Cultura

El FALSO COMPROMISO DEL HUMANISMO MODERNO

“El Grito” - Edvard Munch

Por: Ignacio A. Nieto Guil

Quienes militan en la era del ser y la nada, de los ideologismos y de la “filosofía” excéntrica; creen tener, llamativamente, un verdadero compromiso humanista en pleno siglo XXI. Nada más alejado de lo anterior. La técnica avanzó, pero en la faz humana se retrocedió. Pareciera ser que la primera creció a costa de la segunda, o al menos se devela históricamente así. El verdadero concepto de filosofía enseña el amor a la sabiduría, la constante búsqueda de la verdad y la reflexión continua. Entonces, las ideas que gestaron la posmodernidad nada tienen de filosófico en su verdadera acepción del término. En consecuencia, se podría determinar que es un movimiento ideológico cultural; porque en si no hay un verdadero pensar filosófico ni mucho menos una correcta captación de objetos.

El relativismo en su constante negación de la verdad. El constructivismo y la construcción de realidades a partir del sujeto mismo, dejando de lado el objeto y abandonando la relación que hay entre la inteligencia y la realidad. El nihilismo y la supresión de las verdades morales. El ateísmo y la negación del absoluto. Todas estas elucubraciones descriptas anteriormente niegan todo tipo de jerarquía u orden natural. Esta a su vez, se halla inscripta en el ser, es decir, en las esencias de orden natural que el hombre puede captar al estar insertas en la misma naturaleza del ser humano como ser-creatural; cuya existencia es dada por un ser superior, gracias al cual somos hechos a su imagen y semejanza. Naturalmente todo lo primero niega lo segundo. Ahora, es una realidad observable, si se quiere empírica, que la sociedad sufrió una deformación. Basta ver, por ejemplo, la descomposición de las artes y la cultura en general. Nadie negará que si nos retrotraemos al pasado, la pintura, la música, la literatura o la arquitectura poseían un esplendor del que carecen las hechuras actuales. ¿Cómo puede ser si hoy la técnica es superior en la actualidad? La respuesta seria equivocada analizarla por este lado. Pues, necesariamente hay una vinculación espiritual que sobrepasa el desarrollo técnico.

Los dogmas modernos implícitos en la sociedad actual conllevaron, sin duda, a negar la apertura del ser y su disposición para conocer las verdades de orden natural y las verdades sobrenaturales. De esta forma, podríamos decir que se produce una anulación en el ser humano, pues ya no se dispone a conocer tales verdades que son perennes. La verdad con el tiempo no cambia, ni está sujeta a una “moda” o a la idiosincrasia de una cultura; tampoco lo que determine una mayoría o la popularidad de un “pseudo pensamiento”. Si las leyes de la física cambiaran todos los días seria caótica nuestra existencia; lo mismo sucede con las verdades filosóficas entorno al ser. Por tal motivo, el pensamiento de Aristóteles o Santo Tomás tienen tanta vigencia. Y no me refiero a una vigencia de una moda pasajera, sino a la atemporalidad de su pensamiento, precisamente, porque ellos han hallado verdades inmutables; siendo necesarias poner en vigencia nuevamente si queremos rescatar la inteligencia.

En este sentido, el humanismo moderno propone la supresión de la inteligencia, la sumisión y el adoctrinamiento ideológico.  Por eso hablamos de falso compromiso, ya que no hay verdadera libertad para el hombre cuya vida no está determinada a conocer las verdades eternas. Ni menos cuando no reconoce el misterio propio del existir el cual se ingresa por una faz contemplativa, es decir, cuando hay una actitud del espíritu que busca anhelar el orden creado. Por esta razón, el humanismo moderno niega el fin último del hombre o el último fundamento del ser (1).

El mecanismo propio de las ideologías para desorientar el espíritu humano es provocando una constante abolición de las verdades del ser. El hombre queda inmerso en una visión puramente materialista, cuya capacidad abstractiva para conocer queda anulada. Esto provoca que la mente naufrague en un mar de subjetivismo e irracionalismo sin norte alguno. El pensamiento queda librado a la espontaneidad y al arbitrio imperando el “yo” por sobre el objeto dado. Así, la realidad queda a merced de la facultad psíquica del sujeto que intenta definir desde su propia óptica, siendo está escéptica; o sea que parte de la preconcepción que no se puede conocer y que no hay verdad. No obstante el ideólogo contradiciéndose intenta definir de manera absoluta y obviamente desde el yerro, ya que muchas cuestiones corresponden a un estudio ontológico acabado, para así llegar a la concepción real del objeto que se quiere aprehender o conocer.

¿Y qué importancia tiene la Fe? La respuesta es el cultivo del espíritu; tierra dócil y fértil, donde hallamos la armonía en el alma no solo para conocer las verdades de este mundo, sino para entrar en contacto con el absoluto, ser necesario y causa primera. La negación de lo anterior por parte del humanismo moderno, provocó un desamparo vital. Esto quiere decir que el existir carece de sentido, entrando en el espiral del “absurdismo” el cual se niega a contemplar, estableciendo un humanismo que se precipita en la nada. El vacío del alma que provocan estas doctrinas existencialistas ateas, hace germinar en el hombre en cuanto a su razón de ser y existir, que esté enteramente volcada al ideologismo”, y no a la verdadera naturaleza contemplativa que se dirige al absoluto a través del misterio existencial, siendo necesario para ello la Fe; cuestión tan negada por el humanismo moderno. Y es precisamente allí donde falla la moderna cosmovisión del hombre, pues negada la naturaleza espiritual –o religiosa– del ser humano, su reemplazo estará dado por una visión ideologizada de la realidad.

Por tal motivo, si queremos recuperar íntegramente al hombre en su faceta espiritual, vital y existencial, debemos encaminar nuevamente al ser humano a su propia naturaleza; olvidada hace tiempo desde que el moderno humanismo irrumpió de lleno en la vida de las personas.

 

 

 

(1) J. Pieper, Felicidad y Contemplación (pág. 28). Librería córdoba.

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