Iglesia

LA IGLESIA EN LOS HOSPITALES PÚBLICOS

Por: Mario Linares

El mensaje de Cristo resucitado nos habla hoy de confianza y alegría, cualidades que deben darse desde la fe a pesar de todo, en cualquier circunstancia y lugar, sobre todo en situaciones de adversidad como la actual.

Lo anterior es misión esencial de la lglesia sin que por ello se desdeñe la ayuda material urgente tal como se deja sentado con la labor de CÁRITAS, ordenes religiosas, parroquias y organizaciones vinculadas como la Asociación de las Bienaventuranzas o Misión Huascarán, suscitando con ello confianza y esperanza entre los más pobres.

Ahora bien, la labor de la Iglesia es labor de amor, de presencia de Jesús ante los suyos, ante los que le han rehuido o postergado y como no, ante los que nada saben de él, siendo apremiante esta presencia en la enfermedad y cuando la muerte es más que una posibilidad.

Por eso desconcierta y preocupa la sensación de inamovilidad y confinamiento de la Iglesia que no solo proviene de la clausura fáctica de parroquias, cuestión civil discutible y que podría cambiar solicitando un estado de restricción cumpliendo medidas sanitarias estrictas; sino que también se suscita mediante la ausencia de directivas precisas de parte del Arzobispado de Lima y de acuerdos específicos de la Conferencia Episcopal sobre la presencia y labor de religiosas y sacerdotes en los Hospitales Públicos.

El despliegue activo de la Iglesia Católica en los hospitales no viola per se, protocolos sanitarios. Ejemplo de ello son los países europeos cuyas crisis son mayores a las nuestras y que aún así tienen presencia eclesial activa, presencia que otorga consuelo y fuerzas al personal de sanidad y a los enfermos mediante no solo consejos sino vía la confesión, la Eucaristía y la Extrema Unción.

No creo que el gobierno se oponga a la labor de la Iglesia de satisfacer las necesidades espirituales de miles de católicos. Se trata, con esperanzado temor a equivocarme, de posiblemente demasiada reserva, tanto de la Conferencia Episcopal como del Arzobispado de Lima, reserva que reflejan en sus comunicados en donde no se aprecia una exhortación enfática de asistencia a los hospitales; en vez de eso, en cambio, se evidencian algunos puntos de vista que pueden interpretarse como contradictorios, sino ambiguos y también tenues.

Los deberes principales no se pueden afronta mediante un “call center”. Es claramente insuficiente ante lo venidero.

El estado de ánimo, de fortaleza de espíritu, no puede ser descuidado. El cuerpo médico, las enfermeras, el personal de limpieza intrahospitalaria, los propios enfermos y las fuerzas de seguridad necesitan consuelo y esperanza más allá de lo humano y lo esperan de la Iglesia.

Nada suple, el “Yo te absuelvo”. Nada reemplaza a la eucaristía. Nada. Esperamos monjas y sacerdotes no solo con olor a oveja parafraseando a Francisco. Los requerimos con la indumentaria sanitaria que le exige el gobierno, con mascarilla, con guantes, con olor a desinfectante pero sobre todo con olor al amor y compasión de Jesús de Nazareth impartiendo sacramentos.

Más pronto que tarde, debemos tenerlos activamente para bien nuestro y suyo, cumpliendo la Iglesia y sus pastores con su sagrada vocación.

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