Miscelánea

LA PRENSA DEBE SERVIR A LOS GOBERNADOS Y NO A LOS GOBERNANTES

Por: Alfredo Gildemeister

Nunca imaginó Katharine Graham que aquella decisión que tomara ese atardecer de mediados del mes de julio de 1971, la marcaría para todo el resto de su vida. Katherine era nada menos que la accionista principal del Washington Post, diario mediocre en aquellos tiempos y que había heredado de su marido. Resultaba que hacía unos días, The New York Times, había publicado una pequeña parte de un importante informe secreto del gobierno de los Estados Unidos denominado los “Papeles del Pentágono” (“La toma de decisiones de EE.UU. en Vietnam, 1945-1968”), copioso informe que señalaba la verdad de la guerra de Vietnam: Estados Unidos iba perdiendo la guerra y le había mentido totalmente al país. Estos documentos demostraban como el gobierno estaba venía engañando a los ciudadanos estadounidenses respecto a la guerra en Vietnam, documentando con detalle como durante 23 años, cuatro presidentes y sus correspondientes gobiernos habían ocultado la verdad de dicha guerra. Cabe mencionar que los Papeles del Pentágono habían sido sustraídos clandestinamente de los archivos del gobierno por un funcionario del Pentágono llamado Daniel Ellberg. De otro lado, los artículos en The New York Times comenzaron a ser publicados el 13 de junio de 1971 provocando inmediatamente una gran controversia política y las acciones judiciales correspondientes contra el Times. A través del Fiscal generalJohn Mitchell, el gobierno de Nixon intentó bloquear la publicación a través de tribunales federales que dictaron una orden que obligaba al periódico a cesar la publicación. El Times consiguió una orden en otra corte anulando la primera, y el caso fue llevado al Tribunal Supremo.

Mientras tanto, el Washington Post obtuvo prácticamente la totalidad de los Papeles del Pentágono. Fue en ese momento cuando su director, Ben Bradlee, le sugiere a Katharine Graham su autorización como propietaria del diario, a publicar el importante informe. La situación para Katharine era delicada. El Post acababa de ingresar a la Bolsa de Valores puesto que su situación financiera era muy precaria, necesitaba capitales frescos para salir adelante. De allí que Katharine comenzó a enfrentar fuertes presiones de los directores, inversionistas y amigos para que detuviera las investigaciones de sus reporteros en cuanto al informe y la oscura situación de la Casa Blanca de Nixon en aquellos días. Los mismos abogados de Katharine le alertaron de las implicancias legales y penales si publicaba el informe puesto que se ganaría la eterna enemistad y odio de Nixon y de todo el aparato gubernativo. Katharine inclusive era muy amiga del entonces Secretario de Defensa Robert MacNamara, por lo que no sabía qué hacer, más aún, tomando en cuenta lo que le estaba sucediendo judicialmente al The New York Times. En resumidas cuentas, si el Washington Post publicaba los Papeles del Pentágono, el diario sería literalmente lapidado por el gobierno de Nixon, con demandas judiciales y penales, enviando inclusive a la cárcel a Katharine, a Bradlee y a los demás directivos, amén de la no renovación de las licencias de televisión que el diario tenía y la posible quiebra de éste, puesto que sus acciones en la Bolsa de Valores se derrumbarían ya que nadie invertiría en un diario literalmente enemigo del gobierno y condenado por Nixon.

Finalmente, Katharine le explicó a sus directivos y abogados lo siguiente: si bien un diario es una empresa mercantil y como tal se debe a sus accionistas y clientes, es también, y, sobre todo, un medio de opinión pública, por lo que su obligación es servir antes que a nadie, a los ciudadanos, declarando la frase que luego se haría famosa: “la prensa debe servir a los gobernados y no a los gobernantes”. Fue así que los Papeles del Pentágono fueron publicados por el Post y Katharine Graham ingresó a la historia del periodismo. Cuando el presidente Richard Nixon se enteró de la publicación, gritó a sus asesores: “¡Hay que quemar en la hoguera a quien haya filtrado los papeles…no quiero ver a un solo periodista ni reportero del Washington Post en la Casa Blanca!”. Como era de esperar, el diario fue enjuiciado de inmediato. Sin embargo, a los pocos días de la famosa publicación, toda la prensa de los Estados Unidos hacía eco de la publicación del Post apoyándolo. El escándalo terminó cuando el 30 de junio de 1972, el Tribunal Supremo de los Estados Unidos decidió, por seis votos contra tres, que los mandatos concedidos para impedir las publicaciones eran inconstitucionales, garantizando a los dos periódicos – Washington Post y The New York Times el derecho a continuar publicando. La libertad de prensa y la libertad de expresión habían triunfado. De allí el Washington Post ganó un tremendo prestigio así como Katharine, y pasó a ser el principal rival de The New York Times.

Ante el triste y vergonzoso papel que vemos a diario en la mayoría de medios de comunicación actualmente en el Perú, sirviendo a los intereses de un cuestionado gobierno, solo nos queda exclamar: ¡Cuanta falta nos hace en el periodismo peruano una Katharine Graham! Definitivamente como bien lo señalara Katharine, la principal obligación de un medio de opinión pública, es servir antes que a nadie, a los ciudadanos, con veracidad, esto es, siempre con la verdad, y con independencia, sin someterse a los intereses del gobierno de turno o a los intereses económicos de los propios accionistas del medio de comunicación. El Washington Post sufrió todas las presiones imaginables por parte del gobierno de Nixon y del propio Nixon. Sin embargo, Katharine se mantuvo firme y salió adelante con dignidad y honor, ganándose el respeto de los ciudadanos de su país y continuó ejerciendo un periodismo veraz e independiente, investigando e informando con veracidad e independencia, sobre los oscuros hechos que acaecían en la Casa Blanca en esos momentos. Quien podría vislumbrar que un año más tarde, en 1972, un par de periodistas del Washington Post, Carl Bernstein y Bob Woodward destaparían uno de los escándalos presidenciales más importantes de todos los tiempos en Estados Unidos: el denominado caso Watergate. Ello originó que, durante más de dos años, el diario y Katharine misma volvieran a enfrentarse a múltiples amenazas y presiones por parte de la administración Nixon. Volvieron a ponerse las licencias de televisión en juego y las acciones de la compañía bajaron a la mitad de su precio. Katharine resistió y defendió la independencia de sus dos empleados y del Washington Post hasta que el presidente Nixon renunció. Katharine como periodista y el Washington Post cumplió con su labor periodística, con veracidad e independencia. Definitivamente repito ¡Cuanta falta nos hace en el periodismo peruano una Katharine Graham! La prensa debe servir a los gobernados y no a los gobernantes, algo que gran parte del periodismo peruano a olvidado hoy por completo. Cualquier parecido de los hechos narrados con nuestra actual realidad peruana… ¡Es realidad!

(Estos hechos se plasmaron en las películas “Todos los hombres del presidente” de 1976 y en The Post de 2017, ambas excelentes películas que se pueden apreciar en Netflix).

1 comentario

  1. LAMENTABLEMENTE, LA PRENSA SIEMPRE FUE INSTRUMENTO DE LOS GOBIERNOS. LA PRENSA RECIBIÓ 140 MILLONES DE SOLES EL MES PASADO Y EL VIERNES 80 MILLONES AL EJERCITO. HAY Q APROBAR LA LEY MULDER Y RESTRINGIR LAS ONG’s COMO HIZO HUNGRÍA PARA CORRER A SOROS. ESTAMOS VIVIENDO UNA DICTADURA.

Dejar una respuesta