de este coronavirus, tiene nada parecido a la secuencia genética insertada que tiene este virus y que lo hace tan infeccioso para los humanos.

Algo había que hacer para reforzar la historia tapadera de que el nuevo patógeno proviene por vía natural del “mercado húmedo” y no del laboratorio de la Dra. Shi. Y había que hacerlo rápido, ya que para entonces el coronavirus se había esparcido por todo el mundo y el enojo contra China por esta falta de transparencia acerca del origen y características del virus iba en aumento.

El plan de la Dra. Shi fue declarar el “descubrimiento” de un nuevo coronavirus de murciélago, muy similar al que ella misma había creado. Con este “descubrimiento” vendería la idea de que coronavirus similares al SARS-CoV-2 se pueden encontrar en la naturaleza, y de ese modo, disminuir la sospecha de que había sido hecho en un laboratorio.

Las similitudes entre los dos coronavirus –incluida su capacidad de infectar humanos– podrían reforzar considerablemente la versión de que el SARS-CoV-2 había saltado de los murciélagos a los humanos, usando alguna de las especies intermediarias que se consumen en el mercado húmedo de Wuhan.

Así que todo lo que necesitaba hacer la Dra. Shi era ponerse frente a su ordenador, abrir un archivo de Word, y empezar a “fabricar” un virus análogo al SARS-CoV-2 que ella pudiera decir que había encontrado en la naturaleza 7 años antes. Solo necesitaba seguir la secuencia genética de su propia creación, el SARS-CoV-2, cambiando unos pocos nucleótidos para imitar “mutaciones aleatorias”, que normalmente ocurren en la naturaleza.

No era una tarea difícil ya que solo estaba ingresando una cadena de letras alternando 4 nucleótidos: A, T, G y C. Y los coronavirus contienen menos de 30.000 nucleótidos diferentes

Fue así que la Dra. Shi registró su nuevo virus el 27 de enero de 2020 en el Centro Nacional  de Información Biotecnológica (NCBI, por sus siglas en inglés) del Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos, el repositorio habitual de esta información. Lo llamó RaTG-13: Ra por Rhinolophus affinis, el nombre en latín del murciélago de herradura, y 13 por el año 2013, el año en que se supone que ella lo “descubrió”.

Una gran cantidad de gente ha sido engañada por este “descubrimiento” de la Dra. Shi, en algo que cada vez más se parece a una estafa. Ningún organismo independiente ha verificado la existencia de este virus. Ningún otro laboratorio tiene una muestra de él y ninguno lo ha secuenciado nunca. Y probablemente nunca podrán porque más y más evidencia sugiere que este virus existe solamente en la secuencia de letras del ordenador de la Dra. Shi.

La maquinaria del partido comunista chino también se puso a trabajar para “corroborar” la historia de la Dra. Shi. La comunidad de virólogos chinos –siguiendo las nuevas y estrictas normas del Partido Comunista– publicaron una cierta cantidad de estudios sugiriendo que la existencia del RaTG-13 probaría que el SARS-CoV-2 proviene de la naturaleza.

Sostenían que otros “primos hermanos” del coronavirus chino pronto serían encontrados en la naturaleza si se buscaba con cuidado. Hicieron análisis genómicos a través de todas las secuencias del genoma viral que mostraban que el RaTG-13 y el SARS-CoV-2 son 96% idénticos. Calcularon que ambos tienen un ancestro común de unas pocas décadas atrás.

Pero en verdad, la única cosa que tienen en común ambos virus es la Dra. Shi, que procesó el primero y, según parece, “fabricó” el otro.

Fue un plan brillante que casi tuvo éxito. Por más astuta que sea la Batichica, tampoco ella pudo fabricar el crimen perfecto. Dejó detrás de sí pequeñas pistas que revelan, con la claridad de las huellas dactilares en la pistola de un asesino, que ella está detrás de todo esto.

Un blogger, que escribe en el sitio Nerd Has Power, hizo una brillante investigación encontrando datos muy reveladores. Los esfuerzos de este blogger se pueden leer aquí, si el lector tiene una tarde libre y una base sólida de conocimientos matemáticos. Porque él publicó su base de datos “en crudo” es por eso que yo y otros hemos podido chequear y verificar su trabajo. Ofrezco a continuación un resumen de una de las críticas de este blogger, con la esperanza de que esta línea argumental sea accesible a cualquier persona.

Una ratio imposible

 A medida que los virus evolucionan, mutan, lo que significa que uno de los 4 nucleótidos es reemplazado aleatoriamente por otro. La mayoría de estas mutaciones aleatorias no producen cambios en los aminoácidos que forman el virus. Estas mutaciones son llamadas “sinónimas”, ya que el codón de 3 nucleótidos sigue decodificando el mismo ARN a pesar del cambio. Son como los sinónimos en un diccionario, “parecen” diferentes pero “significan” –en términos de aminoácido y de la proteína resultante– la misma cosa.

Pero también hay mutaciones “no-sinónimas”. Estas son mutaciones que realizan cambios en el aminoácido y en la configuración de la proteína resultante. En la naturaleza, la ratio entre “sinónimas” y “no sinónimas” es aproximadamente de 5:1.

Aquí es donde la Dra. Shi se metió en problemas. Cuando ella fue escribiendo la secuencia genómica de su “descubrimiento”, hizo demasiados cambios “no sinónimos” desde el comienzo. Aparentemente, cuando llevaba un tercio de su trabajo, se dio cuenta de que estaba cometiendo un error y rectificó. El problema es que, mientras el genoma tiene una ratio esperada de 5:1, hay partes en las que esa ratio es tan solo de 2:1, mientras que en otros largos tramos la relación se dispara a 44:1.

El Dr. Lawrence Sellin ha calculado que las probabilidades de que estas “mutaciones” ocurrieran naturalmente en una solo área –la proteína de pico crítico–, son de casi 10 millones a una. Las mutaciones en la naturaleza son aleatorias. Las mutaciones de la Dra. Shi no lo son.

Si el virus RaTG-13 es simplemente un engaño estratégico, como todo hace parecer, entonces, ¿qué coronavirus real mejoró la Dra. Shi en la investigación de “Ganancia de función” para crear el SARS-CoV-2 altamente infeccioso? La evidencia sugiere que el coronavirus generado en el laboratorio del Ejercito Popular Chino ha jugado un papel fundamental en esta historia.

Si la investigación de la Dra. Shi estaba conectada de alguna manera con el laboratorio de investigación y desarrollo de armas biológicas del Ejercito Popular Chino, esto explicaría en gran medida el comportamiento extraño de China –el secretismo, las mentiras encadenadas, el confinamiento brutal de su población, la persecución a los denunciantes, la expansión del virus alrededor del mundo y la negativa rabiosa de Beijing sobre la idea de una comisión internacional que investigue el origen y contagio de la enfermedad. Todo parece exagerado, incluso para los estándares del Partido Comunista Chino, habituados a las conspiraciones y cuyos líderes sufren una paranoia patológica.

Sea como fuere, hay una cosa sobre la investigación de la Dra. Shi que sí sabemos con absoluta certeza: Estados Unidos ayudó a financiarla.

Desde el 2013, el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de los Estados Unidos, a cargo del ahora muy famoso Dr. Anthony Fauci, invirtió 7,4 millones de dólares en investigaciones que involucran trabajos de ganancia de función y la recolección y estudio de coronavirus de murciélago. De ese dinero, 600 mil dólares fueron a parar al Instituto de Virología de Wuhan, mientras que el resto fue para otros laboratorios en China.

Este ha sido un error que Estados Unidos no puede volver a repetir.

 

 

Steven W. Mosher @StevenWMosher es Presidente de Population Research Institute y autor de “Bully of Asia: Why China’s Dream is the New Threat to World Order”.

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