Vida y familia

LA SOCIEDAD DE LOS ENCLAUSTRADOS

Por Tomás González Pondal 

Pondré mis esfuerzos en hablar sobre lo que he venido a denominar “la sociedad de los enclaustrados”. Seguramente muchos, ante la situación actual que nos toca vivir, pensarán que lo de “enclaustrados” tiene que ver con la cuarentena que ha sido impuesta por el gobierno. Pero no. Trataré de otro encierro.

¿Cuántos abortistas hoy se encierran desesperadamente en busca de no ser alcanzados por el virus que está acechando desde las esferas de la invisibilidad? ¡Buscan amparo en el claustro! Mas, cuando han tenido la posibilidad de respetar el claustro donde otros compatriotas se hallaban, esto es, el maravilloso vientre materno, nada les ha importado, y con una saña demoníaca hacía allí han dirigido sus dardos mortales, en miras a destruir la vida humana que en tal lugar se encontraba gestando. En palabras de Denise Arias cuando habla de los favorecedores del aborto: “La casa de los bebés es el vientre materno, y se los saca con pinzas, a la fuerza, para que mueran. Y a nosotros nos piden que no salgamos de casa para poder vivir”.

Si el generoso lector me acompaña por unos segundos, propongo que descendamos mediante ¡la empatía! a la sociedad de los enclaustrados. Se trata de seres humanos hermosos, no dañinos, frágiles, indefensos. A esa sociedad perteneció usted en su momento, pertenecí yo; a esa sociedad pertenecimos todos, y desde allí venimos. Quédese ahí. No salga. Permanezca mentalmente. Mírese una y otra vez. Ahora, reflexionemos. ¡Qué amenaza tan tremenda viven esos pobrecitos soportando día tras día las maquinaciones de los abortistas! Haciendo una analogía, los abortistas son el “virus fatal” que brega contra los no nacidos. ¡Escuchemos por favor la voz de esos pequeños que gritan desde esos claustros maternales implorando ‘no nos asesinen! ¿Y quién los oye? ¿Los oyes? ¿Tú, los oyes? Los no nacidos, desde las entrañas maternas, desde ese temporal encierro, no pueden defenderse, sencillamente esperan que nadie los mate, tal como nosotros ahora mismo estamos plenamente convencidos de que ha sido excelente que nadie nos haya arrebatado la vida en tales instancias. No es algo costoso, ¿verdad?, y, sin embargo, ¿cuántos y cuántos mayores ponen su empeño en acabar con esas vidas humanas encerradas en el vientre de una madre?

Me han increpado diciendo que cómo es posible que en este tiempo del coronavirus “esté hablando del aborto”, y que “debemos estar unidos”, y que yo estoy queriendo beneficiarme con el “dolor del pueblo”. Dejo aquí mi respuesta: no sigo la agenda oficial; no sigo las obsesiones y planes de la prensa; mis defensas no se basan en la moda. Hablo del aborto ahora, porque ahora mismo mueren bebitos por políticas sanguinarias que no han sido retiradas por los gobiernos que las defienden. De modo que yo no me pienso unir al genocidio que sigue vigente, y que es avalado por genocidas que siguen vigentes, y que hasta donde yo sé, no hicieron ningún tipo de retractación pública por el crimen que sostienen. Los que se benefician con el dolor de los bebitos no nacidos, son los que no temen mandarlos a morir. Justamente al olvidar a todos esos seres humanos indefensos, es que se beneficia a la canallada política, que hoy también saca provecho del dolor de ellos. Ellos no han bajado las armas, no hay que hacerse ilusiones ¡Tienen sus armas en plena actividad! ¿O acaso el misoprostol ha sido retirado? ¿O acaso los protocolos asesinos han sido rechazados por ser nefandos para el más débil? ¿O acaso se despidió a la abortista Marisa Graham a la que el gobierno le paga por ser la “Defensora” del Niño de la Nación? De esto último se puede decir algo. Una diferencia entre los políticos abortistas de Argentina y el virus coronado, es esta: que el virus no mata niños, más bien diría, los defiende; en cambio, los políticos consabidos, nombraron como “Defensora” del Niño de la Nación, a la abortista Marisa Graham. Y ahí tienen ustedes otro inadmisible gasto del gobierno: pagarle a alguien por actuar, precisamente, contra su deber.

En estos tiempos, el ideario del gobierno se estructura más o menos así: la nueva virtud seudoteologal convenida se llama ‘estar enclaustrado’. Al “delito” de ‘salir’ lo ven horroroso mal, al delito de matar lo ven como un derecho. Ojo, mientras todos estábamos encerrados, el gobierno de Alberto Fernández mantuvo reunión con ortodoxos judíos, y se decidió: exceptuarlos de la cuarentena para que ellos puedan tomar su “baño sagrado”. Seguramente Alberto llegó a la conclusión de que eso está bien, en el entendimiento de que, tras sumergirse, el virus morirá. Eso sí… Alberto te reza el ‘Padrenuestro’ pidiéndote “amor”, y mientras una gran mayoría de personas ya lo tiene por una suerte de arquetipo de entrega al prójimo, un Ministerio de asesinatos te saca un documento, en el cual se da cuentas de: “Evaluar la posibilidad de realizar tratamiento ambulatorio con Misoprostol en gestas de hasta doce semanas, ya que requiere menos interacción y no hay evidencias que contraindiquen su uso en caso sospechoso o confirmado para COVID19”.

Veo ahora a políticos abortistas pedir que “todos” se encierren para así evitar se propague el virus mediante el contagio. No lo dejan librado a la conveniencia de cada uno. Buscando lo que consideran un bien, no salen diciendo: “el que quiere salir que salga, el que no quiera salir que se quede”. Pero cuando se trata de escuchar la voz que nos viene desde ‘la sociedad de los enclaustrados’, de esos miles y millones de bebitos no nacidos que nos gritan “déjennos vivir”, tenemos a un abortista llamado Alberto Fernández que propone: “Quien quiera continuar el embarazo puede hacerlo, quien quiera matar, puede hacerlo, el gobierno apoya ambas posturas”. También, en relación a que hay gente que no cumple la cuarentena, sostuvo dicho presidente: “Me sorprende la incomprensión de la gente.” Ojalá que recapacite, pues su impresionante incomprensión para con la vida humana de los más débiles, ha sido hasta el día de hoy superlativa. Se engañan aquellos que dicen: “Gracias Alberto Fernández por todo lo que estás haciendo por los argentinos”. ¿Quién es el que agradece? Pues hay argentinos que de seguro no están agradecidos con lo que él hace: argentinos llamados bebitos no nacidos, argentinos que defendemos a esos bebitos. Lo único que faltaba: han enloquecido a las sociedades con ideologías nefastas, y ahora encima se pretende que los honremos como héroes.

Imponen sanción penal, en miras a que, mediante coacción legal, la gente se abstenga de hacer lo que es considerado contraproducente. Así, piden asilamiento para evitar contagios, y a quien no cumpla, le hacen caer el peso de la ley. No dicen: “Hagan lo que quieran, que así disminuirá la contagiosidad”. Sin embargo, inflados de engaños, mienten a las sociedades diciéndoles: “Aborto libre para que disminuyan tales prácticas”. Bien saben que mientras más liberado esté el aborto, más aumentará el asesinato del niño por nacer.

También sucede esto, que el político abortista teme horrorizado que un diminuto virus se meta en su cuerpo pudiendo justamente matarlo, mas lo tiene sin cuidado si unas pinzas se meten en el cuerpo de un bebito no nacido llevándolo injustamente a morir. El grande se envalentonó cobardemente contra el pequeño, y ahora un diminuto invisible hace temblar al soberbio.

Solo en un año China practicó más de 13.000.000 millones de abortos, y bajo la presidencia de Obama, se realizaron más de 8.000.000 millones. ¡Terrible! Pensemos en los pequeños que aún no han nacido. ¿Podemos oír el grito de ellos? ¿Podemos escuchar su legítimo reclamo a vivir, alzado desde el claustro maternal en contra del mortal “virus” abortista?

Tiempo atrás escribí: Los políticos abortistas tienen dinero para impedir que millones de bebitos no nacidos jamás lleguen a respirar el aire puro, pero ahora no tienen suficientes respiradores artificiales para impedir que mucha gente no muera por falta de oxígeno. En otras palabras: se han equipado con instrumentos para matar, y ahora se dan cuenta que no tienen instrumentos para vivir.

Se lucha contra un virus, bien. Hace mucho tiempo muchos luchamos para que desaparezca de las sociedades el mortal genocidio de bebitos por nacer, genocidio alimentado por varios personajes que ahora salen diciendo que pelean por las vidas de los argentinos.

Mientras los promotores de la perversa “decontrucción de estereotipos” se encuentran rascando el higo, los que laboran por el bien común son militares y policías.

Cuando no hace mucho tiempo los políticos abortistas no estaban agitados por el alborotador virus, silenciaban al niño por nacer usando del engaño; hoy, que viven agitados por miedo a morir, silencian nuevamente al niño por nacer mediante el silencio. Mientras tanto, corren las pastillas abortivas promovidas por gobiernos que se mantienen firmes en sus políticas asesinas, y un presidente saluda en sus finales a “todos, todas y todes”, probando que también se mantiene muy firme en su apoyo a la corruptora ideología de género.

En tiempos prósperos los políticos de marras se creen dueños de las vidas, y en tiempos de calamidades le temen a la muerte. ¿Dónde está el poder sobre la vida de quien no tiene poder sobre la muerte? Se burlan de Dios, pero de Dios nadie se burla.

Un virus raro visita a los hombres. Un virus trifronte: tiene una paradójica cara de vida, tiene cara de muerte, y tiene cara de locura. Algunos se ven por él amenazados, otros enloquecidos, y otros, diría, defendidos. De dos caras ya se habla a más no poder. Yo, vuelvo a mi ‘sociedad de los enclaustrados’, allí donde la vida se gesta y donde no se maquina el odio ni la perversión humana. El virus deja vivir a los niños.

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