
Por: César Augusto Reyes Celis
Cuando la justificada protesta de miles de peruanos había sido escuchada, cuando la razón y el sentido común ganaron esta batalla cultural y religiosa, ahora resulta que quien está llamado a defender la fe y defendernos a quienes estamos bajo su cayado de pastor se ha puesto en contra nuestra para levantar las banderas del progresismo irreverente, que con fuerza y astucia quiere introducirse en este país de fe.
Una total vergüenza que el sucesor del gran Santo Toribio se pinte de progre y, en vez de agradecer la oportuna y acertada intervención del Ministerio de Cultura al rechazar dicho acto blasfemo y quitarle el aval del gobierno, critique dicho proceder, aduciendo que es un tema que le compete solo a los religiosos. Una vergüenza, eminencia. Usted debería saber que el Estado y sus instituciones están allí para tutelar y defender nuestros derechos y es eso precisamente lo que hizo el MINCUL con su acertado pronunciamiento.
En vez de felicitar a los fieles que, en total libertad y con una admirable convicción de fe, se reunieron para desagraviar a la Madre de Dios rezando el Rosario en la sede de la Pontificia Universidad Católica del Perú – PUCP resulta que los tilda de exagerados. ¿Exagerado es rezar, desagraviar, cantar, reunirse para pedir respeto a los símbolos religiosos y la conversión de los enemigos de la fe?
En vez de enorgullecerse de la reacción de los cristianos (católicos y no católicos) y alentarlos a seguir defendiendo la fe contra todo el que quiera ridiculizarla grotescamente, llama a “evitar actitudes extremas”. Actitud extrema hubiese sido, por ejemplo, que incendiaran dicha casa de estudios o la llenaran de heces y orín, como sí suelen hacerlo las feministas cada 8M en las catedrales católicas.
“Aquí nadie ha querido destruir la imagen de la Virgen María”, dice,
¡Claro que no! Aquí lo que quieren destruir es la imagen de la Iglesia, del cristianismo y de los que profesamos esta fe, quieren ridiculizarnos y mostrar un rostro distorsionado de la fe. Su objetivo es mucho más ambicioso, pero parece que el cardenal no lo ve, o se hace el menso, como diría el Chavo.
“La obra sí parece tener elementos interesantes que explorar”, dice. Claro que sí, cardenal, el elemento interesante que explorar es éste: un productor que quiere que la fe cristiana y su moral se amolden a su “moderna” visión de la vida, un grupo de “artistas” que critican lo que desconocen y se las dan de revolucionarios atacando a la fe que precisamente les garantiza vida y libertad independientemente de sus preferencias sexuales o confusiones de “género”.
Un “elemento interesante” es que se crean revolucionarios, cuando no son sino activistas inútiles y cobardes, porque si de verdad buscasen un cambio levantarían su voz, por ejemplo, contra aquella religión que encarcela, azota y hasta lleva a la muerte a quienes se declaran de esa condición de la que en este Occidente cristiano se pueden enorgullecer abiertamente…
Usted nos deja en vergüenza, monseñor Carlos Castillo, pues muchos hermanos evangélicos nos felicitaron por nuestro proceder, se unieron a nosotros en la defensa de nuestra fe, incluso muchos ateos y agnósticos que han visto claramente que aquel acto estaba mal y era digno de rechazo, ahora se quedan perplejos frente a una autoridad eclesiástica que se pone del lado del enemigo, haciéndola de conciliador y comprensivo, de tolerante y nada extremista…
Nos avergüenza como católicos tener a un progresista como pastor, a un odiador de la Tradición, de la fe popular, de la moral católica, que es camino de felicidad y auténtica libertad; odiador de los seglares a quienes deja solos cuando quieren organizarse para, por ejemplo, llevar adelante una marcha en favor de la vida. Odiador de lo de siempre y amigo de lo novedoso, teólogo marxista para quien los pobres son un mero pretexto para pasar por buenito y solidario, porque por otro lado no tiene reparo en aceptar el jugoso “regalito” monetario que los curas de su arzobispado fueron obligados a dar cuando lo crearon cardenal ¿O lo rechazó? Sería bueno que lo aclare.
Nos avergüenza que usted sea el rostro visible de la Iglesia en esta Lima católica, en la Lima del Señor de los Milagros, en la Lima de Santa Rosa y de San Martín, en esta Lima eucarística y profundamente mariana.
Ojalá, ruego a Dios, que tiempo no le dé para destruir todo lo que sus grandes antecesores edificaron en esta ciudad de fe.
Eminencia, su proceder es una pestilencia…
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