
Por: Gabriela Pacheco
Entre miles de opiniones encontradas, artículos y reportajes que condenan o que justifican el asesinato del líder político Charlie Kirk, duele mucho la excusa de quienes respaldan el cobarde atentado con la frase simplista “él es responsable de su propia muerte”.
En los inicios de la humanidad, hemos sido testigos que el hombre ha atentado contra su prójimo en un intento de someterlo. Desde el mítico Caín que en un arrebato de ira mató a su hermano Abel, hemos visto muchos lamentables ejemplos de personas que han perdido la vida a causa de sus ideas. John Kennedy, Martin Luther King o Mathama Gandhi han traspasado las fronteras de sus naciones como símbolos universales; al igual que los intentos de asesinato de Jair Bolsonaro, 2018; o de Donald Trump, 2024, defendiendo sus posturas políticas. Los crímenes contra los candidatos de derecha Fernando Villavicencio en Ecuador, 2023; Miguel Uribe en Colombia, 2025; Charlie Kirk, en USA, 2025, han puesto en escena nuevamente el fin de la vida para acallar ideales.
Hoy en día, la escala de violencia se ha vuelto tan elevada que casi nos estamos acostumbrando a convivir con ella. Como una especie de auto protección nos hemos endurecido y desensibilizado para que nada nos afecte. Nada nos sobrecoge, ni siquiera una joven acuchillada que se desangra en un tren es capaz de despertar nuestra conciencia. Tampoco el tiroteo contra niños que asistían a misa. La indiferencia e indolencia como refugio contra la crisis de la sociedad.
Sin embargo, ya no hablamos de dureza de corazón sino de una deshumanización de la persona que pierde su valor intrínseco y se le despoja de su dignidad. La violencia no termina con la muerte, continua con el silencio, la falta de empatía y hasta la justificación, “él se la buscó”. No hay dolor ni duelo; en cambio, encontramos apología y burla que busca empequeñecer la agresión y que prefiere pasar rápido la página para olvidarse del asunto. El asesinato de Charlie Kirk está obligando al mundo a detenerse y reflexionar sobre quiénes somos.
Este atentado no solo es una tragedia a nivel familiar, sino que dice mucho sobre el respeto a la opinión y el derecho a no estar de acuerdo. ¿Qué esta sucediendo en la sociedad en la cual se ve al otro como amenaza? ¿Desde cuándo la violencia es la respuesta a quien discrepa o no está de acuerdo con nosotros? ¿Acaso nos hemos convertido en el lobo del propio hombre? La violencia radica cuando se despoja al adversario de su condición de persona; cuando se le quita el derecho de seguir viviendo porque no lo merece. La dignidad humana no depende de que el otro piense igual o que nos sea incómodo.
Francisco Javier Bronchalo señala que la deshumanización de la muerte es una señal de una sociedad enferma que ya no reconoce al otro como prójimo. Tal como el sostiene, las ideas se discuten, se combaten con palabras, se refutan con argumentos y siempre se respeta a la persona, aunque esté en un error. Esa es la gran herencia de los griegos, el uso de la razón a través del dialogo para llegar a la verdad. Debatir con respeto es lo que hace que una sociedad sea civilizada. Silenciar con la muerte al otro es un colapso de la sociedad actual.
Ver al otro como enemigo nos reduce a vivir en soledad y tener miedo a no estar de acuerdo, casi nos obliga a renunciar a pensar y opinar libremente. Todo lo contrario a lo que defendía el propio Charlie Kirk, en sus debates dejaba hablar a todos, los escuchaba con atención y respeto. Estaba dispuesto a escuchar preguntas incómodas, a discutir sin esconderse detrás de un tuit o del anonimato. Promovía foros de debate en el que las ideas podían enfrentarse, los universitarios en su mayoría podían discutir con él, cara a cara. No imponía sus ideas, daba argumentos con respeto, defendía sus ideas con firmeza y con sustentos racionales, no ideológicos. Charlie Kirk era un hombre de fe, con principios morales, que defendía la vida y amaba la familia.
No debemos permitir que la violencia se consolide como un método para silenciar al adversario. El asesinato de un ser humano nunca puede ser visto como un triunfo político, sino más bien como el fracaso de la humanidad. Si continuamos viendo al otro como amenaza, buscando eliminar las voces disonantes, estaremos condenados a vivir en un régimen totalitario sin saberlo, muy cerca de legalizar la violencia como medio de persuasión.
El fracaso de Occidente no será por sus crisis políticas o económicas, será por su falta de humanidad, por su falta de valor para defender sus principios morales, por no respetar al prójimo.






Pues, según los promotores de TPUsa, las solicitudes para formar capitulos, en las universidades de EEUU, se multiplican y no sólo en ese país, ya tienen solicitudes de Canadá e Inglaterra. La gente que escucha las intervenciones de Kirk, le da la razón. En las próximas mid-terms, el lema debería ser votemos, hagámoslo por Charlie. Let’s vote, Let’s do it for Charlie.